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Confusión teológica, pastoral y educativa. La escuela Pía de Cataluña debe rectificar

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La Escuela Pía de Catalunya ha hecho pública una anómala carta dirigida a lo que llama “género” (entrecomillado nuestro) masculino, con motivo de la huelga general convocada por una serie de organizaciones feministas, PSOE y Podemos, con motivo del 8 de mayo.

Empieza en estos términos: Este 8 de marzo dirigimos esta carta en primer lugar a los hombres de nuestra institución para pediros que, siempre seáis feministas

Esa es su declaración de principios: una escuela que justifica su existencia por su razón católica promueve el adoctrinamiento en el feminismo.

Y añade:

  • Todos, hombres y mujeres, deberíamos ser feministas.
  • En nuestra sociedad con frecuencia vivimos un “espejismo de igualdad” que nos altera la visión, las estadísticas hace años que no se mueven de lugar (feminicidios, desigualdad salarial, falta de paridad…)
  • Los diarios hablaban estos días de una brecha de género en la asistencia al Congreso Mundial del Móvil, donde solo un 25% de los asistentes eran mujeres.
  • Debe cambiar cada casa, cada institución escolapia, la Iglesia, nuestra sociedad
  • Se requiere una mirada crítica para descubrir que se nos presupone una manera de ser y unos “roles” determinados y específicos a hombres y mujeres, roles en el ámbito familiar, roles en el ámbito de la sexualidad, en el mundo laboral.

El texto de la Escuela Pía es un resumen de todas las afirmaciones que el feminismo de género promueve como reivindicación ideológica y política, un paradigma deliberado de adoctrinamiento y confusión, contrario a la doctrina de la Iglesia. Y es toda una organización escolapia, la de Cataluña, quien lo proclama.

Al actuar así, los escolapios, al menos en Cataluña, sostienen precisamente todo lo contrario de lo que la Iglesia establece, y rechaza todo lo que ella propone sobre la mujer, el hombre, la familia y la igualdad. Y no será porque no exista un relato doctrinal sólido y reiterado:

  • Juan Pablo II, Apost. post sinodal Familiaris consortio (22 de noviembre de 1981).
  • Carta Apost. Mulieris dignitatem (15 de agosto de 1988).
  • Carta a las familias (2 de febrero de 1994).
  • Carta a las mujeres (29 de junio de 1995).
  • Catequesis sobre el amor humano (1979-1984): Enseñanzas II (1979) – VII (1984).
  • Congregación para la Educación Católica, Orientaciones educativas sobre el amor humano. Pautas de educación sexual (1 de noviembre de 1983).
  • Pontificio Consejo para la Familia, Sexualidad humana: verdad y significado. Orientaciones educativas en familia (8 de diciembre de 1995).
  • Pontificio Consejo para la Familia, familia, matrimonio y «uniones de hecho» (26 de julio de 2000).

De todo este profundo bagaje teológico y pastoral basta con recordar algunos aspectos del texto doctrinal más reciente “Carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre la colaboración del hombre y la mujer en la Iglesia y el mundo” de la Congregación para la Doctrina de la Fe (2004)

En este texto se diagnostica el problema en estos términos:

  • “Una primera tendencia subraya fuertemente la condición de subordinación de la mujer a fin de suscitar una actitud de contestación. La mujer, para ser ella misma, se constituye en antagonista del hombre. A los abusos de poder responde con una estrategia de búsqueda del poder. Este proceso lleva a una rivalidad entre los sexos, en el que la identidad y el rol de uno son asumidos en desventaja del otro, teniendo como consecuencia la introducción en la antropología de una confusión deletérea, que tiene su implicación más inmediata y nefasta en la estructura de la familia.” Este exactamente es el enfoque de la carta de la escuela pía de Cataluña
  • “Una segunda tendencia emerge como consecuencia de la primera. Para evitar cualquier supremacía de uno u otro sexo, se tiende a cancelar las diferencias, consideradas como simple efecto de un condicionamiento histórico-cultural. En esta nivelación, la diferencia corpórea, llamada sexo, se minimiza, mientras la dimensión estrictamente cultural, llamada género, queda subrayada al máximo y considerada primaria. El oscurecerse de la diferencia o dualidad de los sexos produce enormes consecuencias de diverso orden. Esta antropología, que pretendía favorecer perspectivas igualitarias para la mujer, liberándola de todo determinismo biológico, ha inspirado de hecho ideologías que promueven, por ejemplo, el cuestionamiento de la familia a causa de su índole natural biparental, esto es, compuesta de padre y madre, la equiparación de la homosexualidad a la heterosexualidad y un modelo nuevo de sexualidad polimorfa”. Y esta minimización es lo que propugna la carta, que asume plenamente, pero guardándose mucho de confesarlo, la ideología de la perspectiva de género

El texto de la Congregación firmado por el entonces Cardenal Ratzinger, concluye con una concepción y un lenguaje que no solo está en las antípodas de la carta de los escolapios de Catalunya, sino que resulta incompatible con ellos:

“En Jesucristo se han hecho nuevas todas las cosas (cf Ap 21,5). La renovación de la gracia, sin embargo, no es posible sin la conversión del corazón. Mirando a Jesús y confesándolo como Señor, se trata de reconocer el camino del amor vencedor del pecado, que Él propone a sus discípulos.

Así, la relación del hombre con la mujer se transforma, y la triple concupiscencia de la que habla la primera carta de S. Juan (cf 1Jn 2,15-17) cesa su destructiva influencia. Se debe recibir el testimonio de la vida de las mujeres como revelación de valores, sin los cuales la humanidad se cerraría en la autosuficiencia, en los sueños de poder y en el drama de la violencia. También la mujer, por su parte, tiene que dejarse convertir y reconocer los valores singulares y de gran eficacia de amor por el otro, del que su femineidad es portadora. En ambos casos se trata de la conversión de la humanidad a Dios, a fin de que tanto el hombre como la mujer conozcan a Dios como a su «ayuda», como Creador lleno de ternura y como Redentor que «amó tanto al mundo que dio a su Hijo único» (Jn 3,16)”

La verdadera pastoral, la verdadera pedagogía de la escuela católica, radica en trasladar esta concepción al lenguaje adecuado a los padres y madres, a los alumnos de sus centros. Esa es su tarea, es esto lo que justifica su existencia. Pero no lo hacen, ni siquiera lo intentan. Cometen el pecado de orgullo de alzar su pobre estatura intelectual sobre el discurso mundano de la perspectiva de género y su feminismo, y repetirlo mecánicamente. Sin más. No renuevan nada en Jesucristo, sino que se limitan a ir a remolque del mundo

Por eso los escolapios de Cataluña deber rectificar. Por sentido de pertenencia a la Iglesia a la cual se acogen.

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