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El desafío de formar hijos del Rey

Educación

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Educar a nuestros hijos como lo que son, hijos del Rey. Esta debería ser la tarea a desarrollar como padres, los primeros educadores, y como escuela católica. El Papa San Juan Pablo II, en su encíclica «Redemptoris Missio», nos recuerda que la misión de la Iglesia es proclamar el Evangelio a todas las naciones, invitando a todos los hombres a ser partícipes de la vida divina y del Reino de Dios. Somos hijos de un Rey y no podemos comportarnos como los demás. ¡Que no se nos olvide!

El corazón de la fe católica se sustenta en que somos hijos, llamados a vivir en consonancia con nuestra dignidad divina. Si no es así es porque vamos perdiendo lo más importante por el camino.

Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable. (1 de Pedro 2:9)

¿Por qué es necesario comportarnos como hijos del Rey? Lo primero de todo por congruencia humana. El Concilio Vaticano II, en su constitución dogmática sobre la Iglesia, «Lumen Gentium», nos recuerda que todos los bautizados participan en la realeza de Cristo, siendo llamados a vivir como verdaderos testigos de su amor y su verdad en el mundo.

Para poder llevar a cabo esta obra educadora es necesario conquistar el corazón. El amor es el fundamento más eficaz de la educación. Educar en Cristo, este es el desafío fundamental de estos tiempos. La educación católica reducida a un compendio de prácticas religiosas o morales acaba, casi siempre, reducida a la nada. Sin embargo, es necesario grabar en el alma de nuestros hijos una enseñanza de piedad activa pero a la vez batalladora, en sentido espiritual y social. De no ser así, será difícil que no se vean en el futuro sumergidos en el influjo popular de un mundo sin Rey.

Transmitir que somos hijos de un Rey y educadores en Cristo. Esta es la gran misión de los educadores y padres hoy en día. Educar conociendo la doctrina católica, defendiéndola y viviéndola. La conversión del mundo no la han llevado a cabo los sabios, sino los santos. 

¿Cómo vencer la indiferencia y la hostilidad religiosa?

Somos hijos de un Rey y por ello el alma es naturalmente cristiana. De ahí que el niño acepte con naturalidad las verdades morales de fe. El niño que haya vivido, aunque sea mínimamente, una experiencia verdadera de la fe católica difícilmente extirpará sus raíces. Podrá negarse , sepultarse pero no arrancará la verdad de su alma.

La persona que ha sido educada en la fe católica meterá la pata, sucumbirá a la tentación pero tendrá conciencia de su pecado. Y eso es un bien inmenso. Porque sólo el que ve su desgracia puede remediarla. Antes o después la remedia. 

En el «Catecismo de la Iglesia Católica», se nos enseña que la fe nos llama a vivir en conformidad con la voluntad de Dios, buscando siempre su gloria y su Reino (CIC 546). Esta búsqueda de la voluntad divina implica un compromiso total siendo verdaderos instrumentos de la gracia de Dios en el mundo.

En la escuela, no cuidar la base espiritual desde la infancia es esterilizar los esfuerzos educativos. Pues con una educación escrupulosamente técnica, por parte de católicos,  se hará infecunda la influencia religiosa. Un hábito, una sotana o  pertenecer a un movimiento religioso, no son un pasaporte a la fe con efecto “milagro”. La verdadera materia de la educación es el corazón del niño, libre ante la verdad, sensible a la realidad y la sobrenaturalidad y abierto a la piedad. 

La gracia de Dios penetra desde casa y desde el colegio. Los padres son los héroes de los niños. De los padres aprenderán todo: lo que oigan y lo que digan. Lo físico y lo espiritual. Pasa casi  lo mismo con los educadores.

La vida espiritual del profeta Daniel se caracterizó por su testimonio de vida en medio de la adversidad. Seguramente, la vida de la Corte de Babilonia no fue un lugar fácil para vivir la fe. Sin embargo, Daniel nunca olvidó su Reino de procedencia. Vivió una vida de comunión constante con el Señor. Daniel en aquel momento se convirtió en un ejemplo viviente del poder transformador de la fe en medio de un mundo caído y corrupto.  En un mundo marcado por la confusión de creencias y valores, es fundamental recordar nuestra identidad como hijos de un Rey. Esta realidad, arraigada en la fe cristiana, nos llama a comportarnos con rectitud y sabiduría como dignos representantes del Reino Celestial y de nuestro Señor.

Sé quien Dios te creó para ser y serás incendiado por el fuego del Espíritu Santo.

(santa Catalina de Siena).

Ahora bien, ¿Qué otra forma de vivir puede producir una huella tan dichosa e inmortal en el corazón del hombre? La educación debe darle al hombre ideales eternos que le recuerden siempre de donde viene, que es hijo de un Rey.

La educación debe darle al hombre ideales eternos que le recuerden siempre de donde viene, que es hijo de un Rey. Clic para tuitear

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