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El maldito embrollo de las pensiones: el Banco de España avisa

Economía

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Las pensiones se han convertido en la prueba de fuego de la veracidad de la democracia española, y por veraz, en este caso, debe entenderse que sus decisiones pueden soportar razonablemente bien el futuro, que no son gestos sobre la marcha para alimentar el voto de ahora mismo sin reparar en las repercusiones.

Los pensionistas siguen manifestándose a pesar del anuncio del gobierno de derogar la medida de la reforma del 2013 por la que se desvinculaba el aumento anual de la evolución del IPC, y solo se garantizaba un crecimiento del 0,25%, mientras las cuentas de la Seguridad Social estuvieran en rojo, lo cual quiere decir durante muchos e indeterminados años. Como la inflación crecerá de media un 2% cada año, los pensionistas perdían 1,75% acumulativo, lo cual en, digamos una década, es mucho dinero que restaría de los ingresos de los pensionistas. Con el nuevo enfoque el mantenimiento del valor de la pensión está asegurado. No resuelve la cuestión de las que son muy bajas porque baja ha sido la cotización, un problema que tenderá a crecer a causa de los nini y los parados de larga duración, que son una cifra abrumadora, ni de muchas viudas que ven recortados los ingresos que perciban sus maridos. Pero al menos el grueso de los pensionistas mantendrán una situación relativamente buena, porque, es necesario recordarlo, ellos son el grupo social que no ha sufrido directamente en sus ingresos los efectos de la crisis, si bien la han soportado por la vía de ayudar a hijos y nietos, como un colchón familiar de seguridad.

Pero la situación es mucho más compleja puesto que con la recuperación de la indexación con el coste de la vida se multiplica la factura de la Seguridad Social y su déficit; de manera que el Banco de España advierte que esto significará un aumento de coste en 22.000 millones de euros en el 2030, es decir, en poco más de una década. Poco tiempo para un sistema con tanta inercia como es el de las pensiones, que se elevará a 40.000 millones en 2050. Son facturas impagables. Esto sin considerar el aumento que ocasionaría la supresión del llamado pacto de estabilidad, la otra medida de la reforma del PP, que vinculaba la cifra de la pensión anual al aumento de la esperanza de vida.

El resultado es evidente. Sin mayores ingresos la subida es insostenible en el tiempo.

El problema de fondo, el que cuestiona la democracia española, es que los partidos se enfrentan a este difícil y sensible problema con eslóganes, y eso es caminar hacia el precipicio. Lo que necesitamos, antes que nuevos debates y acuerdos, son cuentas claras. Los partidos políticos junto con el gobierno deben ponerse de acuerdo en:

  • Definir con la situación actual las perspectivas a corto, medio y largo plazo, y su repercusión sobre las cuentas de la Seguridad Social, la deuda del estado, y en su caso, el déficit público
  • Poner sobre la mesa las soluciones que cada partido propone y someterlas al escrutinio de autoridades independientes, Banco de España, AIREF y la Comisión Europea, para evitar los brindis al sol.
  • Informar reiteradamente a todos los ciudadanos, los actuales pensionistas y los futuros
  • Y a partir de los resultados acordar una respuesta viable que, al igual que el modelo sueco, entre otros, aporte información a cada ciudadano una vez al año sobre la evolución de la situación de su pensión futura.

Todo lo que no sea un camino de este tipo es cargar con una pesada rueda de molino a los menores de 55 años

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