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El mito pagano de la Navidad

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En el Adviento, nos damos más cuenta de la proximidad de la Navidad por las orquestadas campañas publicitarias del sector comercial, que por el hecho mismo del nacimiento de Jesús. También se hace notar por las opiniones que agravian esta realidad histórica, así como por la animadversión vertida hacia su significado religioso. Mientras tanto, para muchas personas, la Navidad es un júbilo cargado de alegría.

En las actuales sociedades progresistas, donde se vive como si no hubiera un mañana, y en cierta medida al margen de lo espiritual, se intenta extrapolar el nacimiento del Hijo de Dios para demostrar empíricamente los errores que custodian su doctrina. No obstante, es bueno suponer que para el creyente, las fechas en sí mismas consideradas, no añaden ni restan valor ni intensidad a la virtud de la fe

Para el ateo, para el agnóstico, para el indiferente, siempre habrá argumentos sobradamente justificados que den la vuelta a todo aquello en lo que no se quiera creer, dentro del legítimo uso de la libertad. A pesar de que en España, en Europa…han existido unas entrañables tradiciones de raigambre religiosa y una profunda cultura cristiana, el insurrecto laicismo que no descansa, ataca incesantemente la “rutina” de aquellas con el pretexto de disuadir, de algún modo, las prácticas contenidas en aquellas costumbres.

Aclarar el origen navideño hunde sus raíces en analizar previamente el culto a las deidades paganas de las liturgias germánicas y/o celtas, siendo un desiderátum relevante del contumaz materialismo. En fin, lo que se persigue es convencer a los cristianos del timo de sus creencias, aunque para el pagano que antes brindaba por sus dioses, una vez converso, no tiene inconveniente en celebrar en esas mismas fechas lo que los sagaces incrédulos tratan de desvirtuar: que Dios se hace hombre en un muladar, mostrándose a los sencillos, para la salvación del mundo.

La lógica y el sentido común quiebran fácilmente el mito pagano de la Navidad, pues la Iglesia católica emergente no tenía vínculo alguno con festividades relativas al solsticio de invierno, como sí las tenían las celebraciones nórdicas. Fue el emperador romano Aurelio en el año 270 d.C quien, por hostilidad al cristianismo y por rejuvenecer al Imperio Romano consolidando el culto a sus dioses y al de los bárbaros, decretó la festividad del “Sol Invicto” el 25 de diciembre de 274, para contrarrestar y debilitar el auge de la conmemoración del nacimiento del Salvador en la misma fecha.

Por tanto, señalar la Natividad del Señor capciosamente el día 25 de diciembre con ánimo de neutralizar el paganismo reinante, es una teoría contraria y evanescente en virtud de lo anteriormente expuesto. Además, buena parte del presente resentimiento hacia la Navidad también es debido a Paul Ernst Jablonski, un protestante alemán calvinista que negaba que Jesús es Hijo de Dios, considerando igualmente que la Navidad estaba viciada del paganismo que la Iglesia se había arrogado ya en el S.IV d.C. Su influjo fue de tal magnitud que, incluso en la Inglaterra de Cromwell, estuvo prohibida por un tiempo.

Y a propósito de la Navidad, William J. Tighe, profesor asociado de Historia en el Muhlenberg College de Allentown, Pennsylvania, en base a sus investigaciones concluyó que celebrarla el día 25 de diciembre deriva del cálculo juicioso, por parte de las autoridades eclesiásticas en el Imperio Romano, de la fecha exacta en la que Cristo nació, apoyándose en las Escrituras y en una tradición judía denominada “la edad integral”, donde la muerte de los patriarcas y profetas coincidía con el mismo día en que habían sido engendrados o habían nacido. La Iglesia primitiva tuvo que emanciparse de los cómputos y conjeturas hebraicas, llegando a la convicción por fuentes históricas que el 25 de marzo era por tanto la fecha de la Encarnación del Señor y el día 6 de abril el de su Crucifixión y muerte. A tal efecto, sumando nueve meses de embarazo a sendas fechas nos da como resultado que Jesús nació un 25 de diciembre, y se manifestó al mundo un 6 de enero (Epifanía).

Con todo, afirmar que la Navidad tiene un origen pagano es un mito que carece, a todas luces, de la autenticidad de los más esenciales fundamentos históricos. La noche del día 24 y el día completo del 25 de diciembre, muchos fieles sabremos con certeza qué es lo que vamos a celebrar, manteniendo muy alejadas las presunciones estériles.

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