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Estimaciones electorales

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Vivimos en una sociedad totalmente condicionada por una propaganda que desfigura la realidad y trata de imponernos una pseudo-realidad. Si intentamos prescindir de la imagen proyectada por la propaganda, ¿cuál es la realidad de las principales formaciones políticas que concurrirán a las próximas elecciones?

El PSOE de hoy tiene más en común con Podemos y la extrema izquierda que con el PSOE de González. Ha adoptado el modelo guerracivilista al que el propio PSOE renunció en el Congreso de Suresnes para adaptarse a los parámetros de la socialdemocracia europea. Zapatero y Sánchez han eliminado Suresnes de su agenda.

La propaganda califica a Ciudadanos como un partido «de derecha» cuando, en realidad, Ciudadanos es hoy el auténtico partido socialista, el que ocupa el espacio socialdemócrata real — homologable a la socialdemocracia europea– al que ha renunciado el PSOE. Por eso, el votante socialista moderado debería, en pura coherencia ideológica, votar a Ciudadanos y no a un PSOE comunistizado, si su visión de los espacios ideológicos no estuviese confundida por la propaganda. Manuel Valls no está promocionando a Sánchez, sino a Rivera.

El PP es pintado por la propaganda como «la derechona». Nada más ridículo, dejando a un lado lo estúpido del adjetivo. Hoy el PP es un partido sin identidad, que trata de copiar identidades ajenas, y por eso los votantes prefieren los originales a la copia. Ha asumido todas las posiciones ideológicas herencia de Zapatero: ideología de género, aborto, etc. Ningún partido ha creado leyes de ideología de género como las del PP en Madrid y Galicia, por ejemplo. Ha negociado con los filo-terroristas exactamente igual que el PSOE. En economía se ha basado en gasto público e impuestos, como el PSOE. Ha tenido la mano floja con los independentistas, en lo que tampoco se ha diferenciado mucho del PSOE, a pesar de un 155 muy aguado. ¿Dónde está la derechona?

Vox, finalmente, es pintado como «la extrema derecha», cuando en realidad está ocupando el espacio que en su día ocupó el PP anterior a Rajoy, con el fundamento ideológico de la unidad y la soberanía de España, fundamento perfectamente legítimo aunque no se esté de acuerdo con él. ¿O es que vamos a caer en la trampa de considerar ilegítimo todo aquello con lo que no estamos de acuerdo? Porque, en ese caso, todo el tinglado de la democracia se derrumba, que es lo que realmente está pasando. La única exclusión de la legitimidad democrática es la de aquellos que pretenden romper las reglas del juego por la violencia, y en eso Podemos y la extrema izquierda pueden dar lecciones a cualquiera, pues ellos y el PSOE de Sánchez son los únicos que han desautorizado la voluntad popular expresada en las urnas cuando han perdido unas elecciones. La democracia sólo es buena cuando yo gano: ese es el auténtico «extremismo».

En fin, cuando un país se deja dominar por la propaganda, podemos ir escribiéndole el epitafio. Por eso, y teniendo en cuenta la realidad sociológica de este país, ¿qué nos dicen las estimaciones electorales sobre lo que va probablemente a suceder el 28 A?

Las estimaciones electorales muestran un equilibrio en número de votos entre la izquierda y el llamado impropiamente centro-derecha, pero el número de escaños, incluso tal vez por mayoría absoluta, es claramente favorable a la izquierda + independentistas. La razón es muy clara. El PSOE radicalizado desde el gobierno de Zapatero, y mucho más aún con Sánchez, no representa ninguna diferencia programática con relación a Podemos y a Izquierda Unida; es un conjunto homogéneo que podríamos calificar perfectamente como extrema izquierda. Los independentismos se suman sin duda alguna a ese bloque que les resulta extremamente favorable para sus intereses. Por tanto, todo el voto de ese bloque puede convertirse en un voto útil centrado en el PSOE, especialmente desde un Podemos en descomposición.

Por el contrario, los tres partidos del supuesto «centro-derecha» son radicalmente distintos e incompatibles, y sus votos no son para nada intercambiables. Ciudadanos es un partido globalista, el Macron español, totalmente alineado con el modelo Bilderberg. Vox es un partido identitario y soberanista, el extremo opuesto al globalismo; de ahí la obsesión de Rivera y de Valls por vetarlo. El PP, que en su tiempo fue un partido conservador tradicional, fue convertido por Rajoy en un partido globalista, expulsando a todos sus elementos conservadores, lo que le supuso la pérdida de todo el electorado conservador que constituía su base principal. Ahora Casado está intentando llevarlo al centro, sin identificarse con el globalismo pero tampoco con el conservadurismo, intentando conservar ciertos elementos «socialdemócratas» para no perder voto de centro-izquierda. En definitiva, hoy el PP no es nada, ni una cosa ni otra, ni conservador, ni globalista ni socialdemócrata. Está en la absoluta indefinición, y por eso no atrae a nadie de los que lo abandonaron: los conservadores pasan a Vox y los socialdemócratas a Ciudadanos.

En este estado de cosas, y con el elemento decisivo de una ley electoral que castiga fuertemente el fraccionamiento del voto, la victoria del bloque de izquierda + independentistas es muy probable. Es el castigo muy merecido a una derecha vergonzante que se ha traicionado a sí misma. La historia no perdona las traiciones, como tampoco perdonará ese regreso del PSOE a posiciones largocaballeristas, aunque ahora le salga bien. Su radical incapacidad para gestionar le terminará pasando factura. Lo malo es que esa factura la pagaremos todos con creces. Dios nos asista.

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