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Globalización: ¿Hacia un mundo mejor?

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La globalización, de la que Occidente y todo el resto del mundo está completamente presente, es cada vez más cuestionada. En Estados Unidos y en la Unión Europea las voces discordantes con el actual modelo económico se multiplican. Un mayor control del ingreso de personas extranjeras o la aplicación de medidas proteccionistas en los mercados domésticos son algunos de los argumentos.

A raíz de la creciente popularidad de esta cuestión, CaixaBank Research ha realizado un estudio para poder sintetizar los aspectos positivos y negativos de la implantación durante las últimas décadas de la globalización.

Más oportunidades para los empresarios

El artículo desengrana puntos interesantes sobre los efectos positivos de la globalización. El primer beneficio para nuestra sociedad es el knowledge spillover, la difusión del conocimiento. Los flujos globalizadores permiten la difusión de nuevas ideas, que, a su vez, favorecen mejoras de productividad en los países receptores de dichos flujos y también en países terceros y, en consecuencia, mejoras del bienestar global. Una característica que hace que este canal sea especialmente relevante es que el conocimiento es un factor de producción que puede ser usado simultáneamente por distintas personas en diferentes países.

El aumento de oportunidades, gracias a la apertura de las fronteras, permite a los empresas más posibilidades para poder explotar sus ideas. Así a los beneficios procedentes de las ventas locales se añaden los de las ventas al exterior. Este mayor tamaño de mercado incentiva a las empresas a crecer y adquirir mayores conocimientos, lo cual aumenta la productividad del país y, con ello, el crecimiento económico.

Este efecto, no obstante, tiene una contrapartida directa y es que, a nivel local, en esta economía más globalizada, el mayor beneficio que pueden obtener las empresas fruto de una mayor demanda puede ser contrarrestado por la pérdida de cuota de mercado ante la competencia de las empresas extranjeras. Ello da lugar al «efecto competencia» de la globalización, y, contrariamente al efecto escala, puede desincentivar la obtención de mayores conocimientos por parte de algunas empresas.

Más crecimiento, más desigualdad

A pesar de las probadas mejoras sobre el bienestar que se derivan del fenómeno de la globalización, puede ocurrir y, de hecho, ocurre, que este mayor bienestar no se distribuya de manera equitativa entre todos los individuos: algunos no solo no se benefician sino que salen perjudicados. Son los perdedores de la globalización.

En este caso, también podemos identificar distintas vías de afectación. La principal surge del aumento de la competencia directa que sufren ciertos grupos de trabajadores (en general, poco cualificados) ante la posibilidad para las empresas de los países desarrollados de deslocalizar parte de su producción en los países emergentes (con unos costes laborales mucho menores). Ello puede comportar la reducción de la demanda de trabajadores locales y, por ende, de su salario.

Existe un efecto que ejerce cierto contrapeso, no obstante, a esta situación desfavorable: la empresa que se decanta por la opción del offshoring (ya sea vía deslocalización, ya sea vía contratación externa) podrá disminuir sus costes y aumentar así su productividad.

Ante esta situación, los incentivos de la empresa para expandirse crecerán, lo cual puede incrementar la demanda de trabajadores (tanto cualificados como no cualificados) en el país de origen y, con ello, su remuneración. Por último, esta disminución de costes de las empresas que optan por el offhsoring conduce a una disminución de los precios de los bienes y servicios finales producidos por dichas empresas, lo cual supone un aumento de los salarios reales de todos los trabajadores locales.

Más allá de los costes en el ámbito laboral, algunos estudios se han centrado en las consecuencias negativas sobre el estado de salud de los trabajadores. La pérdida de empleo o la reducción de los salarios pueden derivar en situaciones de depresión. Asimismo, para aquellos trabajadores que no han sufrido la pérdida de su empleo e incluso han podido mantener su remuneración intacta, la nueva situación de mayor competencia que sufren sus empresas puede afectar de manera sustancial a su jornada laboral (tanto en términos de tareas como en términos de horarios) y desembocar en situaciones de estrés laboral.

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