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Intelectuales alemanes se rebelan contra las expresiones «ridículas» del lenguaje de género

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Religión en Libertad se hace eco del Manifiesto aparecido en Alemania contra el «lenguaje inclusivo», en realidad un lenguaje absurdo, ridículo y que no beneficia a nadie:

«Los ataques a la gramática para cumplir las exigencias del feminismo y la ideología de género son moneda común entre los personajes públicos, obligados a pagar el peaje de la corrección política. En lo anecdótico están los «jóvenes» y «jóvenas» de Carmen Romero en 1997, los «miembros» y «miembras» de Bibiana Aido en 2008 o los «portavoces» y «portavozas» de Irene Montero en 2018.

Pero más sustancial es su traducción al lenguaje jurídico, desde el lenguaje inclusivo en el que está redactada la Constitución bolivariana de Venezuela, con artículos de fatigosa lectura, a la supresión de los términos «padre» y «madre» en el Registro Civil, sustituidos por «progenitor 1» y «progenitor 2», pasando por la advertencia dictada contra los médicos británicos para que no denominen «madres» a las «personas» embarazadas, o la obligatoriedad de referirse a los transexuales con el pronombre que ellos desean, circunstancia que sirvió al menos para hacer mundialmente célebre al profesor que plantó cara, Jordan Peterson.

El gobierno francés ha frenado esta deriva, al menos en los textos oficiales, prohibiendo en ellos la jerga de género, y en Alemania empieza también a haber una reacción.

Un centenar de personajes públicos han firmado un manifiesto en Alemania pidiendo que se ponga coto a estos atentados lingüísticos, difundido por la Verein Deutsche Sprache [Asociación de la Lengua Alemana]. Lleva fecha del 6 de marzo y en el momento de redactarse estas líneas se acerca a las 26.000 adhesiones, con un crecimiento muy rápido.

Uno de los signatarios es la secretario de Estado de Digitalización, Dorothee Bär, quien, según recoge Rosalía Sánchez en ABC, afirma que «hemos llegado a un punto gaga del uso del lenguaje que no creo, sinceramente, que sirva para nada a las mujeres» y solamente complica la comprensión de frases escritas llenas de guiones, asteriscos y teminaciones duplicadas. 

El manifiesto lleva la firma, como responsables e impulsores del texto, del presidente de la Asociación de la Lengua Alemana, Walter Krämer; del presidente de la Asociación Alemana de Maestros, Josef Kraus; de la escritora Monika Maron, primero colaboradora y luego víctima de la Stasi (la policía política de la Alemania comunista); y Wolf Schneider, ganador del Premio de los Medios a la Cultura del Idioma y el formador de periodistas más famoso de Alemania.

Entre los firmantes hay periodistas, artistas, profesionales de toda índole, profesores de diversas especialidades… Algunos nombres destacados son las escritoras Angelika Klüssendorf y Cora Stephan, el filósofo Rüdiger Safranski, el novelista Peter Schneider, el actor Dieter Hallervorden, el ex director de Bild Zeitung Kai Diekmann y el director de los servicios de inteligencia alemanes Hans-Georg Maassen.

El documento se autodefine como «un llamamiento a la resistencia», y señala cuatro errores en la aplicación de la ideología de género al lenguaje: «El denominado lenguaje inclusivo se basa, en primer lugar, en un error general; en segundo lugar, da lugar a estructuras lingüísticas ridículas; en tercer lugar, no puede sostenerse de forma coherente; y en cuarto, no contribuye a mejorar la posición de las mujeres en la sociedad«.

El error general es que «no existe una conexión fija entre el lenguaje gramatical y el sexo«. Cita, por ejemplo, «la jirafa», que es femenino aun referido a los machos, o «el caballo», que en alemán (donde hay tres géneros gramaticales: masculino, femenino y neutro) es de género neutro. Como explica Walter Krämer, «hay una diferencia entre género y sexo. El género es simplemente una forma de repartir los sustantivos en cajas. En alemán tenemos tres, en francés y español dos, en inglés solo uno. Pero es un error histórico considerar que todas las palabras que terminan en el cajón que utiliza el artículo masculino correspondan intrínsecamente a seres de género masculino. Eso sucede porque en algún momento la palabra ‘género’ se tradujo como ‘género gramatical’. Esa fue una traducción completamente errónea y ha derivado ahora en una lucha encarnizada contra la propia lengua».

El manifiesto cita luego algunos ejemplos de «construcciones lingüísticas ridículas» en alemán, entre las cuales cabe destacar la que, para referirse a los piratas aéreos de sexo femenino, obligaría a hablar de «piratas» y «piratinas».

También señala el documento que es imposible una coherencia «de género» absoluta, que haría literalmente insoportable ver la televisión. O ¿qué extensión adquirirían los prospectos farmacéuticos si tuviesen que duplicar el género de todas las expresiones?

Por último, el lenguaje de género no mejora la situación de la mujer: en la Ley Fundamental de Bonn [Constitución alemana], explican, hay hasta veinte referencias al Canciller en masculino, «y eso no le ha impedido a Angela Merkel serlo varias veces», ironizan.

«Hacemos un llamamiento a políticos, autoridades, empresas, sindicatos, comités de empresa y periodistas: ¡defiendan el idioma alemán contra estas tonterías de género!«, concluye el manifiesto.

Otra de las incoherencias que se han señalado al lenguaje inclusivo es que normalmente quienes lo defienden son partidarios de la no-normatividad de las reglas del lenguaje, y de que el habla popular se imponga sobre la decisiones de las Academias. La realidad evidencia que nadie habla lenguaje inclusivo de forma natural y pretende ser impuesto de forma coactiva a millones de personas que no lo usan jamás.»

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