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La agresión del feminismo de género

Editorial

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De una manera sistemática y generalizada se está produciendo una agresión del feminismo de género que está destruyendo aquello que es decisivo para la sociedad: la convivencia entre hombres y mujeres, transformando toda relación en un litigio, convirtiendo la opinión publicada en un tribunal paralelo que absuelve o condena en función de si el sujeto es una mujer, y transformado las leyes para castigar desproporcionadamente al hombre por el simple hecho de serlo.

La punición contra el hombre empezó con la ley contra la violencia de género. Si en una discusión sobre tráfico un hombre pega a una mujer, la justicia contemplará el caso como mucho menos grave que si es la pareja quien le da la bofetada. Si un hombre y una mujer cometen una misma trasgresión en su relación de pareja, lo que en la mujer puede quedar como simple falta, en el hombre será delito penal, e incluso puede entrar en prisión, donde es ya uno de los grupos más numerosos después de los condenados por asuntos de drogas.

Ahora mismo, la nueva legislación cometerá la brutalidad de liquidar la patria potestad del hombre si este es condenado por violencia de género. Así se privará a los hijos del padre, porque este es el razonamiento, estos han de conocer la gravedad de lo que ha hecho. Lo único que sucede es que, en cualquier otro delito, incluido el asesinato esto no funciona así y la patria potestad no se pierde. ¿Es que a ojos de los hijos debe percibirse como menos grave matar que haber pegado en un acto de furia a tu mujer?

Interior quiere reunir a culpables y víctimas de delitos de odio para procurar el arrepentimiento y la reinserción, pero esta lógica de trasfondo reconciliador, no se aplica a los delitos cometidos en la relación de pareja. ¿Por qué?

¿Por qué están absolutamente abandonadas, son desconocidas de la mayoría, las instancias de conciliación ante el conflicto, mientras crece y crece la asignación económica para la persecución y protección policial, y las subvenciones a agresivos grupos feministas que practican un verdadero mensaje de odio hacia los hombres?

Los periódicos, con El País al frente porque se ha convertido en punta de lanza del feminismo de género, llenan cada día páginas y páginas de informaciones dirigidas a formatear las mentes en la dirección que quiere aquella ideología caza hombres.

Todo ha de ser paridad, pero las pruebas físicas para profesiones de riesgo han de ser distintas, menos exigentes para las mujeres. Todo ha de ser paridad, excepto en aquellas profesiones donde la mujer es mayoría clara. ¿Se quiere mayor abandono que el que sufren el abandono, el fracaso escolar, y los jóvenes que ni estudian ni trabajan? Si fueran chicas ya estarían hablando de un “discriminación de género”

El candidato al Tribunal Supremo el juez Kavanaugh está en la picota por las acusaciones de unas mujeres solo por el valor de su palabra ante hechos que han permanecido sin denunciar durante más de 30 años, y a pesar de que el juez tenga acreditada una vida ejemplar. Es igual, solo con que una mujer levante la voz, los lobos se lanzan sobre la presa. El presidente electo de México, Lopez Obrador, está sujeto a la primera y dura crítica porque llamo “corazoncito” a una periodista, y le dio un beso en la mejilla a otra como respuesta a una pregunta. Si la ministra de justicia fuera hombre, después de las grabaciones que han salido a la luz y de sus relaciones con el excomisario Villarejo ya estaría cesada, pero no, Sánchez y el PSOE cierran filas a quien ha llamado “maricón“ a Marlaska, ha explicado que vio a jueces cenando con menores en Colombia, cuando ella era fiscal, y no pasa nada. Y Andalucía revisa los libros escolares para asegurar la igualdad de género, es decir, implanta la censura.

En fin, el bombardeo diario es brutal.

Pero, ante todo eso hay que decir que los responsables no son las feministas de la caza humana, sino los partidos y los gobiernos, que han encontrado en este relato una forma de distraer la atención, enmascarar el abordaje de los graves problemas irresueltos: la desigualdad económica creciente, el déficit estructural de las pensiones, la crisis de una sociedad sin hijos, el crecimiento de un sentimiento popular contra la emigración, que no existía, la incapacidad de los partidos para alcanzar acuerdos de Estado.

Nos están construyendo un mundo feliz donde lo que se quema no son libros, sino hombres.

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