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Michael Sandel y la eutanasia

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Sandel, Premio Princesa de Asturias, en sin duda uno de los filósofos más notorios y notables de hoy en día. No solo eso, su fama como profesor rebasa en mucho las dimensiones de la Universidad de Harvard donde imparte docencia y llega a ser un fenómeno global, con 30 millones de seguidores en la red.

Sandel es bien recibido por amplios ámbitos de la política e intelectualidad española, y esta circunstancia es una buena oportunidad para conocer sus posiciones filosóficas, especialmente en las cuestiones controvertidas. Una de ellas, de singular actualidad e importancia, es la legislación sobre el suicidio asistido y la eutanasia.

Sandel razona en estos términos:

“El énfasis de estos filósofos (se refiere a un grupo de importantes filósofos liberales; Ronald Dworkin –de las universidades de Oxford y Nueva York-, Thomas Nagel –de la Universidad de Nueva York-, Robert Nozick –de Harvard-, John Rawls –de Harvard-, Thomas Scanlon –de Harvard- y Judith Jarvi Thomson –del MIT)) en la autonomía y la libertad de elección implica que la vida es propiedad de la persona que la vive. Pero esta ética discrepa de una gran diversidad de perspectivas morales que contemplan la vida como un don del que nosotros somos custodios y que nos impone una serie de deberes. Esas perspectivas rechazan que pueda darse cualquier uso a la vida, ni siquiera por parte del individuo de cuya vida hablamos. Lejos de ser neutral, la ética de la autonomía invocada en el mencionado informe se aparta tanto de un sinfín de tradiciones religiosas como de las opiniones de los fundadores de la filosofía política liberal, John Locke e Immanuel Kant. Locke y Kant se oponían al derecho al suicidio y ambos rechazaban que nuestras vidas fuesen posesiones de las que pudiéramos disponer a nuestra voluntad. En la medida en que el derecho a la vida y a la libertad es inalienable -sostenía Locke- no podemos vendernos a nosotros mismos como esclavos ni tampoco suicidarnos: nadie puede dar más poder del que tiene, y a aquel que no puede quitarse su propia vida tampoco puede ceder a otro el poder sobre ella”.

Kant sostiene, cita Sandel, que el respeto a la autonomía implica una serie de deberes hacia uno mismo y hacia los demás, entre los que destaca la obligación de tratar a la humanidad como un fin en sí. Este deber restringe también el modo en que una persona puede tratarse a sí misma. Según Kant, el asesinato está mal porque utiliza a la víctima como un medio en vez de respetarla como un fin en sí. Pero lo mismo se puede decir del suicidio” (…) Si una persona “pone fin a su propia vida para escapar de una situación dolorosa”, escribió, “está haciendo uso de una persona únicamente como un medio para hacer que su propia vida sea más tolerable. Pero el hombre no es una cosa; no es algo que se pueda utilizar como un medio: en sus acciones debe ser siempre considerado como un fin en sí”. Kant concluía que una persona no tiene más derecho a matarse a sí misma que a matar a otra.

El hecho de que una persona quiera morir no hace que matarla sea moralmente permisible, aun cuando su deseo esté bien informado y no sea producto de coacción alguna. Los filósofos podrían responder que permitir el suicidio asistido no hace daño a quienes lo encuentran moralmente censurable (…) Pero esta respuesta pasaría por alto hasta qué punto los cambios en la legislación pueden comportar cambios en la forma como nos concebimos a nosotros mismos

El nuevo régimen no serviría únicamente para ampliar el actual abanico de opciones, sino que alentaría también la tendencia a entender la vida como una posesión antes que como un don. Podría aumentar el prestigio que atribuimos a las vidas autónomas e independientes. Habría que ver, entonces, cómo afectaría ese cambio a políticas como las dedicadas a la tercera edad, las personas discapacitadas, la pobreza y las personas enfermas, o cómo influiría sobre las actitudes de los médicos hacia sus pacientes, o las de los hijos hacia sus padres mayores”.

Sandel, como antes que él muchos grandes filósofos, ha rechazado la muerte como solución, porque conlleva un cambio decisivo de mentalidad sobre el hecho humano, donde se introduce, como en un pasado lejano, un criterio de calidad. Hay vidas que no vale la pena que sigan viviendo, en lugar de plantearse como dotar de calidad a dichas vidas. La eutanasia es una solución al problema del tipo que lanza el agua del barreño con el niño dentro.

Sandel, Michael J. (2018). Filosofía Pública. Ensayos sobre moral en política. Marbot Ediciones.  (Págs. 159-163)


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