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Pentecostés: la venida del Espíritu Santo en la pintura occidental

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La Venida del Espíritu Santo es un hecho narrado en los Hechos de los Apóstoles, 2, 1-13, de la siguiente manera:

“Cuando llegó el día de Pentecostés se encontraban reunidos todos juntos. De repente, como si apareciera un viento impetuoso, se sintió un temblor del cielo que llenó toda la casa en la que se encontraban sentados. Entonces se les aparecieron como unas lenguas de fuego que se dividían y se situaban sobre cada uno. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en diversas lenguas, tal como el Espíritu les concedía expresarse”.

 

Es la realización de una profecía del Antiguo Testamento, una profecía del profeta Joel. Se celebra cincuenta días después de la Pascua de resurrección. Se relacionaba con la Ascensión hasta los primeros siglos.

Es, también, el nacimiento de la Iglesia, para que los dones del Espíritu se extiendan por todo el orbe. Representa este espíritu de la Iglesia, “todos juntos” en un “mismo lugar”. Después de la Ascensión, eran los Apóstoles quienes debían seguir su mandato, a través de la Iglesia, el día de Pentecostés.

El Espíritu y sus dones descienden de la boca de la paloma y se posan sobre la Virgen y los Apóstoles, que reciben los dones del Espíritu Santo.

En la Edad Media, cuando no se representaba en la escena a la Virgen, San Pedro era el personaje central. Más tarde, desde el siglo XVI, la Virgen sería el personaje principal. Centramos esta imagen para nuestra obra de comentario, la venida del Espíritu Santo, obra de El Greco, pintada entre 1605 y 1610, y ubicada en el Museo del Prado.

Cristo, protagonista principal del cuadro

Para algunos estudiosos no es una escena de la Glorificación de Cristo, aunque Cristo es el protagonista porque envía el Espíritu Santo. San Juan narra con detalle la promesa de Cristo a los apóstoles, que les enviará el “Paráclito”, el “Espíritu de verdad”. Y después de resucitado les dijo: “Recibid el Espíritu Santo…” (Jn 14, 16; 15, 26; 20, 22). También lo remarca San Mateo, en palabras del Bautista. Cristo es el personaje principal de Pentecostés, aunque no aparece físicamente en la escena.

Pentecostés es el cumplimiento de la misión encomendada a los Apóstoles, el predicar a todos los pueblos. Pentecostés es una narración de los Hechos de los Apóstoles, HC 2, 1-41. “Fueron llenos del Espíritu Santo y hablaban en diferentes lenguas” y todos se entendían. Es una narración de gran simbolismo, un fuerte viento que lo cubrió todo, la llama, la luz, “lenguas de fuego”.

Se cumplen las profecías del Antiguo Testamento, y al mismo tiempo, se relacionan, una vez más, el Antiguo y el Nuevo Testamento, porque Cristo viene a dar cumplimiento, no a abolir la ley. Antes, fue Babel el caos y el desorden, ahora, el Espíritu Santo, la predicación al mundo, a través del don de las lenguas.

El nacimiento de la Iglesia

Es la fiesta colectiva de los Apóstoles, celebrada en la iglesia románica, iglesia de peregrinación, de San Saturnino de Toulouse, Saint Sernin, que se preciaba de tener las reliquias del Colegio Apostólico. Sería el nacimiento de la Iglesia.

La escena suele representarse de dos maneras: una, con la Virgen María, y otra, sólo con los Apóstoles. En la primera, la Virgen ocupa un lugar central, porque ya había recibido el Espíritu Santo en la Anunciación.

Un fresco de Pentecostés de Giotto di Bondone, de entre 1303 y 1305

Aunque no se cita su presencia en los evangelios, los Hechos relatan que los Apóstoles “perseveraban en la oración con María, madre de Jesús” (Hc 1, 14). Este protagonismo de María también lo encontramos en la Ascensión, en medio de los Apóstoles, Madre adoptiva de San Juan y madre espiritual de los Apóstoles “Regina Apostolorum” como se reza en las letanías del Rosario.

María es el símbolo de la Iglesia, por eso participa del milagro de Pentecostés y la escena suele representar a María entre los Apóstoles, que están dialogando entre ellos con gran entusiasmo.

En las representaciones de los Apóstoles solos, el Espíritu, en forma de paloma, está sobre ellos y emite sus rayos de luz, lo llena del Espíritu Santo y les lanza siete haces de luz, los siete dones del Espíritu Santo. A veces, la paloma ha sido reemplazada por la Mano de Dios, cuyos dedos emiten los rayos de luz. Es el símbolo de la inspiración divina, la luz de Dios.

En Bizancio, los diferentes pueblos y lenguas son representados por el cosmos, el mundo, como un rey coronado. Esta escena no existe en el arte occidental.

Desde el siglo VI vemos Evangeliarios, biblias, bajorrelieves, algún capitel y vidrieras. Como obras más representativas de la pintura, conviene destacar a Bárnaba de Módena en el siglo XIV; Pedro Serra, en el retablo de la Catedral de Manresa (Barcelona), pintado en 1394; Jean Fouquet, en el siglo XIV; y Tiziano y el Greco, en el Museo del Prado.

El Pentecostés de El Greco

El Greco, Domenicos Theotokopuli, nació en la isla de Creta en 1541. Hacia 1570 trabajó en el taller de Tiziano, y después de una temporada en Roma, viajó a Madrid, y en 1577 ya estaba en Toledo, la ciudad que le acogió y en la que trabajó muchos años.

Parece ser que tenía una sólida formación humanística y que sus conocimientos abarcaban la literatura, historia, filosofía y teología. Disponía de una nutrida biblioteca, tal como consta en los inventarios y era conocido y valorado por sus contemporáneos.

Artista de gran formación religiosa, no aceptaba la representación de lo divino al estilo del Renacimiento, y comenzó un estilo más abstracto y místico, adelantándose en siglos a los contemporáneos. La luz y el color de la composición, y de todas sus obras son un reflejo de la luz divina, del profundo sentido religioso del artista.

Toda su obra es pura mística, los cuerpos alargados, la expresión de los rostros, el sentido interior, el contraste de los colores, el gesto, la expresión maravillosa de las manos, esas miradas devotas, confiadas que miran hacia lo alto para recibir el Espíritu Santo.

El espacio es perfecto, sólo los personajes de la escena, sin ningún detalle que distraiga al espectador. Ningún elemento accesorio en una escena en la que los personajes, María y los Apóstoles, miran hacia lo alto con admiración, extasiados, en oración, todos juntos formando “Iglesia”.

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