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¿Por qué fue “Juana de Arco” el libro favorito de Mark Twain entre todas sus obras?

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La Dra. Kelly Scott Franklin, escritora y profesora asistente de inglés en Hillsdale College, nos presenta uno de los casos literarios más misteriosos: un escéptico religioso rindiéndose ante una santa muy singular.

Cuando Mark Twain escribió una novela sobre Santa Juana de Arco nos dejó uno de los grandes acertijos de la literatura estadounidense.

Twain sabía que el libro confundiría a los lectores que esperaban su estilo habitual: cuando Harper’s Magazine publicó por primera vez las entregas de la novela a partir de 1895, insistió en que se publicara de forma anónima.

Hoy, los admiradores de Twain aún se encuentran rascándose la cabeza. ¿Cómo llegó el creador de íconos estadounidenses como Tom Sawyer y Huckleberry Finn a escribir la vida y la muerte de una chica francesa del siglo XV? ¿Por qué un hombre con una relación tan complicada con el cristianismo escribiría una novela tan sincera sobre un mártir católico? ¿Desde cuándo el gran humorista estadounidense se convirtió en hagiógrafo?

Los misterios se multiplican cuando abrimos el libro. No encontramos casi nada parecido al brillo vernáculo o al humor escandaloso de las obras más conocidas de Twain. Su investigación es meticulosa; su prosa sigue siendo predominantemente seria, incluso reverente, mientras hace una biografía novelesca de la niña conocida como la “Doncella de Orleans”. Además, Twain afirmó que Juana de Arco era su favorita entre todos sus muchos libros, e insistió en su autobiografía: “Escribí el libro por amor, no por dinero“. Es una novela enorme, que le llevó, según sus propios cálculos, a más de una década de investigación y preparación. Y en cada página encontramos la gran admiración del autor por esta visionaria santa católica.

La historia comienza con Juana, una simple campesina en el tranquilo pueblo de Domremy. Francia se ha visto desgarrada por la sangrienta Guerra de los Cien Años con Inglaterra. Carlos VII, el legítimo rey de Francia, permanece inmóvil e influenciado por un tribunal corrupto. Pero Dios tiene un plan para Juana y un plan para Francia. Dirigida por lo que ella llama sus “Voces” -visiones e instrucciones milagrosas de San Miguel y otros santos-, Juana se presenta al rey con el mensaje de que Dios la ha enviado a salvar a Francia.

Y Francia comienza a despertar. Una y otra vez, los ejércitos ingleses son derrotados por Juana. Una por una, las fortificaciones inglesas caen. Los pueblos oprimidos de Francia tienen esperanza otra vez y Dios lucha contra los invasores ingleses a través de la espada de una jovencita con deslumbrante armadura blanca.

Los hechos de la historia parecen más extraños que la ficción, pero todos son verdad. Twain más tarde insistió: “Nunca le atribuí un acto a la Doncella que no fuera estrictamente histórico, y nunca le puse una frase en la boca que ella no había pronunciado“.

Para Twain, parte del genio de Juana reside en su fe simple en Dios. Confiada en su poder para superar todos los obstáculos, Juana abraza su llamada. “Estoy lista”, dice ella, “no retrocederé, Dios ayudándome, hasta que se suelte el yugo inglés de la garganta de Francia”. Y habrá obstáculos, porque Juana se enfrenta a la ineptitud, la oposición e incluso el engaño de dentro de las filas de su propio ejército.

Pero Twain también parece atraído por los dones milagrosos de Juana. Aunque es un realista literario y un escéptico religioso, el autor no obstante trata todas las visiones y profecías de Juana con notable seriedad.  Juana predice que una espada misteriosa se encontrará enterrada detrás del altar de una iglesia. Profetiza sus victorias e incluso cuándo será herida en la batalla.

De hecho, parte de la mística de Juana para Twain es la evidencia aparentemente irrefutable del poder sobrenatural de Dios en su vida y carrera. El escepticismo de Twain podría llevarlo a levantar una ceja ante la religión organizada, pero como realista literario desea representar la realidad tal como es realmente. Por sí mismo, el éxito militar singular de Juana no puede explicarse por completo. Más allá de eso, para Twain los documentos del famoso juicio de Juana en 1431 y los procedimientos de “rehabilitación” después de su muerte representan una fuente completa, legal y confiable para su biografía. Lo que surge de estos extensos documentos de prueba, testimonios oculares y manuscritos es simplemente Santa Juana de Arco, con toda su santidad, sus profecías y sus visiones. Y los hechos apuntan inequívocamente al poder de Dios. Es como si el compromiso de Twain con el realismo derrotara a su escepticismo.

Mark Twain todavía estaba vivo cuando la Iglesia beatificó a Juana de Arco en 1909. Hasta cierto punto, su novela sigue siendo un desconcertante acto de devoción de un hombre complejo. Para el gran autor estadounidense, no había nadie como Santa Juana. Él se maravilló de su confianza en la Voluntad de Dios, de su coraje, de su simplicidad. Y en ella vio un ejemplo para todos los tiempos. Podemos escuchar la propia voz de Twain en las palabras de su narrador que describe a Juana: “Le llevó seis mil años producirla; como ella no se verá en la tierra otra vez en cincuenta mil. Tal es mi opinión“.

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