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¿Prepara Stephen Hawking su suicidio asistido?, sigue vivo porque su esposa cristiana pidió que no le desconectaran

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De su cuerpo sólo queda un movimiento: el músculo de su mejilla derecha. Con este y gracias a un sensor que Stephen Hawking tiene en sus gafas y a la inteligencia que despliega la silla de ruedas que le ha creado Intel, se comunica con el mundo. El día que la esclerosis lateral amiotrófica le termine de paralizar el rostro, el físico más famoso del mundo tendría tomada su decisión: acudir a la eutanasia, según han informado varios medios.

Hawking, quien demostró una férrea voluntad de vivir hasta el punto de contradecir los dictámenes de los médicos que, al detectarle a los 25 años la enfermedad que lo tiene postrado en una silla de ruedas desde hace medio siglo, le pronosticaron que no llegaría a los 30, está dispuesto a recibir suicidio asistido. “Si no permitimos que los animales sufran, ¿Por qué lo permitimos con los humanos?” se preguntó el astrofísico británico en una entrevista en la BBC.

Un equipo de cinco enfermeras rodean al físico día y noche. Aunque Hawking perdió la movilidad en el 95 por ciento de su cuerpo y una traqueotomía le quitó el habla hace ya 30 años, las mujeres que lo cuidan no paran de reírse día y noche. La voz que sale por medio de un sintetizador de voz llamado Word Plus, especialmente creado para él, no se cansa de hacer chistes. La nueva silla que Intel le entregó en enero es veinte veces más rápida que la anterior, lo que ha contribuido a mantener aún más activo su corrosivo humor británico. Lo único que lo atormenta es que el cerebro se le apague antes de que termine de desenrollar la trama del universo, juego con el que mantiene su mente ocupada y le evita pensar en lo mucho que disfrutaba nadar, en sus paseos a pie por Cambridge, en las tardes soleadas en donde era el capitán del equipo de remo en su universidad.

El creador de La historia del tiempo ve cómo con el paso de los días la enfermedad le gana la batalla a su maltratado y retorcido cuerpo. Conscientes de que es imposible que exista una cura para la esclerosis amiotrófica, el Centro Médico Cedars-Sinai le proporciona cada mes un tratamiento con células madres para dilatar la devastación total.

73 años gracias a su ex esposa que cuidó de él

“¡Por favor, Señor, que Stephen esté vivo!”, fue la plegaria desesperada que Jane Wilde expresó en voz baja en 1985, cuando le dijeron por teléfono que su esposo, el ahora famoso científico Hawking, debía ser desconectado del respirador después de quedar en coma por una neumonía virulenta.

Jane recuerda esta escena en su libro Hacia el infinito, donde cuenta que se aferró a Dios como tantas otras veces. Ese Dios en el que ella siempre creyó “para resistir y mantener la esperanza” frente al ateísmo ferviente de su esposo enfermo, que despreciaba e incluso se burlaba de sus “supersticiones religiosas”, porque “la única diosa de Stephen Hawking es y siempre fue la Física”.

En una entrevista con el diario El Mundo de principio de 2015, la exesposa recuerda que los médicos suizos le dieron a entender que no había nada que hacer, y que si ella lo autorizaba, desconectarían el respirador artificial para dejarlo morir con el mínimo dolor posible. “Desconectar el respirador era impensable. ¡Qué final más ignominioso para una lucha tan heroica por la vida! ¡Qué negación de todo por lo que también yo había luchado! Mi respuesta fue rápida: Stephen debe vivir”, afirmó.

A los médicos no les quedó más que realizar una traqueotomía que salvó la vida al científico pero también le dejó sin habla, obligándole a comunicarse con la voz robótica de su sintetizador.

Jane afirma que no se equivocó al tomar esta decisión que permitió vivir al astrofísico que cumplió 73 años el 8 de enero y sigue escribiendo libros y dando conferencias en diversas partes del mundo.

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