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¿Pueden coexistir el sexo y el género en la legislación?

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La noticia de que en Estados Unidos hay planes para recuperar el sexo biológico como la forma más clara y justa de registrar a las personas ha levantado una intensa polvareda. Emily Zinos comenta la cuestión en un interesante artículo publicado en First Things:

«La noticia de que el Departamento de Salud y Servicios Humanos puede estar a punto de aclarar la definición de sexo dentro de la ley federal de derechos civiles ha alimentado el pánico existencial entre los activistas transgénero, quienes se han pasado la última semana lanzando indignados artículos de opinión por toda la web. Según el New York Times, la nota filtrada del HHS significaría «la medida más drástica hasta ahora en un esfuerzo gubernamental para revertir el reconocimiento y la protección de las personas transgénero bajo la ley federal de derechos civiles«, un sentimiento magnificado por las protestas ante la Casa Blanca y un el hashtag #WontBeErased en Twitter, donde la definición de sexo fue denunciada como innecesariamente cruel y provocó temores de que Trump instale campos de internamiento.

¿Qué es el sexo?

Se rumorea que el HHS definirá el sexo como «la condición de una persona como hombre o mujer basándose en sus rasgos biológicos inmutables identificables en el nacimiento o antes del mismo», con la prueba de esta condición determinada por «el sexo registrado en el certificado de nacimiento de una persona, tal y como se emitió originalmente… a menos que se refute por evidencia genética fiable». En otras palabras, la definición de sexo dentro de la ley federal recogería la definición de los médicos, que registran el sexo de acuerdo con los genitales externos en el 99,98 por ciento de los nacimientos. Una «evidencia genética fiable» es exactamente lo que se necesita para diagnosticar los trastornos raros del desarrollo sexual (DSD) que afectan al 0,018 por ciento de la población. Los DSD no demuestran la no existencia de una sexualidad binaria, como suelen afirmar los activistas de género, sino que son trastornos sexuales específicos que causan un desarrollo anómalo de las características sexuales. Precisamente lo contrario a «asignar» el sexo a través de una «orden burocrática», el reconocer y registrar el sexo humano a través de la observación del cuerpo es la manera más objetiva y neutral de que la ley sea precisa.

Pero el artículo del New York Times afirma que «la nueva definición eliminará el reconocimiento federal de los aproximadamente 1,4 millones de estadounidenses que han optado por reconocerse a sí mismos, ya sea quirúrgicamente o de otra manera, como un género diferente al que nacieron«. «Claramente, debe haber algo detrás de esta «nueva» definición, algo lo suficientemente potente como para infundir temor en los corazones de los activistas de género y de algunas celebridades políticos. ¿Pero, de qué se trata?

¿Y en qué se diferencia del género?

Parte de la respuesta se encuentra en la forma en que se suele definir el «género». Algunos usan la palabra para denotar un aspecto social o de comportamiento del sexo, otros la usan para referirse a los estereotipos sexuales, y muchos más la tratan como un sinónimo de «sexo». Pero cuando aparece en las leyes municipales y estatales, se convierte en una “condición mental autoreferencial” elegida, fluida y no objetivamente verificable.

El sexo tiene propiedades que son exactamente opuestas a las del género: es un estado corporal, fijo y verificable.

El sexo continuaría existiendo con o sin la bendición de la ley o incluso sin que existiera una palabra para describirlo. El «género», por otro lado, no existe fuera del ámbito del lenguaje. Ni el estado de ánimo ni la tecnología médica pueden cambiar o eliminar el sexo de uno, pero dentro de la ley, en un mundo inmaterial hecho de lenguaje, lo que es imposible para el hombre físico se hace posible para el hombre legal. Por lo tanto, podemos interpretar las airadas protestas que sostienen que una definición precisa de sexo “simplemente niega la humanidad de las personas” como una admisión de que el “género” solo existe como una definición legal (palabras) y no como una realidad material.

¿Son compatibles sexo y género en la ley?

Pero si el género puede existir dentro de la ley, ¿por qué no podemos simplemente fusionarlo junto con el sexo?

El género, por supuesto, ya ha tratado de coexistir con el sexo en una serie de políticas en todo el mundo, pero en todos y cada uno de los casos, el sexo es el que queda anulado.

Tomemos los ejemplos de Terry Miller y Andraya Yearwood, atletas masculinos de secundaria que se identifican como de “género” femenino y compiten en el equipo de atletismo femenino. Como era de esperar, ambos superaron a sus competidores con su velocidad masculina, llevándose a casa los trofeos de primer y segundo lugar en una reciente competición estatal. Con el «género» como el principio determinante para la elegibilidad del equipo, las ventajas y limitaciones que el sexo confiere al cuerpo simplemente no importan porque el cuerpo no importa. Una vez que una política incluye el «género», no solo ignora el cuerpo sexuado de los individuos que afirman una «identidad de género»; las políticas desplegadas necesariamente ignorarán el cuerpo sexuado de cada persona afectada. Dicho de otra manera, cuando aunque sea solamente un hombre es incluido en un equipo deportivo femenino debido a su elección de un «género» femenino, ya no se trata de un equipo deportivo femenino. La categoría de sexo se derrumba por completo. Solo excluyendo el género y fundando la identidad legal humana en el cuerpo sexuado, podrá la ley proteger el juego limpio en el deporte femenino, recopilar datos demográficos precisos y estadísticas de delitos, y preservar instalaciones para personas de un solo sexo, como baños, cárceles y refugios para personas sin hogar.

Clarificar por escrito la definición de sexo se reduce a una cosa: el sexo y el género, sencillamente, no pueden coexistir dentro de la ley. Seremos gobernados como seres sexuados y corporales, o seremos gobernados como estados puramente mentales.

En el caso de que la filtración finalmente se concrete, habrá que elogiar al HHS por tomar medidas para garantizar que la ley nos vea como somos, sin importar cómo nos identifiquemos

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