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Religión-ficción: Las crónicas de Narnia

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Cuando es muy tonta, la gente muy seria cree que no se puede jugar con la Biblia. Pero un hombre serio como ninguno, inteligente como pocos, se puso a jugar con ella y le salió algo hermoso.

Como la Biblia, Las crónicas de Narnia de C. S. Lewis cuentan la historia de alguien haciendo cosas que nadie esperaba. Narran la historia de un pueblo y su relación con Dios. Como en la Biblia, lo más interesante no es lo ordinario, lo normal, lo previsible, que el pueblo se extravíe y se pierda, que idolatre, perjure, mate y robe, sino cómo el Dios de Narnia, un león de nombre Aslan, sale, corre y encuentra al pueblo, de modo extraordinario, anormal e imprevisible.

Así como Dios revela su personalidad en la Biblia a través de diversos encuentros personales, con Adán, con Abraham, con los profetas de Antiguo Testamento, con los Magos del Oriente, con Martha y María, con el Centurión, con Pedro, etcétera, la personalidad de Aslan se desarrolla encontrándose con seres dotados de inteligencia y voluntad que se topan frente a frente con el León.

A lo largo de Las crónicas, el León se encuentra, como Dios con Israel, con hombres que él, por capricho, escogió: los miembros de la familia Pevensie y sus amigos. Los Pevensie son Peter, Lucy, Susan y un traidor, Edmund. Son a Narnia lo que el rey Arturo es a Inglaterra o Quetzalcóatl a los mexica: el recuerdo y la leyenda de alguien de otro mundo que vino a ayudarnos a este mundo en nuestra hora más oscura.

Como Dios, el León hace lo que se le viene en gana. Sólo el León puede abrir y cerrar la puerta que conduce a Narnia. Por eso, Las crónicas son siete libros que tratan sobre la vocación, sobre Aslan que llama a unos hijos de hombre, y con el llamado de su voz los hace cruzar por una puerta que de otro modo estaría cerrada.  Las crónicas de Narnia no son libros de magia. No hay ningún control por parte de los Pevensie, ni hay técnicas ni abracadabras que valgan. Sólo el León sabe y decide cuándo y a quién y para qué va a abrir la puerta.

Las crónicas de Narnia desarrollan la personalidad del León de la misma forma progresiva en que la Biblia desarrolla la personalidad de Dios. Como Dios, Aslan es una persona, por tanto, se relaciona y, como cualquier relación personal, la relación con el León se vuelve más complicada conforme avanza. Como a Dios, al León no se le puede conocer por mera especulación filosófica. Se le conoce como a ese Dios a quien conocieron los hebreos, el rudimentario pueblo semita a quienes sus vecinos apodaban “los peludos”, pues tan toscos eran que, para conocer a Dios, tuvieron que conocerlo de bulto.

Al León se le conoce como un hombre conoce a Dios: poco a poco, en estira y afloja, en toma y daca, conociéndolo porque hace cosas que nadie más haría, dice cosas que nadie más diría, se le ocurren cosas que a nadie se le ocurrirían y porque piensa de cierta manera y no de otra y le gusta esto y no aquello, y tiene unos sentimientos y no otros.  Como el Dios de la Biblia, el León de Narnia es Alguien con quien podemos jugar, porque nos ama y nos quiere niños para la eternidad.

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1 Comentario. Dejar nuevo

  • Narnia es una colección de cuentos para niños y hay que acercarse a ellos con ese corazón infantil que reclama el evangelio. Pero CS Lewis es autor de otras obras, también magníficas, destinadas a una audiencia adulta, como su «Trilogía espacial», un relato de ciencia ficción que toma tintes escalofriantes como profecía del transhumanismo, o su dramática experiencia relatada en «Una pena en observación», tras la pérdida de su esposa, o las divertidas «Cartas de un diablo a su sobrino». Es una pena que para muchos, C.S. Lewis haya quedado encasillado en Narnia.

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