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Siete propuestas para combatir la soledad y aislamiento de las personas mayores

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En plenas vacaciones de verano, de nuevo millones de españoles se han desplazado al lugar elegido mientras otro numeroso colectivo, el de nuestros mayores, experimenta de manera más profunda su particular sentimiento de soledad y aislamiento.

 

El colectivo ‘Combatir la soledad de los mayores’ presenta una síntesis de la encuesta Aislamiento de vida de relación de los mayores, en la que constata que la proporción de personas que viven solas es tres veces superior a la que había en 1962, debido a la disminución de las cohabitaciones generacionales.

 

También se asegura en el estudio que, al hecho de tener una edad avanzada, haber perdido a un ser querido (cónyuge) y padecer problemas de salud, las personas mayores padecen en un gran porcentaje un sentimiento de soledad que es debido, en buena medida, a cuatro factores: falta de autoestima; no poder contar con nadie en caso de necesidad; alejamiento de la familia; y bajo nivel de recursos económicos.

 

Al mismo tiempo, desde el estudio se plantean siete estrategias y propuestas para combatir el aislamiento y la soledad: tener en cuenta la diversidad de soledades; pasar de “hacer por” a “hacer con”; reforzar la coordinación a nivel individual; fomentar las relaciones de vecindad; reforzar el capital social; promover el intercambio intergeneracional; y conservar el acceso a un sistema educativo.

 

La encuesta fue realizada desde noviembre de 2005 hasta marzo de 2006, con una muestra de unas 5.000 personas mayores de 60 años. Se trata de la mayor encuesta realizada en Francia sobre la temática de la soledad de las personas mayores.

 

Participaron en el estudio voluntarios de la Cruz Roja francesa, de la Federación de Ayuda Protestante, del Fondo Social Judío Unificado, de las religiosas de la profesión de la salud, de Cáritas Francia, de la Federación francesa de San Vicente de Paúl, y de los Hermanitos de los Pobres, entre otros. Fue financiada por el Ministerio de la Salud.

 

Por su interés, reproducimos a continuación la síntesis de la encuesta elaborada por el colectivo ‘Combatir la soledad de los mayores’: Aislamiento de vida de relación de los mayores’, por Anne-Carole Bensadon.

 

 

Aislamiento de vida de relación de los mayores

 

Soledad y aislamiento de las personas mayores

 

Mientras que el descenso de la mortalidad retarda la viudedad, la proporción de personas que viven solas es tres veces superior que en 1962, por la disminución de las cohabitaciones generacionales. El aislamiento residencial constituye pues el modo de vida más habitual en las personas de más de 60 años. Las diferencias de esperanza de vida entre hombres y mujeres contribuyen a una sociedad donde, la mayoría de las veces, “las mujeres envejecen solas, los hombres envejecen en pareja”. Una mujer de cinco de setenta y cinco años y más vive en pareja, lo que es el caso de dos hombres sobre tres en las mismas franjas de edad.

 

Pero el aislamiento social no coincide necesariamente con este aislamiento residencial y los resultados de la encuesta corroboran lo escrito sobre el incremento del aislamiento social debido en particular a la edad avanzada, a un nivel socio-económico débil y a problemas de salud o handicaps.

 

El análisis de la encuesta “Aislamiento y vida de relación de las personas mayores” muestra como de este aislamiento puede nacer un sentimiento de soledad, que está a veces en el origen de una enfermedad. Esto orienta las pistas de actuación contra la soledad hacia la localización de los parámetros que originan el aislamiento, para prevenir la soledad. Hay que señalar no obstante que la encuesta, centrada en los determinantes del aislamiento, contribuye a crear estos resultados, ya que es posible encontrar situaciones donde el hecho de vivir solo agrava la soledad y provoca mecanismos de aislamiento.

 

Los diferentes factores que se encuentran en el origen de la soledad han sido objeto de numerosos estudios. RS Weiss diferencia la soledad resultante de un aislamiento afectivo, por la pérdida a veces de un ser querido, con la soledad ligada al aislamiento social. El análisis multicriterios de la encuesta permite destacar un grupo de personas que están aisladas y muy a menudo se sienten solas. Ya no tienen cónyuge, tienen problemas de salud invalidantes y salen poco de sus casas. Según los datos, las personas mayores de 79 a 83 años son las que conocen los cambios más grandes en su trayectoria de vida.

 

Además de la edad avanzada, la pérdida de un ser querido (en particular del cónyuge) y los problemas de salud, se encuentra en la literatura, en las experiencias internacionales, así como en la encuesta “Aislamiento y vida de relación”, diferentes factores que parecer estar en el origen de la soledad y en particular:


– La falta de autoestima
– 
El hecho de no poder contar con nadie en caso de necesidad
– 
El alejamiento de la familia
– 
Un nivel bajo de recursos económicos.

 

Hay que subrayar que el hecho de no poder salir de su casa, aparece como uno de los factores esenciales que favorecen la soledad.

 

A través de diferentes posibles respuestas, la encuesta daba la palabra a las personas mayores sobre lo que ellas consideraban como una de las razones de la soledad. La pérdida de un ser querido es a menudo la más citada (37,5 por ciento), después el alejamiento de la familia (30,7 por ciento), la enfermedad y/o el handicap (27,5 por ciento), o la incomprensión y la falta de escucha (16,9 por ciento).

 

Solidaridades familiares

 

Los múltiples cambios que han afectado a la familia, tanto en el plano demográfico como en el económico y cultural, no han quitado sin embargo a la familia su función de referencia como lugar de relación entre las generaciones.

 

El análisis de los datos de la encuesta “Aislamiento y vida de relación” demuestra el carácter particular de las relaciones con la familia. La posibilidad de pedir servicios a los vecinos o a los amigos permite atenuar el sentimiento de soledad, pero menos que cuando se cuenta con la familia. Se descubre, cuando se trata de relaciones familiares, la importancia de lazos verdaderamente íntimos y la ausencia de relaciones emocionales estrechas descrita por RS Weiss como uno de los factores que conforman la base de la soledad.

 

Estrategias y pistas propuestas para combatir el aislamiento y la soledad

 

Las declaraciones recogidas en la encuesta no otorgan legitimidad para expresar las inquietudes de las personas mayores. Hay tantas respuestas como personas, por lo que hay que proponer soluciones que tengan en cuenta a cada individuo en mismo seno de las soluciones colectivas.

 

1. Tener en cuenta la diversidad de soledades

 

Todas las soledades no son equiparables y la evaluación global de las personas mayores debe tener muy en cuenta el aislamiento.

 

2. Pasar de “hacer por” al “hacer con”

 

La riqueza del análisis cualitativo demuestra el importante papel que las personas mayores desean tener para elegir su manera de vivir. Creer en su capacidad para cambiar las cosas evita limitarse a poner en marcha un proceso asistencial que proviene del exterior, y obliga a elaborar, junto con los interesados, unas respuestas apropiadas.

 

3. Reforzar la coordinación a nivel individual : “los asistentes sociales”

 

Existen lazos complejos entre salud de las personas mayores, aislamiento y soledad. Los programas de acción establecidos en este campo por los poderes públicos constituyen ciertamente una buena baza para atender mejor a los mayores. No obstante, el envejecimiento previsto de la población lleva en particular a prever un reforzamiento de las coordinaciones.

 

El “asistente social” está integrado en un tejido de proximidad. Su función es de coordinación, pero también de supervisor, y facilita una prevención efectiva a nivel de la persona mayor. Puede detectar un cambio de estado que precise la intervención de un profesional de la salud, pero sobre todo tiene de la persona una visión global que considera la situación real en la cual se encuentra en un momento dado y las evoluciones de estas situaciones. Su posición ante los potenciales diferentes intervinientes, facilita la sinergia entre estos diferentes actores al servicio de la persona y constituye muy probablemente una buena baza en la prevención y lucha contra el aislamiento.

 

4. Fomentar las relaciones de vecindad

 

Los testimonios recogidos en la encuesta “Aislamiento y vida de relación”, así como lo que se ha escrito sobre el tema, demuestran que las personas mayores desarrollan ya por sí mismas unas estrategias para ampliar sus relaciones de vecindad. “(…) Escucho a la vecina y salgo ex profeso al rellano al mismo tiempo que ella. En una casa de vecinos, es bueno, porque uno está obligado a hablar. Hay que tomar un tiempo para encontrarse con la gente. Es largo tejer lazos de amistad (…)”.

 

Recurrir a las diferentes modalidades de vecindad, podría dar lugar a mecanismos catalizadores, que es lo que claramente desean las personas a las que se ha preguntado. La operación “inmuebles en fiesta – la fiesta de los vecinos” constituye un ejemplo muy interesante en este campo. Esta experiencia que ha reunido a más de 4.500.000 participantes, según los promotores, muestra la importancia de la iniciativa privada en este campo, pero asimismo el interés de que los poderes públicos sostengan tales manifestaciones.

 

Los colectivos territoriales, consejos generales y ayuntamientos tienen sin duda que tener un papel de primordial por el hecho de su legitimidad y por la confianza que suscitan, favoreciendo así la participación en este tipo de encuentros. El otro elemento a subrayar es el carácter abierto de este tipo de intercambio que no está reservado a una edad determinada y no agrupa a las personas alrededor de una actividad que se verían obligadas a practicar. El único criterio tenido en cuenta es el del sitio geográfico. La dimensión territorial es pues primordial.

 

5. Reforzar el capital social

 

El capital social puede definirse muy esquemáticamente como el conjunto de las relaciones sociales de las que dispone un individuo. Este capital se construye a lo largo de la vida y atestigua aquí también la importancia de la prevención, incluso en este campo.

 

Cuidar el capital social, favorecer, con acciones concretas hacia públicos de diferentes edades, las situaciones que permitan al conjunto de las personas acumular, a lo largo de la vida de este capital social, constituye ciertamente una buena baza para luchar contra el aislamiento.

 

Parece ser que los europeos que tienen más capital humano y capital económico, son los que tienen más capital social. El capital humano al que se hace referencia se constituye a partir de las experiencias de la vida y de la educación. Este hecho merece pues una atención particular de la que volveremos a hablar.

 

6. Promover el intercambio intergeneracional

 

Diferentes estudios insisten en la función de Internet como herramienta susceptible de facilitar los lazos entre generaciones. En el transcurso de un seminario de investigación, los participantes han subrayado que la edad avanzada no deteriora la esperanza de empleo de las Nuevas Tecnologías de la Información de la Comunicación y que los mayores pueden aprender a condición de que tengan interés.

 

Las experiencias que se han presentado abundan en la idea de desarrollar lo más posible proyectos globales y no destinados unidamente a los mayores, como si estos no pudiesen tener acceso a los mismos tipos de conocimientos que el resto de la población. Además de la mezcolanza generacional con ocasión de encuentros diversificados, llevan en si mismo el mensaje de rechazo a toda segregación ligada a la edad que va más allá de la simple intención.

 

7. Conservar el acceso a un sistema educativo

 

En el campo educativo, todo acontece como si con la edad de la jubilación, el acceso a la educación, presente a lo largo de toda la vida, se interrumpiera “naturalmente”. Este vínculo de la educación con el periodo llamado “activo”, lleva a la creación de redes de intercambio de conocimientos específicos, tales como la “Universidad de Mayores”, abundando en la idea de que únicamente una acción educativa específica puede convenir a un publico más mayor.

 

Ciertamente se trata de un adelanto ya que en este marco se hacen posibles intercambios fructíferos. No obstante, establecer respuestas por franjas de edad es uno de los ejemplos de la dificultad de considerar la capacidad de las personas mayores de ser productivas a lo largo de toda su vida, así como el hecho que la validación de la experiencia adquirida no se dirige a los mayores para calificar el sentido de su producción.

 

Algunas iniciativas valoran desde ahora la experiencia de las personas mayores que pueden contar los oficios antiguos a los niños en las escuelas, pero este tipo de intercambio no está todavía bastante difundido, no demasiado valorado.

 

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