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Sinceridad y confianza

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En un mundo tan complejo como el que vivimos, es necesario conseguir una educación adaptada a las necesidades actuales. Con este objetivo, se celebró en Barcelona, una mesa redonda para gente del mundo de la educación. El lema era «Educar para transformar». Uno de los caminos básicos que se señaló, fue la pedagogía de la confianza. Se trata de potenciar al máximo la buena acogida del educador al educando, para que este se sienta cómodo y seguro de sí mismo, al tiempo que no se priorice tanto el control de las notas, si no la calidad de las tutorías. Se trató del binomio «confianza/sinceridad» y de las condiciones mínimas para que la comunicación no genere conflicto, y si lo genera, encontrar la manera de gestionarlo correctamente. Y es que tratar la cuestión de la sinceridad, no resulta fácil, porque, aunque se trata de un valor altamente positivo, porque tiene que ver con la verdad y la autenticidad, en el momento de transmitir esta verdad, si no se dan unas condiciones mínimas de confianza, se puede generar fácilmente el conflicto. Y es que cuando uno hace una cosa bien hecha, resulta fácil y agradable decirle que aquello está bien, pero cuando ocurre al revés, que uno hace una cosa mal hecha, decirle que aquello no está bien, ya es más complicado, porque no todo el mundo está preparado para recibir una corrección, ya sea porque no es consciente de su error, por lo que puede parecerle una corrección injusta. A lo largo de la vida, hay situaciones que ponen a prueba la confianza. Cuando uno ha sido víctima de un engaño, sobre todo si es de una persona en la que se confiaba, resulta una experiencia tan desagradable, precisamente porque el engaño genera desconfianza. La cosa aún se complica más, cuando el engaño perjudica a una tercera persona. ¿Qué hacer, hay que advertir que la persona está siendo engañada?  Cuando se trata de un engaño material, conviene ser diligentes en aclarar el engaño, pero cuando se trata de un engaño afectivo, aquí es indispensable la prudencia, porque ser fieles a la verdad, no nos disculpa de ser fieles a la compasión, en no herir a la persona engañada. Por eso, el valor de la sinceridad ha de ir acompañado de otro valor, la delicadeza y el respeto por el otro. Aquí se podría decir que no todo es válido en honor a la verdad, porque la sinceridad solo podrá ser plena, cuando la confianza sea plena.

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