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La Ley de eutanasia llega a España cuando las muertes por suicidio triplican las de accidente de coche

Muchas son los dimensiones y las capas que se pueden extraer de la Ley de eutanasia, la indefensión de los enfermos, el arrinconamiento de los cuidados paliativos, la violación de la vida desde su origen hasta su fin natural… pero hay una cuestión que se habla poco: la legalización de una práctica, la del suicidio, que ha crecido incrementalmente en los últimos años hasta cotas inimaginables.

La Ley de eutanasia llega cuando la media de suicidios anuales ha crecido hasta triplicarse en los últimos 40 años en España. Si en 1980 se suicidaban 1.652 personas, en 1990 eran 2.939, en 2000 eran 3.393, en 2010 eran 3.158 y en 2019, último año del que se tienen datos, eran 3.671 las personas que acababan con su vida por medio de un suicidio.

suicidio

El suicidio esconde una pandemia que no tiene que ver con virus exóticos, si no con soledad, incomprensión y una sociedad cada vez más desvinculada, una pandemia como la de la depresión.

Una pandemia que azota las sociedades modernas, especialmente entre los hombres. De las 3.671 víctimas de suicidio en 2019, 900 fueron mujeres y 2.771 fueron hombres. Es una proporción que se correlaciona a lo largo del tiempo.

El suicidio y una Ley de eutanasia que lo espolea

La Ley de eutanasia, aprobada por el Gobierno el pasado mes de marzo espolea esta pandemia y, lejos de encontrar soluciones al fenómeno de la depresión, le ofrece una solución patética: dar cobertura legal a la consecuencia de un fracaso para la sociedad: la decisión de suicidarse.

Además, lejos de ser un fenómeno ampliamente analizado y comunicado en los medios de comunicación. Se trata de una pandemia silenciosa y silenciada.

Por ponerlo en perspectiva, el mismo año 2019, en el que 3.671 españoles se suicidaron, según la DGT, 1.236 españoles perdían la vida en las carreteras españoles como consecuencia de accidentes de tráfico. Es decir, dos veces menos españoles morían por accidentes de coche que por suicidio.

Sin embargo, la percepción de la sociedad es que las carreteras españolas se cobran más vidas que el suicidio. Además, difícilmente se verán campañas de concienciación sobre la depresión, mientras que son famosas las campañas anuales de la DGT para prevenir accidentes. 

La respuesta del Gobierno: leyes y sanciones cada vez más restrictivas con los conductores y la Ley de la eutanasia, que legitima la consecuencia de una sociedad fracasada: la pandemia de la depresión, la pandemia del suicidio institucionalizado.

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