La Iglesia, desde su atalaya romana, hablaba a los 27 de la Unión, durante la celebración del 60 aniversario, como un proceso “todavía muy incipiente”, en sus primeros pasos, aunque obligado por las circunstancias a reinventarse. Lo cual no es malo. La misma solidaridad inscrita en el ADN del proyecto europeo es hoy el mejor antídoto frente a los populismos. Y la misma creatividad política que ha guiado la construcción de la Unión debe servir para integrar a los distintos países miembros de manera flexible según las posibilidades de cada uno.
Desde una mirada esperanzadora, Francisco abogó por una Europa en la que convivan libre y fraternalmente creyentes y no creyentes. Y por una Europa que no se desentienda del mundo como fortaleza de bienestar asediada.
Es ese miedo a tener que compartir sus riquezas con otros lo que paraliza hoy a los europeos, advirtió el Pontífice. Reavivar los ideales fundacionales es por ello la mejor garantía de futuro.
OH SEÑOR-333 TE ROGAMOS POR LA PAZ DE LA SOCIEDAD EUROPEA-