La situación en Ucrania lógicamente mueve a preocupación, o al menos debería hacerlo, a todo aquel que posea la condición real de ciudadano, de miembro responsable de nuestra comunidad política. La razón no es otra que, a causa de una serie de errores que en buena medida caen del lado de
Bruselas se equivocó y mucho cuando entendió la negociación con el gobierno ucraniano, del oligarca ahora depuesto por la fuerza, como un todo o nada. Y rechazó una negociación a tres bandas con Rusia. Se volvió a equivocar cuando concedió un apoyo indiscriminado a la oposición, sin atender a la fuerza en la calle de los pequeños grupos de extrema derecha, minoritarios pero luchadores y bien organizados. Y cometió el error mayúsculo de que, habiendo alcanzado un acuerdo definitivo que el Gobierno aceptó lisa y llanamente, acto seguido se produjera una toma del poder por la fuerza contra el Gobierno legalmente constituido. Al hacerlo procuraban dos males: perdían toda legitimidad ante la parte no pequeña de
El Gobierno depuesto era un grupo corrupto que utilizó una fuerza desmesurada contra la oposición, pero era un gobierno electo. Hace unos pocos años, por actuar de una forma semejante la oposición y el Parlamento de Guatemala, pero con más motivos y mejores métodos formales, el país entero fue condenado al ostracismo por Estados Unidos y Europa, los mismos que ahora han apoyado la toma del poder en Ucrania. Este país depende demasiado de Rusia, de su gas, de las exportaciones, del crédito para una economía en bancarrota, para vivir contra Moscú, y necesita de
Desde la desmembración de
Europa no puede seguir a Obama y sus grupos de presión en la práctica de meter el dedo en el ojo a Putin, como por citar el último ejemplo viene haciendo al elevar a la categoría de conflicto internacional la legislación rusa que impide la propaganda homosexual entre los niños, un acto que no puede desligarse de su dramática conciencia de vivir un proceso de extinción demográfica. Rusia es un gran socio para Europa, dependemos de su gas y puede ser el gran aliado que proclamaba De Gaulle en su Europa del Atlántico a los Urales, y eso significa cambiar el chip.