Un año más, la brujería ha estado presente en las fiestas del Aquelarre de Cervera, que este año se han celebrado en esta localidad catalana entre el 30 de agosto y el 1 de septiembre. Sin embargo, en esta ocasión ha habido dos novedades significativas: la feminización del Aquelarre y el fracaso en cuanto al número de asistentes.
En la edición de este año, la presencia femenina en el Aquelarre de Cervera ha sido la nota predominante. Empezando por el Macho Cabrío, que en el cartel de este año aparecía con pechos de mujer, "como símbolo de la feminidad moderna", según el diario El País.
Además, la defensa de las brujas del siglo XXI, representadas por insectos, ha tenido un especial protagonismo en la fiesta celebrada en la capital de la comarca de
En un ambiente con olor a azufre, pólvora y fuego, donde la pirotecnia y los correfocs han estado presentes, el punto álgido de la fiesta lo puso como siempre el Macho Cabrío, adorado por brujas y diablos, que culminó su actuación con un supuesto orgasmo en el que lanza litros y litros de espuma sobre los asistentes.
Aquelarre para niños y mucho esoterismo
Los actos dieron comienzo el viernes, con diversas actuaciones musicales y un correfoc. El sábado por la tarde llegó el turno de los más pequeños, con el Aquelarret, un conjunto de actividades, con talleres de percusión y disfraces, que tiene como objetivo introducir a los niños en la ancestral tradición de la brujería de Cervera.
Al mismo tiempo, se celebró en
Por su parte, la directora artística del Aquelarre, Sílvia Pons, explicaba los cambios de orientación del evento en esta última edición: “el objetivo es continuar con la esencia que ha consolidado la fiesta, pero adaptándola a la representación de las brujas al siglo XXI”.
La feminización del Aquelarre se vio reflejada también en la propia organización: la directora, Sílvia Pons, la productora, Anna Llort, y la escenógrafa, Alba Cuñé.
Fracaso de asistencia
Sin embargo, a pesar de toda la parafernalia de que se dota el Aquelarre, lo cierto es que la edición de este año ha sido un fracaso de asistencia. Las fiestas solo consiguieron aglutinar a unas 20.000 personas durante el fin de semana, casi la mitad que el año pasado.
También cabe recordar que el espectáculo de fuego y música le cuesta 170.000 euros a
En ese sentido, según un estudio encargado por que deja el Aquelarre en la ciudad supera los 700.000 euros.
Este tipo de planteamiento, el económico, el del dinero que generan, es el que sirve de justificación a los poderes públicos para avalar unas fiestas que retrotraen a antiguas y sombrías épocas de superstición, y que despiertan las pasiones más oscuras de la gente.
Cabe preguntarse si, con este tipo de planteamientos, en los que las pasiones y el dinero cobran una especial relevancia, podrá la sociedad resarcirse de las causas que han ocasionado la actual crisis. Si ni las propias administraciones velan por encauzar la pasión por el dinero, ¿por qué habría de hacerlo un inversor o especulador de cualquier entidad financiera?
A todo ello hay que añadir que, con el beneplácito de la administración de turno, se sigue celebrando el Aquelarret, ese aquelarre especial que sirve para adoctrinar a los más pequeños en el ‘arte’ de la brujería. Si