Durante la campaña electoral ha quedando claro, en contra de las insidias del candidato socialista, que el Partido Popular pretende sostener y mejorar nuestro sistema de bienestar, haciéndolo viable en un entorno tremendamente difícil que exigirá repensar muchas cosas en toda Europa. Las diferencias entre los principales partidos son sustanciales sobre la forma de impulsar la actividad económica, sobre el papel de la sociedad y el Estado, y sobre los principios y valores sociales que deben sostener nuestro marco de convivencia.
Mientras el PSOE se inclinaba por aumentar el gasto público como motor de la economía, a pesar de las nefastas consecuencias de un déficit y una deuda desbocados, el PP apostaba por la iniciativa privada dentro de un nuevo marco laboral, financiero y fiscal que estimule a los nuevos emprendedores. El mensaje es que no se puede confiar todo en el Gobierno para resolver los problemas, porque el protagonismo corresponde a la gente que es la que pone en marcha a un país.
La apuesta de Rajoy por la libertad y la subsidiariedad le compromete a crear un marco legal suficiente para que la sociedad recupere la confianza perdida en su capacidad de innovación, sin cortapisas administrativas. Ahí radica buena parte de la fuerza del cambio cultural que propone y que veremos si llega.
Y es que el futuro de España pasa por la capacidad de reacción ante una crisis estructural que trasciende nuestras fronteras, pero que está produciendo estragos dentro de nuestros límites territoriales. Una de las primeras tareas del Gobierno pienso que ha de ser introducir confianza en el sistema, al tiempo que deberá ejercer un liderazgo basado en establecer prioridades y realizar reformas de fondo en determinados sectores de la economía. No olvidemos que la economía española está en peligro y el tiempo juega en nuestra contra.
El Presidente de
Cuando la prima de riesgo sigue siendo altísima, cuando la reforma del sistema financiero se ha quedado a medias, el Presidente de