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La Biblia en su contexto: “El Paráclito tiene la función de maestro”

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EVANGELIO: Jn 16,12-15

12 Aún tengo muchas cosas que decirles, pero es demasiado para ustedes por ahora.

13 Y cuando venga él, el Espíritu de la Verdad, los guiará en todos los caminos de la verdad. El no viene con un mensaje propio, sino que les dirá lo que escuchó y les anunciará lo que ha de venir.

14 El tomará de lo mío para revelárselo a ustedes, y yo seré glorificado por él.

15 Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso les he dicho que tomará de lo mío para revelárselo a ustedes.»

Con relación a los discípulos, el Paráclito tiene la función de maestro (v. 12-15). Jesús tendría aún muchas cosas que decir a los suyos, pero éstos no pueden ahora recibirlas, no ciertamente porque la tristeza en que los ha sumido el anuncio de la partida de Jesús los haga incapaces de aceptar con fruto otras instrucciones, sino porque al presente no poseen aún suficiente madurez. Los exegetas se preguntan si Jesús se refiere aquí a verdades todavía no anunciadas, o si piensa más bien en un ulterior desarrollo de las que ya les ha comunicado, y en una mayor penetración de ellas. Si se tiene presente lo dicho en 15,15, se puede afirmar que esta última interpretación cuenta con las mayores probabilidades.

Misión del Paráclito será guiar a los discípulos a la conquista de la verdad íntegra y total (cf. 14,26). Tal conquista implica la inteligencia de cada una de las palabras y acciones de Jesús, cuyo sentido profundo ha escapado hasta ahora a los discípulos, la inteligencia de la conformidad de su muerte con cuanto dice la Escritura, y esto para rechazar el escándalo de la muerte de cruz (Lc 24,25-27); pero, sobre todo, la obra del Espíritu Santo procurara una penetración más profunda de toda la obra redentora de Cristo y de su alcance universal, tal como se muestra en las epístolas del NT. A él, pues, se debe el que los discípulos se den cuenta de lo que la revelación de Jesús contiene. Que éste es el sentido del v. 13a se ve por el v. 13b, donde se ofrece la prueba de lo dicho anteriormente. Como en el caso de Jesús, tampoco el Paráclito habla por iniciativa propia, sino que anuncia sólo lo que oye de Dios.

En la predicación de la Iglesia, que se desarrolla con la asistencia del Espíritu, sigue viviendo y obrando la palabra de Jesús, que en tal forma se comprende más a fondo, se difunde más amplia-mente y se anuncia de acuerdo con la situación de cada momento particular.

Entre las cosas que el Paráclito anunciará, Jesús recuerda sólo las que han de suceder. La mayor parte de los comentaristas piensan que con esto alude a las profecías apocalípticas. No hay que olvidar, sin embargo, que las profecías apocalípticas se refieren no al futuro en general, sino de manera especial al fin del mundo actual y a los últimos acontecimientos (cf. Dan 8,17: «La visión se refiere al fin de los tiempos»). Según esto, es mejor dar a la expresión, en sí un poco vaga, un sentido más amplio, y entenderla como una promesa de que el Paráclito concederá también el don de la profecía.

Se repite, por último, expresamente que el Paráclito no traerá una revelación nueva, que sobrepase, ni mucho menos que esté en contradicción con el mensaje de Jesús, sino que la palabra de Jesús continúa viva en la predicación de la Iglesia, asistida por el Espíritu. Así se realiza la glorificación de Jesús, exactamente como en la obra de Jesús se realizó la glorificación del Padre. En su enseñanza el Paráclito toma de la riqueza del Hijo, porque lo que enseña es palabra de Dios; en efecto, lo que el Padre posee pertenece también al Hijo.

COMENTARIO 1

El segundo pasaje del cap. 16 sobre el Paráclito2, igual que su equivalente en 14,26 se refiere a su misión como maestro de los discípulos.

El v. 12 ofrece una transición a este aspecto de la obra del Paráclito. ¿Qué quiere dar a entender Jesús cuando dice que aún tiene muchas cosas que decirles, pero que no pueden con tanto ahora? ¿Significa esto que después de su muerte habrá nuevas revelaciones? Algunos así lo han creído, hasta el punto de que sobre la base de esta sentencia se ha construido una cierta tendencia mística. Agustín juzgaba temerario investigar cuáles podrían ser esas cosas. Los teólogos han utilizado este versículo para probar la tesis de que entre la muerte de Jesús y la del último discípulo se dieron nuevas revelaciones. Los teólogos católicos han visto en estas palabras una alusión a la continua evolución del dogma durante toda la etapa de existencia de la Iglesia. Pero un cotejo de estas palabras con 15,15, donde parecen excluirse nuevas revelaciones («os he comunicado cuanto he oído a mi Padre»), ha de hacernos muy cautelosos al respecto. Lo más verosímil es que el v. 12 signifique que después de la resurrección de Jesús se producirá la comprensión plena de todo lo dicho y ocurrido durante el ministerio, tema frecuente en Juan (2,22; 12,16; 13,7). Esta promesa de un conocimiento más profundo puede expresarse perfectamente en términos de «tengo más cosas que deciros», ya que, actuando en y a través del Paráclito, Jesús comunicará ese conocimiento. Es inverosímil que Juan pensase en ulteriores revelaciones después del ministerio de Jesús, va que el mismo Jesús es la revelación del Padre, la Palabra de Dios.

Llegamos de este modo al v. 13 y al tema del Paráclito como guía de los discípulos hacia la verdad plena, la comprensión del mensaje de Jesús. Algunos han querido relacionar esta imagen del Paráclito con el papel del guía en las religiones mistéricas paganas, pero habrá que pensar más bien en el trasfondo veterotestamentario. Recordemos Sal 143,10: «Tu buen espíritu me guiará por un sendero llano», y 25,4-5: «¡Oh Señor, enséñame tus senderos, guíame en tu verdad!» En los LXX de Is 53,14 leemos: «Descendió el espíritu de parte del Señor y los condujo por el camino.» Se objeta a veces que estos pasajes del AT se refieren a una guía moral y no a un conocimiento más profundo de la revelación, por lo que la imagen joánica del Paráclito como guía es muy distinta. Es obvio que «espíritu», «camino» y «verdad» tienen en el pensamiento joánico un significado que desborda la idea del AT.

El v. 14 refuerza la impresión de que el Paráclito no aporta nuevas revelaciones, pues recibe de Jesús lo que ha de interpretar a los discípulos. Jesús glorificó al Padre (17,4) al manifestarlo a los hombres; el Paráclito glorifica a Jesús al revelarlo a los hombres. La gloria implica una manifestación visible al convertir a los hombres en testigos (15,26-27), el Paráclito proclama públicamente a Jesús, que comparte la gloria de su Padre (17,5). (En otros pasajes joánicos leemos que el Espíritu glorifica a Jesús engendrando hijos de Dios, que de este modo reflejan la gloria de Dios como Jesús refleja la gloria del Padre) En esta alusión a la gloria advertimos otro elemento de la escatología realizada. Según los sinópticos, el Hijo del Hombre vendrá con gloria el último día (Mc13,26); para Juan, la gloria está ya en que Jesús se halla presente en medio de los hombres en y a través del Paráclito.

El v. 15 toca indirectamente el tema de la relación del Paráclito con el Padre y con el Hijo. Ya hemos visto cómo el cap. 16 subraya la intervención de Jesús con respecto al Paráclito (v. 7: «Os lo enviaré»), en contraste con 16,16.26, donde es el Padre quien interviene para enviarlo. Pero el v. 15 demuestra que el autor del cap. 16 sabía también que, en definitiva, el Paráclito, igual que el mismo Jesús, actúa como emisario del Padre. Al declarar o interpretar lo que se refiere a Jesús, el Paráclito manifiesta en definitiva al Padre, puesto que el Padre y Jesús poseen todas las cosas en común. Posteriormente los teólogos orientales y occidentales discutirán, en la teología trinitaria, si el Espíritu procede sólo del Padre o del Padre y del Hijo. En la teología joánica no cabe la posibilidad de que el Paráclito reciba de Jesús algo que no venga también del Padre, pero todo lo que tiene (para los hombres) procede de Jesús.

1. BROWN, Raymond, El Evangelio según San Juan, Cristiandad, Madrid 1979, 2da Edición, p 1065-1068.

2. La pneumatología de Juan, igualmente bien elaborada, pero menos complicada por su forma meditativa, tiene como característica la definición del espíritu mediante el mensaje de que Jesús mismo es «camino, verdad y vida» y, por consiguiente, la «luz del mundo» (6, 63; esto es también lo que reciben los discípulos: 20, 22); pero esto lo es no como hombre empírico, sino como el que «viene de Dios y retorna a Dios» (por eso el espíritu viene sólo después de la muerte de Jesús: 7,39). La contraposición que Juan, en la línea de la tradición a la que se siente ligado, establece entre espíritu y carne, en cuanto esferas a las que se asigna un origen celeste y terrestre respectivamente (3, 6; 6, 63) se debe a la diferencia insalvable que existe para él entre Dios, que es espíritu (4, 24) y el hombre, que vive en un mundo impío. Porque Jesús ha sido enviado, podemos acercarnos a Dios adorándole en espíritu y en verdad» (4, 23 s); pues Dios nos encuentra en Jesús, de tal manera que nosotros sólo podemos conocerle en la medida en que hemos renacido del espíritu, de Dios (3, 3-5; cf . 1, 13), por tanto, en la medida en que ya no somos determinados por la carne, en sentido joaneo, sino por el espíritu, todo lo cual resulta tan enigmático para el mundo como el soplo del viento (3, 8: pneüma es conscientemente utilizado aquí en su doble sentido). Jesús viene de nuevo a sus discípulos en el Paráclito, el -> intercesor y «espíritu de verdad», en cuanto que ellos, gracias a la mediación del espíritu, conocen y custodian la verdad de su mensaje y así le contemplan como viviente (14, 16-20.26; 15, 26; 16, 13).

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