fbpx

La Biblia en su contexto: “El ‘yo’ de los que dirigen los caminos del Señor”

COMPARTIR EN REDES

Luego del himno del prólogo del inicio del Evangelio de Juan se nos presenta a Juan el Bautista como un hombre enviado por Dios (πεσταλμένος apestalmenos cf. Jn 3,8; 9,7). Juan vino al mundo como testimonio (μαρτυρίαν “marturian”) para der testimonio de la luz (φωτός “fotós”). En Jn 3,11 Jesús dice que ellos dan testimonio de lo que han visto, en Jn 3,32 el que da testimonio es aquel que “ha visto y oído”, en 1 Tim 3,7 el que da testimonio es aquel que “tiene buena fama”. Por lo tanto Juan el Bautista era un hombre con buena fama que tenía reputación entre sus seguidores.

El v. 18 nos dice que a Dios “nadie” (οδες oudeís) lo ha visto jamás (πώποτε “pópote” cf. Lc 6,35; 8,33; 19,30; Jn 5,37;1 Jn 4,1), la frase recuerda cuando Moisés le pidió ver la gloria de Dios y él dijo: “pero mi rostro no puedes ver, porque nadie puede verlo y quedar con vida” (Ex 33,20: Traducción del hebreo: “vayomer lo tukhal lirot et-panai ki lo-yirani haadam vachai”) . La primera persona que nos dio a conocer (exegéomai) a Dios perfectamente fue Jesús, él nos desveló su verdadero rostro.

Los sacerdotes y levitas (ερες κα Λευίτας “jiereis kai levitas”) enviaron a preguntarle a Juan quien era él, Juan negó ser el Mesías, muchas veces negando somos positivos ya que decimos la verdad, Pedro por el contrario negando mentía a Jesús (Mt 26,70; 26,72). A Juan le preguntaron si era Elías o si era un profeta a lo que Juan nuevamente responde que no y les dice la cita de Is 40,3 “Yo soy la voz del que clama en el desierto, enderecen el camino del Señor”. El evangeliza utiliza la palabra “eudsúnate Εθύνατε” que viene del verbo “eudsúno” que significa enderezar, rectificar, gobernar, dirigir y conducir, por lo tanto, cualquier persona que aspire seguir a Cristo y ande por el camino correcto puede ser de bendición para muchos si está consciente que él puede dirigir los caminos del Señor. La carta de Santiago 3,4 también utiliza la misma palabra al decir: “Lo mismo ocurre con los barcos: con un pequeño timón el piloto los dirige como quiere, por grandes que sean, aun bajo fuertes vientos”.

A Juan le recriminaban porque bautizaba (βαπτίζεις “Baptízeis”) si él no era ni el Mesías, ni Elías, ni el profeta (Jn 1,25). Juan les dice que su bautizo era con agua (δατι judati) y en el cual hay alguien que no conocen, que viene detrás de él, y que no es digno de desatar (λύσω viene del verbo λύω “lúo. También aflojar, soltar abrir, soltar de las cadenas, derribar) la correa de su sandalia. San Gregorio dice que “fue costumbre entre los antiguos que si alguno no quería casarse con alguna de las que le correspondían, debía soltarle el calzado a aquél que le fuese destinado en razón de verdadero parentesco. Y al aparecer Jesucristo entre los hombres, ¿qué otra cosa es más que el esposo que se presenta a la Iglesia santa? Por lo tanto San Juan se considera como indigno de soltar la correa de su calzado, como diciendo terminantemente: no puedo descubrir los vestigios del Redentor, porque el nombre de esposo no me lo merezco, y por ello no lo usurpo. Lo cual también puede entenderse de otro modo. ¿No sabemos todos que el calzado se hace con pieles de animales muertos? Pero habiendo venido el Señor por medio de la Encarnación, aparece como calzado, porque tomó sobre su divinidad la sustancia mortecina de nuestra corrupción. Y la correa de su calzado es la ligadura del misterio. San Juan, pues, no se atreve a soltar la correa de su calzado porque no puede penetrar el misterio de su Encarnación, como si dijese claramente: ¿Qué de particular tiene que sea mayor que yo, si considero que aun cuando ha nacido después que yo, no comprendo el misterio de su nacimiento? (Catena Aurea ES 12124).

Al final el texto dice que Juan bautizaba en Betania (Βηθανί), junto al Jordán (Jn 1,28). Leon Dufour (El Evangelio de San Juan, Salamanca, Sígueme, 1989) nos explica las diferentes opiniones que se tienen sobre este versículo: “Después de Orígenes, se ha discutido mucho sobre el lugar llamado Betania o, según ciertos manuscritos, Beth Abara. Pero no se ha tomado muy en cuenta lo que puede suponer la indicación «al otro lado del Jordán, que está siempre en Jn en relación con el Bautista (cf 3,26, 10,40) El Jordán marcaba la frontera que habían franqueado los hebreos para entrar en la tierra prometida (Jos 3-4). Según una tradición constante, las aguas del Jordán correspondían al mar de las Cañas, a través del cual había salido el pueblo de Egipto (cf Jos 4,23), bajo este aspecto, no son tanto unas aguas purificadoras como unas aguas que dan la vida a través de la muerte. Se pensaba, por otra parte, que la entrada en el reino de Dios se haría según el modelo del primer éxodo. Actuando «al otro lado del Jordán», el Bautista puede significar que su bautismo es muerte a la antigua existencia y vida para el reino que viene. De hecho, el Precursor ha conservado esencialmente de Isaías la obligación de «enderezar el camino» El desarrollo precedente no es más que un presupuesto de lo que Juan responde a los enviados de Jerusalén Su réplica es de nuevo sorprendente”.

Actualización

Si algo caracteriza a Juan el Bautista es su humildad, realmente un hombre como pocos que supo marcar la diferencia en su tiempo. Su humildad, austeridad y pasión por llevar la Buena Nueva llevó a Jesús a decir de él: “Entre los hijos de mujer no hay ninguno más grande que Juan Bautista; y sin embargo, el más pequeño en el Reino de Dios es más que él” (Lc 7,28).

Juan se consideraba indigno incluso de soltar la correa de las sandalias de Jesús, siempre afirmó que él no era ni el profeta, ni Elías, ni el Mesías, simplemente “era una voz que grita en el desierto”. Es necesario que hoy más que nunca los testigos de Jesús aprendan de este personaje que preparó el camino del Señor. Vemos como hay muchos laicos y sacerdotes que solo hablan de su “yo”, tienen relegado a Jesús a un segundo plano, cuando la figura principal en cada vida siempre debe ser él. Hablan más de sus logros en la parroquia que del sacrificio del Señor, hablan más de la cantidad de fieles que asisten a Misa que de la cantidad de almas que Jesús salvó, y que diariamente sigue salvando ya que no descansa. Los laicos también debemos aprender que no debemos seguir a un sacerdote u obispo sino siempre a Cristo a quien ellos representan.

Debemos aprender de Juan cuando dice: “Es necesario que él crezca y que yo disminuya” (Jn 3,30). Nuestro “yo” nunca debe estar inflado, por el contrario debemos considerarnos el más pequeño de los seguidores de Jesús, en la medida que nuestro ego disminuya las bendiciones de Dios vendrán a nuestras vidas, y podremos entonces decir que verdaderamente somos sal y luz del mundo (Mt 5,13).

¿Te ha gustado el artículo?

Ayúdanos con 1€ para seguir haciendo noticias como esta

Donar 1€
NOTICIAS RELACIONADAS
No se han encontrado resultados.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Rellena este campo
Rellena este campo
Por favor, introduce una dirección de correo electrónico válida.

El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.