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La Biblia en su contexto: «Nazaret expulsa y rechaza a su profeta» (Lc 4,21-30)

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El pasaje de Lucas 4,21-30 tiene sus concordancias en Mt 13,53-58 y en Mc 6,1-6. La narración lucana de la visita de Jesús a Nazaret se inspira en Mc. Los versículos 16,22,24 de Lucas probablemente provengan de Mc. Lucas omite los versículos 5,6 de Mc y 58 de Mt.

El contenido todo del discurso de Jesús al referirse al pasaje de Isaías lo da Lucas en una frase “Esta escritura que acabáis de oír se ha cumplido hoy” (Lc 4,21). Jesús es el heraldo ungido con el Espíritu para la proclamación del año de gracia, de la época de salud.

“Todos daban testimonio de él y estaban admirados de las palabras llenas de gracia que salían de su boca (Lc 4,22). El efecto del discurso es discrepante en los oyentes. Las palabras mismas despiertan complacencia, asombro y aprobación, les suenan agradablemente, están llenas de “járis” gracia (cf. Lc 1,30; 2,40; 2,52; 6,32,33).

“Y decían: ¿Acaso no es éste el hijo de José? Él les dijo: Seguramente me vais a decir el refrán: Medico cúrate a ti mismo. Todo lo que hemos oído que ha sucedido en Cafarnaún hazlo también aquí en tu patria. Y añadió: En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria” (Lc 4,22-24). En Mc 6,2 los nazarenos se refieren los milagros que Jesús ha llevado a cabo en otros lugares, en Lucas es Jesús quien a continuación se les anticipa con la réplica. Un dato bien importante es la parte del refrán que dice “Todo lo que hemos oído que ha sucedido en Cafarnaún”, el mismo no puede considerarse como contenido implícitamente en la referencia global al ministerio de Jesús en Lc 4,15. Lo más probable es que provenga de una tradición específica sobre la actividad de Jesús en Cafarnaún, que Lucas todavía n ha desarrollado expresamente. Es un indicio claro de que Lucas ha mezclado en la composición de este episodio diversas fuentes, sin preocuparse de eliminar ciertos rasgos que denotan una incongruencia.

Jesús sigue con sus palabras y dice “Os digo de verdad: Muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando se cerró el cielo por tres años y seis meses y hubo gran hambre en todo el país y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda de Sarepta de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue purificado sino Naamán, el sirio” (Lc 4,25-27). Los dos ejemplos tomados de la actividad de dos grandes profetas del AT, Jesús justifica su manera de proceder. Su fin no es el dar una prueba a la sentencia del v.24, de que un profeta no goza de consideración en su patria, sino mostrar que su actuación puede redundar en beneficio de los extraños en lugar de los propios paisanos. La historia muestra que profetas del AT han dado también su preferencia a los extraños, y un profeta actúa siempre bajo la inspiración de Dios. Los dos ejemplos introducen un nuevo pensamiento frente a lo que precede, el de la libre elección de la gracia divina, frente a la que no tienen significación algunas relaciones de parentesco o de nación (cf. Mc 3,31-35).

Lucas dice que se “cerró el cielo por tres años y seis meses”, sin embargo según los datos de 1 Re 18,1, la lluvia llegó, por fin, “al año tercero” de la sequía. Lucas reproduce una tradición distinta sobre la duración de la sequía y de la carestía consiguiente. La carta de Santiago (5,17) también habla de los “tres años y seis meses”. El período de sequía según esta última tradición corresponde en la literatura apocalípticos períodos de prueba y aflicción (cf. Dn 7,25; Ap 11,12; 12,6.14).

“Al oír estas cosas, todos los de la sinagoga se llenaron de ira y, levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad y le llevaron a una altura escarpada del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad para despeñarle. Pero él, pasando por medio de ellos se marchó” (Lc 4,28-30). La actitud ya hostil de los oyentes se aumenta ahora hasta un verdadero arrebato de furia. Un profeta que no quiere hacer nada a favor de su ciudad patria y le escatima sus beneficios a favor de los extraños deja de ser considerado como suyo. Jesús es arrojado de la ciudad, y quieren hasta matarlo, porque un profeta que no se legitima como tal por medio de los milagros, merece, según el Dt 13,2ss, la muerte. Nazaret rechaza y expulsa a su profeta, más aún, a su Mesías. El monte desde el que los nazarenos quieren despeñar a Jesús no puede ser considerado como un dato exacto sobre la situación de su ciudad, que en la realidad debe haber sido sólo una humilde aldea. Nazaret está situado en un pequeño valle alto rodeado de colinas, al NE de la llanura de Jesreel, al borde de las montañas de Galilea, separado, por el norte, de Seforis, que dista de Nazaret sólo 6 km, por una cresta montañosa que sobrepasa su altura en 200 mts. La tradición tardía ha situado el lugar referido por Lucas en el Gebel el-kafze (monte del salto), que tiene una rápida pendiente hacia el oeste y está situado a tres kilómetros al SE de Nazaret.

La sinagoga era para el judaísmo tardío el verdadero lugar de la oración y de la formación religiosa. El templo de Jerusalén, junto al que no podía haber otros fuera de la ciudad santa, era el centro religioso del judaísmo (cf. Lc 2,41ss), pero sólo era accesible, de manera habitual, a los habitantes de Jerusalén o de sus cercanías. Los más alejados, en especial los judíos de la amplia diáspora, tenían que contentarse con las peregrinaciones con ocasión de las grandes fiestas. Por ello, la creación de la sinagoga fue una verdadera necesidad religiosa, y no fácil de exagerar al ponderar su importancia histórico-religiosa.

El origen de la sinagoga es desconocido, según la opinión más probable es una creación de la cautividad babilónica, mantenida después del retorno a Palestina a pesar de la reedificación del templo. La sinagoga servía, en primer lugar, en la época en que no hubo sacrificios, como sustituto del templo. El culto de la sinagoga, compuesto de lectura de la Escritura, predicación y plegaria, es el primer ejemplo de un culto no sacrificial en la historia de las religiones. En la época del NT, la sinagoga es una institución firmemente establecida y generalizada, tanto en Palestina como en la diáspora. Su nombre corriente era el de “casa de reunión”.

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