Con frecuencia el ejercicio del periodismo se convierte en un juego de adivinación, de anuncio de catástrofes o felicidades. En los últimos días de pasado mes y en los primeros de este, el juego se ha centrado en los supuestos seísmos que va a provocar el nuevo presidente de los Estados Unidos. Incluso se han producido ya masivas manifestaciones anti-Trump, en las que han ocupado las primeras filas los movimientos feministas ante el temor de que algunas de las leyes consideradas “progresistas” vayan a ser reformadas. Más llamativo aún resulta el agrio debate abierto sobre el trato despectivo del propio Trump y sus portavoces a los medios de comunicación hostiles a sus ideas.
Es evidente que algunos profesionales, y sobre todo algunas empresas, cultivan sectores concretos de la sociedad desde una perspectiva claramente ideológica, que en ocasiones se traduce en programas basura. Pero una descalificación global del periodismo, realizada por quien detenta el poder político y se siente incómodo con la crítica, aunque se promovida de sectores mediáticamente muy poderosos, es un puro disparate.
EL LOCO TRUMP NO ES MAS QUE UN ERROR O COMPLICACION DELA HISTORIA-