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Los Increíbles: una historia no sólo para niños

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Érase una vez un superhéroe que, como todos los superhéroes, dedicaba la mayor parte de su tiempo a cazar a cacos terribles y a salvar lindos gatitos de dulces ancianitas que no podían bajar del árbol. El superhéroe, conocido por todos como Mr. Increíble, estaba feliz: tenía una novia, Elastigirl,  con la que iba a casarse, salía en portada de las revistas más importantes, era entrevistado…

 

Pero de repente esa felicidad desapareció. Qué poco sabía él cuánto se arrepentiría de unas palabras dichas a los medios: “No soportaría ser superhéroe todo el tiempo”

 

En su afán por cumplir su trabajo con la máxima diligencia, fue castigado por la voluble sociedad injusta y egoísta. De ser uno de los superhéroes más querido, pasó a ser noticia en todos los medios de comunicación por la infinidad de demandas que los ciudadanos “normales” le ponían. Un suicida que no quería ser salvado, […que yo me pregunto, si se iba a espachurrar en el suelo, ¿qué importa repetir unos días más tarde, aunque tenga que ser con un collarín?…], todo un pasaje de un tren, tras ser librados de una muerte segura, por la brusquedad del salvamento…

 

Y encima, uno de sus mayores fans, Buddy, fue víctima del mayor desaire que podía recibir: a pesar de vestirse como él, incluso de inventar unas botas voladoras, fue  rechazado por su superhéroe favorito, algo que no le iba a perdonar…

 

[…fíjate que esto me recuerda a los malos supermalos de antes, tipos que anhelan el reconocimiento de todos para compensar la frustración de un desprecio…]

 

En fin, que nuestro pobre superhéroe, y todos los demás, fueron víctimas de la demoledora opinión pública y “reinsertados” por el gobierno en la sociedad con identidades falsas y bajo juramento de no utilizar nunca más sus superpoderes. Que digo yo, que si el gobierno de una nación está para, entre otras cosas, cuidar de la seguridad de los ciudadanos, ¿por qué los esconden en lugar de defenderlos?

 

Pasaron 15 años. Mr. Increíble, Elastigirl, Frozono y todos los demás superhéroes habían desaparecido.

 

La familia Parr vivía en una casita en las afueras. Bob, Helen y sus tres hijitos, Dash, Violeta y el bebe Jack Jack, se habían mudado allí hacía apenas tres años. Helen estaba contenta con su trabajo: cuidar a los niños, la casa… Pero Bob no: iba en su minúsculo coche hasta su puesto de trabajo, una gran compañía de seguros, bueno, en realidad en un pequeñísimo cubículo. ¡No cabía ni por la puerta! Atendía a los cliente con desidia, hasta que podía salvar a alguno de las garras de la terrible burocracia. Entonces sus ojos brillaban de nuevo.

 

[Qué cosas, ¿no debería ser así todo el tiempo? Al fin y al cabo, era una compañía de seguros…]

 

Los niños también vivían… ¿felices? Violeta era una adolescente tímida que se tapaba la cara con la melena, Dash era un niño hiperactivo, que cada dos por tres acababa en el despacho del director del colegio… Jack Jack vivía muy feliz. Su mamá le daba la papilla, le bañaba, le peinaba, le mimaba…

 

Pero esta familia, aunque lo pareciera por sus problemas tan mundanos – la rutina laboral, la problemática edad adolescente, los problemas de pareja, los colegas con los que recordar viejos tiempos y sincerarse, aunque fueran “fríos” … – no era normal: Mr. Increíble y Elastigirl, con sus hijos, intentaban sobrevivir en un mundo en el que tenían que esconder lo que realmente eran.

 

Aunque se veía a través de su personalidad: una niña tímida que quería pasar desapercibida y que conseguía que el chico que le gustaba la mirase… sin verla; un niño muy travieso que no podía hacer deportes y que centraba todos sus esfuerzos en hacer trastadas sin que le “pillasen”, una madre que sabía cómo llegar a todo y a todos, y un padre que intentaba hacer su trabajo en los seguros “lo mejor posible”, y que levantaba el sofá con una mano para que su señora pasase la aspiradora.

 

Cada uno de ellos era especial. Pero claro, ya lo dice Dash, “es otra forma de decir que todos somos iguales”. Qué casualidad, lo mismo que dirá el malvado Síndrome.

 

Así que cada uno desempeñaba su rol de forma más o menos natural, más o menos porque algún pequeñajo de paseo con su triciclo había visto cosas… sorprendentes.

 

Pero de repente, la monotonía y la desidia desaparecieron como por arte de magia. ¡Empieza la acción, con música a lo James Bond y chica guapa y ladina que engaña al bueno con sus encantos! Bob, tras ser despedido de su cuadriculado trabajo – cuatro paredes asfixiantes a su alrededor, cuatro lápices en la mesa del jefe, cuatro relojes en la pared –, recibió un mensaje supersecreto de una extraña mujer, Mirage. El mundo estaba en peligro, y sólo podía salvarlo Mr. Increíble. Así que cogió su antiguo “traje de faena” y se volcó en la tarea.

 

Aunque, cómo iba a ir un superhéroe con esas pintas. Menos mal que su amiga, la diseñadora de los dioses Edna Mode, pensó en todo y le diseñó un nuevo traje fantástico. Bueno, el de él y el del resto de la familia. Por supuesto sin capa. ¡Ah, qué diferencia trabajar para un superhéroe, y no para esas “niñatas flacas de labios hinchados”!

 

Bob estaba muy contento, muchísimo. Y eso se transmitía en su casa, jugaba con los niños, “jugaba” con su mujer… Pero como estas cosas nunca salen bien, Helen, que como todas las mujeres tenía un sexto sentido, se olió que algo extraño estaba pasando. Así que, investigando, fue a dar con Edna ¡qué pase de modelos, el más espectacular jamás visto en ninguna pasarela!

 

Y a partir de este momento las cosas empezaron a suceder a toda velocidad: Bob estaba en una isla de apariencia exótica, Elastigirl decidió ir a buscarlo, y Violeta y Dash, como no, se fueron de “polizones”. Menos mal, porque Mr. Increíble estaba en apuros: Síndrome, el fan rechazado, era ahora un tecno-malvado, y le había hecho prisionero – ”nunca confíes en nadie y menos en tus héroes” – tras acabar de perfeccionar su superarma destructora de superhéroes.

 

Elastigirl dejó a los niños escondidos en una cueva tras darles unas breves instrucciones – “tienes más poder del que tú crees” – y fue a buscar a Mr. Increíble. Pero la cueva se inundó del fuego del cohete de Síndrome y los malos descubrieron a Violeta y a Dash. Aunque los malos iban con potentes platillos voladores, les fue imposible alcanzar a Dash – igual que en La Guerra de las Galaxias, los malos son como los soldados de Dark Vader, y la persecución como la de los Ewoks en el bosque; la verdad es que aquí hay cosas de Matriz, de Misión imposible, de X-Men… –  y tampoco pudieron “ver” a Violeta.

 

Finalmente, todos se reunieron y juntaron sus superpoderes para protegerse entre ellos y vencer al malvado Síndrome, que como no era un superhéroe de verdad, y encima llevaba capa, fue derrotado por la familia increíble. Y por supuesto, por el frío colega, Frozono. Seguramente, si Alejandro Dumas levantara la cabeza, vería algo de sus espadachines… Aunque si lo hace, que piense como Edna: “Nunca miro atrás, me distrae del presente

 

Pero no desesperéis, amiguitos, un nuevo malvado ha aparecido en Metroville: el Socavador. Mejor que no perdamos de vista a nuestros Increíbles…

 

Dedicado a los que aún se creen que las pelis de dibujos son para niños… ¡ja!

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