El pacto entre los componentes del tripartito para desbancar a CiU de todas las instituciones en las que hasta ahora había gobernado, y que anunciaba en portada un diario de Barcelona pocos días después de las elecciones, parece que era cierto. Las mayorías que desde entonces se han configurado en diputaciones, ayuntamientos y consejos comarcales de toda Cataluña, así lo demuestran.
También Mas firmó ante notario que no pactaría con el PP, y ahora le pagan con la misma moneda. Ya se ve que lo que priman son los intereses de los partidos.
Los republicanos aspiran a desbancar a los convergentes como referente nacionalista de Cataluña, y a los socialistas no les viene mal conseguir el poder, aunque no sean los más votados.
En el resto de España está pasando algo similar; por ello los socialistas dicen que, aunque han perdido votos, han ganado poder al conseguir mandar en más ciudades, diputaciones y, posiblemente, comunidades que antes gracias a los pactos postelectorales. Pero ¿es esto lo que quiere la ciudadanía?
No es extraño que crezca la abstención. Y menos gente irá a votar cada vez, mientras no haya listas abiertas y segunda vuelta que permita gobernar a los que de verdad prefieran la mayoría de los ciudadanos.