El éxito político de Pablo Iglesias es hoy incuestionable, y la acción de Ada Colau al frente de la plataforma para luchar contra los desahucios también. Sus formulaciones concretas gustarán más a unos y poco a otros, pero es difícil que se puede negar que su discurso y su práctica prepolítica está guiada por la voluntad de afrontar problemas graves y mal tratados por los demás. Por esto es más grave y más triste que sus primeros pasos en la arena política sean un remiendo de la forma de hacer política, que quieren corregir, y se asemeja demasiado a una competición del "quítate-tú-que-me–pongo-yo".
A las primeras de cambio, Iglesias y su núcleo dirigente de Podemos, cuando ha visto que otro grupo iba a discutirles quien organizaba el primer congreso, quien controla el aparato en definitiva, han recurrido a la estratagema de la velocidad en la elección de los responsables, y a las listas cerradas y bloqueadas. Eso a las primeras de cambio, y a pesar de la ventaja que otorga a Iglesias el culto a la personalidad que caracteriza de una manera insólita a Podemos: nadie hasta ahora había utilizado su propio rostro para distinguir a su papeleta electoral. Lo que ha hecho este partido ha sido utilizar el repertorio clásico de todo aparato, aquello que le da ventaja por partir de una situación de dominio: poco margen de tiempo para los de “fuera”, y elecciones bloqueadas. ¿Cómo van a pedir con credibilidad listas abiertas y regeneración democrática con esos métodos?
Ada Colau ha tardado menos en discurrir por el mismo sendero. Dejó de ser portavoz en la defensa de los desahuciados por razones -dijo- de renovación y fatiga, y para atajar las primeras voces que aseguraron que su interés era transformar en capital político su éxito electoral. Negó tal posibilidad con vehemencia. Ha pasado muy poco tiempo y ya ha emergido como líder de una nueva plataforma política para presentarse a las elecciones municipales de Barcelona, con un planteamiento desmesurado: que los partidos ya existentes se integren a su grupo. Iniciativa per Catalunya, el equivalente de Izquierda Unida, Podemos, y las CUP son llamadas a alinearse bajo su égida. No es poca la ambición política para alguien que dijo que no pensaba tal cosa. Que quede claro, no niego, todo lo contrario, que desde cualquier movimiento social se pase al partidismo político, lo que si censuro es el engaño, el quererse presentar como diferente: "yo nunca capitalizaré mi acción social en partidismo político", para terminar haciendo lo mismo.
Y es que MacIntyre ya escribió en 1984 en Tras
La raíz moral de nuestra crisis económica y política solo puede venir de “fuera” de la misma. Por esta razón el cristianismo es tan decisivo para superarla… si los cristianos y