Si Don Quijote levantara la cabeza y conociera la nueva ley del divorcio que se va a aprobar en su país, con mucha seguridad diría lo siguiente:
“(…); que el amor y la afición -amistad-con facilidad ciegan los ojos del entendimiento, tan necesarios para escoger estado, y el del matrimonio está muy en peligro de errarse, y es menester gran tiento y particular favor del cielo para acertarle.
Quiere hacer uno un viaje largo y, si es prudente, antes de ponerse en camino busca alguna compañía segura y apacible con quien acompañarse: pues ¿por qué no hará lo mismo el que ha de caminar toda la vida, hasta el paradero de la muerte, y más si la compañía le ha de acompañar en la cama, en la mesa y en todas partes, como es la de la mujer con su marido?
La de la propia mujer no es mercaduría que una vez comprada se vuelve, o se trueca o cambia; porque es accidente inseparable, que dura lo que dura la vida: es un lazo que siuna vezle echaísal cuello, se vuelve en el nudo gordiano, que si no le corta la guadaña de la muerte, no hay desatarle.”