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Iglesia: una idea equivocada

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Las recientes palabras del Papa sobre la regulación de la convivencia civil y los homosexuales, tan solo veinte segundos en un vídeo de más de una hora, se han convertido en una noticia de alcance global, mucho más que el reciente texto pontificio, Fratelli tutti . De hecho, la frase se ha comido literalmente a la encíclica.

Al hilo de las palabras de Francisco se produce un reiterado tipo de comentario, formulado ­ante cualquier iniciativa por parte de la Iglesia. Consiste en exigir que se parezca mucho más al “mundo”, a la sociedad, asumiendo sus cambios, y el reconocimiento de sus nuevas instituciones, prácticas, costumbres, deseos y pasiones. En este caso referido al ma­trimonio homosexual, pero igual sirve para razonar sobre el aborto, la eutanasia, el sacerdocio femenino, y muchos más temas.

La referencia para el cristianismo no es el mundo, sino Jesucristo y la propia Iglesia

Esta forma de razonar expresa un desconocimiento grande de la misión de la Iglesia, de aquello que da sentido a su existencia desde la Pentecostés del año primero. Esta falta de comprensión señala también el inmenso trabajo pendiente que tienen ante sí los cristianos.

TIZIANA FABI / AFP

Pero ¿por qué es tan equivocada esta visión de la Iglesia? Porque su tarea no es la de asemejarse al mundo en cada momento, sino la de transformarlo de acuerdo con el mandato de Jesucristo. “Nuestro destino es el Reino de Dios, que Él mismo comenzó en este mundo, que ha de ser extendido hasta que Él mismo lo lleve también a su perfección” (. Una perfección solo posible al final del tiempo. Y es que la condición de plenitud en la pertenencia al Reino es la inmortalidad, el triunfo sobre la muerte. “¿Dónde está, oh muerte, tu victoria?” (1 Corin­tios 15, 55). Esta es la buena nueva junto con saber que Dios nos ama absolutamente. A esto estamos llamados, y a esto debemos servir. Este es el tensor cristiano hacia su horizonte de sentido que atraviesa la historia y la vida de cada persona: extender el Reino. Se trata de una elección a la que hay que responder como plantea Maurice Blodel en La acción : “¿Sí o no, la vida humana tiene un sentido y el hombre un destino?”. La referencia para el cristianismo no es el mundo, sino Jesucristo y la propia Iglesia.

La Iglesia vivió con muchas dificultades en el seno del imperio romano durante siglos, mucho más tiempo que esta recientísima época nuestra. En ningún momento creyó que debía cambiar su propuesta para asemejarse al imperio. No asumió sus valores básicos, no aceptó el aborto, el menosprecio por los pobres y humildes, reivindicó la dignidad de todos, no acató a la deificación del Estado dando testimonio con la vida. Su modelo no era la grandiosidad de Roma. ¿Por qué ahora habría de ser distinto? Quienes postulan la referencia mundana, no entienden aquello de lo que sí se percató H.G. Wells y dejó escrito en Esquema de la historia universal (1919): “La doctrina del Reino de los Cielos, que fue la enseñanza principal de Jesús, es ciertamente una de las más revolucionarias que alguna vez haya animado y transformado el pensamiento humano”. En eso estamos.

Además, ¿a qué “mundo”, a qué sociedad ha de asemejarse la Iglesia? Porque en realidad a lo que se refieren es tan solo la circunstancial hegemonía de una determinada cultura y moral en parte de Occidente. Solo eso, y que además es muy distinta a como éramos hace pocas décadas. ¿En qué se parece la Europa de hoy a la de los años cincuenta, treinta, o de principios del siglo pasado? ¿Y esta fungibilidad tan local ha de guiar a la Iglesia, dos mil años de vida, más de mil millones de fieles? ¿No es acaso una pretensión desmesurada? El cristianismo engendra culturas, civilizaciones, y no al revés. Se inculturaliza en lo accesorio, y afronta y transforma lo fundamental.

“La fe y seguimiento de Cristo transmuta los valores y sentimientos instintivos del ser humano, que se subleva ante él. El sentido común reclama riqueza, abundancia, placer, poder, fama. No es esto lo que dice Jesús. Y no lo es porque no se trata de sentido común “sino de una actitud inspirada en la plenitud del eterno”, escribe Romano Guardini, quien nos dice que el que interpreta rectamente las palabras del Señor es quien observa sere­namente las ideas que se ha formado acerca de lo que es grande en el mundo, pero que comprende que todo ello es pequeño, impuro y decadente ante lo que viene del cielo.

Cuando Antonio Negri necesita de san Agustín y san Francisco de Asís y no de Marx, Lenin o Trotski para escribir Imperio , una alternativa política al sistema, resultaría que los cristianos deberíamos desechar no solo a aquellos singulares maestros, sino a todo lo que disiente del actual modelo de sociedad. Deberíamos acatar al imperio , que pretende que sus verdades son sólidas a pesar de la carcoma de sus crisis enquistadas. Claro que no lo haremos. El cristianismo es alternativa y regeneración permanente a todo lo orgulloso, falso, egoísta, concupiscente, corrupto e injusto, a toda ira, a lo que excluye el perdón, y el respeto, que habita en nuestro tiempo y en sus instituciones.

Artículo publicado en La Vanguardia

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4 Comentarios. Dejar nuevo

  • Certera contracorriente la de este artículo con el argumento irrebatible de lo disparatado que sería que la Iglesia se fuera adaptando en aspectos no accesorios sucesivamente a las etapas o fases de un mundo cambiante.
    Pues nada hay más moderno y clásico a la vez, porque no pasa de moda, que el Evangelio.

    Responder
  • Ernesto Santiago Cruz
    17 noviembre, 2020 00:52

    Felicidades por el articulo, me parece una muy importante y pertinente reflexión para los tiempos que corren, en hora buena, los invito a continuar con esta labor de difusión de las ideas cristianas de carácter universal.

    Responder
  • josé gonzalez
    18 noviembre, 2020 21:46

    El tema del sexo ha sido siempre un problema para la Iglesia, derivado de que le coge bastante lejos, pero no por ello ha dejado de inmiscuirse en la sexualidad diciéndolos lo bueno y lo malo de cada cosa. Para la Iglesia siempre ha sido un problema el matrimonio eclesiastico y el ordenamiento de las mujeres. No son temas baladí, y el día que la Iglesia supere estos dos escollo creo que será a la vez más divina y mas humana, pues se quitaría de encima esa impronta machista que muchos le atribuyen. La Iglesia ha perdido muchos buenos curas al casarse y también ha perdido durante toda su vida la posibilidad de nivelevar eclesiasticamente a la mujer y al hombre

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  • Fernando Ugalde Abaroa
    1 diciembre, 2020 21:18

    Este papa Francisco es un charlatán que trata de ser una estrella de las redes sociales, participando activamente de ellas y posteando una variedad de cosas políticamente correctas a fin de ser una figura popular y simpática al mainstream imperante.

    Su talante quedó de manifiesto en la fracasada visita que hizo a Chile, donde se esperaban multitudes ( el tamaño al parecer si importa ) a los eventos papales, lo que no ocurrió.

    Para colmo, terminó con una disputa con los fieles de la diócesis de Osorno, que se oponían al obispo Juan Barros, nombrado por Francisco ( que lo confirmó en el cargo pese a las protestas, incluso burlándose de los feligreses ), por haber sido discípulo de Fernando Karadima y, por tanto, cómplice de sus numerosos delitos. El final, patético, es que el papa tuvo que finalmente echar marcha atrás y sacar al obispo Barros.

    «La Iglesia vivió con muchas dificultades en el seno del imperio romano durante siglos, mucho más tiempo que esta recientísima época nuestra. En ningún momento creyó que debía cambiar su propuesta para asemejarse al imperio.»

    La verdad es que la Iglesia ( Católica ) si cambió fundamentalmente al aceptar la propuesta del emperador Constantino y aliarse con el poder romano ( los Reinos de Este Mundo, se podría decir ) y así acceder al poder temporal con todos sus vicios. A cambio, Roma tenía ahora una reafirmación moral gracias al apoyo de la Iglesia; los funcionarios del Estado ahora debían ser cristianos, forzosamente.

    El resto es historia, con muchos capítulos muy lamentables ( y muy poco evangélicos ) y hasta hoy se habla de la Iglesia de Roma. Corrupta hasta la médula.

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