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Individuos cometiempo (IV)

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Sabes por experiencia que si ganas, intentarán acercársete, y querrán presentarse ante ti como tus viejos amigos de siempre, y así apuntarse el tanto. Eso sí, intentarán que no se note su oculto interés en ti, el culto que a escondidas te profesan, y su admiración por tu persona la pondrán en un segundo plano, tratando de encubrirla y disimular que te admiran. Recuerda, no lo olvides, so pena de embarrarte con ellos: ¡los cometiempo buscan –desde siempre– el centro!

Sabes también que esos centrípetos cometiempo desean tu buen nombre para darse una pátina de brillo, ese resplandor dorado que todos buscamos en la vida y que tan pocos saben encontrar de manera lícita y que nos enriquezca a todos. Olvidan que debemos salirnos todos airosos en la aventura de la vida para que la vida nos sea Vida a todos. Pues si no vamos juntos, el final no será feliz. Más aún, el final peligra. Pero… ¿juntos “los buenos” o “los malos”?

La elección está clara en la conciencia de todo el mundo, ¡pues ya sabemos que existen los cometiempo que persisten ahí agazapados, y que van a comérselo todo! ¡Están a la que salta! ¡No tienen conciencia! –o mejor, se silencian su voz, que les repiquetea insistente, porque sabemos también por experiencia que la conciencia es la soberana voz de Dios, que nos amonesta. Por eso agreden por activa y por pasiva, en todos los frentes: pretenden reafirmar su propio ego.

Sabes también, amigo, amiga del alma, que debemos todos comprenderlos y tener paciencia con ellos: van perdidos entre su destiempo y su contratiempo. No son felices, pues, embriagada de sí misma, es imposible serlo para toda alma creada. Ni Dios, el Creador de todos, se reafirma: simplemente “es”. “Yo Soy el que Soy”, le confía a Moisés (Éx 3,14).

Así pues, debemos tener la misericordia que Dios, el Padre de todos, nos pide, pues los pobres cometiempo no dejan de ser nuestros hermanos. Por este motivo y dando sin esperar, deberás seguir mostrándoles tu cercanía para que reconozcan en ti al Amigo que nunca falla, ese destello divino que se hizo Hombre para venir a servirnos a los desdichados mortales. Eso sí, comúnmente los cometiempo suelen permanecer lejos de ceder, dada su insidia tempestiva. No obstante, con tu ejemplo –a menudo heroico–, quizás un día, más tarde o más temprano, se conviertan a la Verdad que un día u otro a todos nos vence –como a ti y a mí nos hizo un día–, llevándonos a trompicones o de la mano a reconocer el propio pecado. Si no se deciden, los pobres están sobre aviso: Dios –el Creador– los rechazará cuando pretendan entrar en su Cielo: te habrán vencido a ti, pero se habrán perdido ellos. Otros ha habido ya antes que ellos –y los han conocido– que se han quedado fuera. “Allí será el llanto y el rechinar de dientes”, afirma Jesús, el Maestro, nuestro Guía (Mt 22,13).

¿Has conseguido, con tu testimonio, transmitirles el Amor que en ti Dios refleja, y se ha hecho efectiva –al fin– su conversión? ¿Será, al fin y al cabo, el desdichado cometiempo consciente, responsable y consecuente de seguir Su estela? Recuerda que los Magos venidos de Oriente fueron por Ella guiados al Portal de la Gracia, donde nació el Mesías que todos esperábamos. Incluso esos Magos, siendo paganos, reconocieron en el Niño –pobre entre los pobres– al Dios omnipotente que acababa de manifestar su gloria. De la misma manera –y más fácil y rápida– puede convertirse un cometiempo.

Estate sobre aviso. No olvides que también tú eres, en esto, hermano, desdichado cometiempo. Ante ti tienes tu propio plebiscito, esperando tu decisión: es el Dios Todopoderoso puesto a tus órdenes, pues respeta tu libertad como tú no se la respetas a nadie. Pasa el tiempo, y eternizas con desidia tu decisión comodonamente postergada. Persistes tú también –astuto santurrón, escondiendo la mano tras tirar la piedra–, tragando quina y disimulando tu desgana. El tiempo transcurre y se desgrana, y te embarra –eternizada– tu mentira con la sangre de tu hermano. Dios te la conoce –esa cobarde jugada–, y te la conoce tu hermano; ¡te la conoces tú! Jugando del lado de los cometiempo, vas “tirando”, haciendo su doble… tu doble juego… dejando jadear el tiempo… ¡sin hacer nada! La salida es clara, hermano, y tú lo sabes, ¡no te engañes! Dios no te impone nada. La elección es tuya, y la responsabilidad también. ¿Arriesgarás –por desfachatez y desidia, como ellos– tu salvación? Piénsalo mientras nos encontramos, aquí mismo, la próxima semana. ¡Dios quiera que hayas cambiado!

Individuos cometiempo (III)

Dios no te impone nada. La elección es tuya, y la responsabilidad también Clic para tuitear

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