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Individuos cometiempo (y VII)

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Hola, hijo mío. ¿Sigues vivo? Pienso en ti noche y día, sudando sangre. Y he llegado a la conclusión de que ya vale de darle vueltas a tu propia noria –tu neura–. Hoy será nuestro último artículo de esta serie. La verdad es que no vales ni uno de ellos, pues no eres más que mi hálito, pero a Mí me han servido para poner cada cosa en su lugar, que es de lo que en definitiva va la vida.

Hay un peligro que os acecha a todos, y es que vas dando tumbos cual quijote desmedido, como quien se arrastra por el fango de oro puro despreciando la virtud tota pulchra es (título de una oración del siglo IV referida a María). Sí. Llevas en tu piel roñosa una gruesa pátina del metal preciado, despreciando tanto a Mí como a todo aquel que pasa por tu lado, tanto que hasta tratas de disimularlo con tu condescendencia de tu pretendida riqueza de papel couché. ¡Tu ego es tu norte, tu perdición, tu enloquecedor criterio carente de todo criterio, tu dictadura: el “gran liberal” que ni tú ya te crees! Tu muerte.

Por eso, hoy terminamos. Será tu última oportunidad de descubrir y vivir lo verdaderamente importante.

Indudablemente. Siendo tan evidente, ¿quién de tus prosélitos puede ya dudarlo? Todo lo que has conseguido en la vida, pareciendo tan honorable a la vista del mundo, no son más que delirios de grandeza y prepotencia. Has matado con tu guante blanco a muchos que se te ofrecían a las buenas y que podrían haber sido tus amigos y tu salvación, si no los hubieras fulminado con tu soberbia, tu difamación y tus redes de contactos. Has depravado más aún de como fuera posible hasta las vaharadas de lo pseudodivino: esa creencia en las divinidades cuyo fin son los “sepulcros blanqueados” (Mt 23,27) de la fatuidad ególatra del mundo, y no el amor (expresión del Amor divino, creador y creativo). Ese peligro es el que corréis todos si os dais demasiada importancia. Por eso, hoy terminamos. Será tu última oportunidad de descubrir y vivir lo verdaderamente importante.

Ya está bien de tu doble juego y de tus trampas con la baraja. Supermanes y superwomans, eso es lo que todos creíais de ti y de tus secuaces, construyendo vuestro imperio sobre la sangre de vuestros machacas. ¿No es más razonable, hijo mío, dejar fluir la Verdad con las propias obras, construir sobre roca en lugar de amontonar presuntuosos castillos de arena (Cfr. Mt 7,24-26)? Ciertamente, es más fácil hacer lo contrario, pero todo tiene un límite. La marea de la depravación ha subido hasta Mí como consecuencia de vuestro abuso de la ecología integral de la que tanto habla el Papa Francisco: aquella que arrasa con todo, desde la vida hasta la muerte. Así tenemos hoy las familias, las cosas y los casos. ¡Os lo habéis cargado todo! El mundo que os había creado os lo habéis convertido en matadero de aves de corral y de los mansos corderos de Mis hijos fieles, en lugar de volar como las águilas, que era lo que Yo, vuestro Dios y Padre, os había prometido.

¡No te equivoques! Mi promesa sigue en vivo y en directo. ¿No pedías la libertad de sentirte el dueño y el señor de aquellas “tus propias decisiones”, como si fueras tú, y no Yo, tu propio creador a quien te debes? Pues aquí tienes tu voluntad servida en tu jaula de oro, hijo. Tu decisión está servida. Yo te lo advertía. El respeto es lo primero; sin él, nada se sostiene ni crece a su sombra. Por eso Jesús os habló con respeto hasta a sus más mordaces acusadores, y os dejó crucificarlo. Él sabía que ellos serían despeñados al horno encendido, “donde el gusano no muere y el fuego no se apaga” (Is 66,24; Mc 9,48), pero os respetaba vuestra libertad, porque, incluso Yo, como Dios y Creador de todo cuanto existe, he dado mi vida por vosotros en la persona de mi Hijo y os he sido fiel a mi Palabra de respeto a la libertad y el buen nombre de siempre, la Verdad Eterna.

Y ya ha llegado. Es tu hora, hijo mío. Decídete: o tú y tu ego, o “el Amor de los amores”. ¿Qué más te diré? Nada. Rezaré por ti, para que aciertes tu última jugada. La última palabra la tienes tú. Sé valiente por una vez en tu vida, gavilán. ¡Dila, y serás salvo! Yo, tu Dios, te espero con mis brazos abiertos. Firmado: el siempre Fiel.

Has matado con tu guante blanco a muchos que se te ofrecían a las buenas y que podrían haber sido tus amigos y tu salvación, si no los hubieras fulminado con tu soberbia Clic para tuitear

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