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Juntos, pero no revueltos

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Tenemos los conceptos muy arremolinados, como el costurero de una mala costurera. Cada cosa, cada evento tiene su momento y su lugar; lo que comporta, ineludiblemente, las palabras y los gestos adecuados. No necesariamente “buenas” o “positivas”. Las buenas palabras y las positivas no tienen por qué ser las adecuadas, porque para serlo a veces conviene cantar las cuarenta.

De la misma manera, podemos afirmar que hay labores buenas y labores malas. Las buenas labores, para que sean acordes con el objeto al que se dirigen, deben ser gestionadas indefectiblemente con las palabras adecuadas, pero sobre todo con las personas adecuadas, con gestos adecuados. Es precisa la coherencia. Debe vestirse la muñeca como muñeca y la mona como mona. Ya lo dice el refrán: “Aunque la mona se vista de seda, mona se queda”… si bien todo aquel que tiene experiencia en monas y muñecas, sabe que todo ayuda. ¿Por qué? Por las buenas maneras.

Las buenas maneras, la forma, modulan la gestión de la creación del contenido. En las labores humanas (que son las que ahora nos ocupan), todo contenido tiene la forma que adopta “al final”, y no “al principio”. Algo comúnmente ignorado. Tendemos a dar rienda suelta a nuestros antojos, como si de ellos debiera salir la perfección, tal como la proyectamos, solo porque, como se dice ahora, “vienen del corazón”; ¡craso error! El corazón debe ser tamizado por el cerebro, y el cerebro por el corazón. Además, hay que tener en cuenta las circunstancias y la libertad de las personas, que siempre pueden cambiar nuestros planes.

Por el contrario, la perfección será siempre aquella que –aun sabiendo que la perfección es inalcanzable (solo Dios es perfecto), y aunque necesariamente debamos tender a un fin previamente diseñado– consiga articular todas las piezas del engranaje para que éste funcione –mejor o peor, pero funcione–. Eso sí, solo funcionará para lo que se ha creado –y para lo que no (ahí está la sabiduría del artífice)– si las piezas encajan y es estimulada la tracción entre ellas, con fuerza suficiente y sin forzar nada. Por tanto, modérate. Lo que tienes que hacer para desarrollar una buena labor –presupuesta tu competencia y su puesta en práctica adecuada– es simplemente una cosa: dar la mano; la segunda vendrá a continuación: ponerte a caminar junto a quien das (debes dar) la mano y lo que tienes en ella: compartir sirviendo. Ésa es la tercera.

Todo lo dicho, no quiere decir que debas negar la realidad, sino más bien  orientarla hacia la meta, el objetivo a alcanzar. ¿Tienes que cantar las cuarenta? Acicálate y afínate la voz. Pero con calma. Con mano izquierda. Con estrategia. Con amor. Lo sentencia categóricamente el otro refrán: “Juntos, pero no revueltos”. Y todos sabemos de la ciencia que encierra la sabiduría popular. Será cuestión de que le hagas caso de vez en cuando…, si quieres conseguir lo que quieres. Sin los egotismos del ególatra. Sin corroer como el cáustico. Sin arramblar como el arramblador. Sin intoxicar como el tóxico. Con osadía. Fluyendo como mana la fuente del río. Prueba. ¡Te crecerás y harás crecer! –y al mar llegarás y marjales crearás. …¿Y sabes qué? ¡Te divertirás!

Las buenas labores, para que sean acordes con el objeto al que se dirigen, deben ser gestionadas indefectiblemente con las palabras adecuadas, pero sobre todo con las personas adecuadas, con gestos adecuados Clic para tuitear

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