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La depuración de Lluís Pasqual

Cultura

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La expresión «acoso y derribo» describe a la perfección la operación desencadenada contra el director, y uno de los fundadores del Teatre Lliure, y figura teatral de notoriedad internacional , Lluís Pasqual. El hecho en sí mismo ya sería digno de atención por la importancia del afectado en el ámbito cultural, pero  queremos orientar nuestro foco hacia los mecanismos hegemónicos que están obrando sobre la sociedad catalana. Los de mayor significación son estos:

Todo comienza con la afirmación de una actriz, Andrea Ros (1993), de que hace cuatro años, y en los ensayos del Rey Lear, Pascual la había abucheado, «ridiculizado y puesto en evidencia» y aprovechaba para pedir un nuevo director joven. No es nada extraordinario que un director teatral tenga un trato poco considerado en un ensayo con algunos actores. Lo que sí es más extraordinario es que lo que sucedió hace 48 meses sin especial repercusión se airee ahora. El hecho lo exageró una página feminista marginal de la red, con sólo 800 seguidores, «Mujer y Cultura», que pasó a acusar a Pasqual de déspota, misógino y abuso de poder, sin aportar ninguna referencia concreta. Esta parte de la historia se vendió públicamente como un manifiesto feminista de 800 mujeres del mundo de la cultura, cuando en realidad esa era la cifra de seguidores de la página de Facebook y no de firmantes, y que a la reunión que se produjo para dar luz al texto asistieron una veintena de personas. En realidad, no se han hecho públicos los firmantes, y ninguna persona ha dado la cara para concretar las denuncias de abusos y malos tratos, que, de ser ciertas, hubiera sido más lógico tratarse en el ámbito judicial y laboral. Estamos pues ante un manifiesto fantasma. Parecía lógico que con estos elementos la cuestión pasara sin pena ni gloria, pero no fue así porque, he aquí, TV3 y el diario ARA lo hicieron suyo. El resultado ha sido la dimisión de Pasqual por las tensiones internas y la feroz campaña en la red.

Naturalmente, la historia tiene más ingredientes: las aspiraciones de algunos actores jóvenes del Lliure y el enfrentamiento histórico con otro director y miembro del Patronato de la Fundación del Teatro, Àlex Rigola. Todas estas cuestiones han coadyuvado, pero no están en el eje causal de la liquidación de Lluís Pasqual. Ahora, el «clamor» de la red es la de un director joven, que sea mujer, y que alinee el Lliure políticamente con el independentismo que viste de amarillo. Obviamente, nada de lo que se reclama tiene que ver con la calidad profesional del nuevo director, que sería el primer punto a resolver, pero es que sencillamente no les importa. Si no les interesa lo que puede hacer la Generalitat por los catalanes cuando consume 93 millones de euros al día ¿cómo se preocuparán por la calidad que pueda impulsar el director de un Teatro? Viven bajo la ficción de que las cosas se hacen solas y no importa la capacidad de las personas  siempre que estén alineadas con el feminismo más beligerante y el independentismo de Torra y Puigdemont.

En Cataluña cuentan más los resentimientos y ambiciones puestas al servicio del feminismo de género y la «causa» política, que la capacidad de ser constructivos, inclusivos y buscar la excelencia.

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