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¡Sé audaz! ¡No tengas miedo!

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“Podrán cortar todas las flores, pero no podrán parar la primavera”, denuncia Pablo Neruda. Y es que es muy típico del hombre actual segar la hierba debajo del prójimo. Tú, no; no seas así, jamás. Enriquece la vida de los demás, aunque a ti, si llega el momento, te quiten la riqueza o la vida. Dios te ha llamado, y tú debes ir a su encuentro, con paso firme y decidido. Estás intentando corresponder cuanto puedes ese mucho o poco que Él te pide, y llegarás a ser –eres ya- fermento en la masa. No se notará, como no se nota el fermento, pero tú estarás ahí, haciendo crecer la masa (Mt 13,33; 1 Cor 5,6).

Te quejas de que te faltan fuerzas, que no puedes tú solo. Y te digo que fundes tu vida sobre la roca firme de la oración (Mt 7,24-27), que te sostendrá en todo momento. Y que te apoyes en una buena dirección espiritual con alguno de los maestros de almas que aún quedan en el mundo. Y obedece. Entonces, con ese apoyo humano y divino al mismo tiempo y tu correspondencia a la Gracia, saldrás catapultado al firmamento estrellado.

Sé audaz, sé humilde, lucha para dar de ti, y será Dios mismo quien te enriquecerá con el ciento por uno, eso es, cien veces más de lo que tú pongas (Mc 10,29-30). Dios te recompondrá y llegarás a ser una obra maestra, bruñida a golpe de cincel como en manos del alfarero (Jer 18,6; Sab 15,7), esa que Él necesita de ti para esparcir la vida en el mundo: serás luz y alimento que perdurará (Jn 4,32; 6,27; Mt 6,25-34). Y, al ver crecer y multiplicarse el fruto en tus propias manos (Gen 1,28), haciendo nacer y brotar y crecer a tantas almas esparcidas por el mundo y que gritan ayuda -tu ayuda-, sonreirás complacido y multiplicarás tu amor a Dios y a los hombres y las mujeres de tu alrededor.

Cuando adviertas el prodigio en tus propias manos manchadas, no olvides ser humilde, o caerás de nuevo al barrizal. Recuerda tu vida pasada en que te arrastrabas como un gusano. Si perdieras la humildad, caerías mil veces más abajo del lodo putrefacto que te ahogaba. Recuerda y ten siempre bien presente que Dios no te necesita para esto ni para nada. Es por pura condescendencia que se ha fijado en ti. Y no es porque sí, sino porque te ama. Desde toda la eternidad ha pensado en ti y te ha insuflado vida, que no es otra cosa que ser tú mismo, con todas tus virtudes, pero también con los defectos que te trituran si te abandonas. Él es el Único que Es, la propia Vida que tú conoces, porque Él te la ha regalado con todo su Amor, que es el único Amor que tú conoces y puedes conocer, porque es el único que existe. Entiéndeme. Hablamos en humano, que no es más que una resonancia de la eterna música celestial del Padre Todopoderoso que te ha creado para comunicarte su felicidad y hacerte feliz.

Y no te tambalees al ver tantos enemigos de la Verdad y del Amor que se rebelen contra ti y te declaren la guerra sin cuartel. Serán la prueba de que tu elección ha surtido efecto. Tú, ¡adelante!, ¡sigue tu camino! Recuerda lo que dice el final del evangelio de san Marcos: “El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, tomarán serpientes en sus manos, y si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos y quedarán sanos” (Mc 16,16-20). Y remarca Jesús, tu Hermano mayor, que Él estará siempre asistiéndote (Mt 28,20). Nada más que decir. ¡Ahora te toca luchar!

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