Todos queremos descansar. Todos deberíamos poder hacerlo. El descanso no es pérdida de tiempo, sino un activo que debemos saber administrar y gozar, abrazando nuestra vida y la de todas aquellas personas que Dios pone en nuestro camino, las cuales nunca están ahí por casualidad, sino para la consecución del plan de Dios en la historia de la Humanidad. Fíjate si es importante, hermano, mi hermana del alma, que, si no somos capaces de adoptar y vivir el descanso correctamente, enfermamos.
En busca de sentido
Porque es un tema importante, los profesionales de muchas disciplinas llaman a respetar los tiempos de descanso. Por eso mismo, oímos el clamor de los papas cuando llega el verano. Te ofrezco uno de sus últimos reclamos: “Propiciemos las ocasiones para cuidarnos unos a otros, para intercambiar experiencias e ideas, para ofrecernos comprensión y consejos mutuamente; esto nos hace sentirnos amados, y todos lo necesitamos. Hagámoslo con valentía”.
Son palabras informales pero mayores que provienen de una mente privilegiada experta y políglota de un alma consagrada, que Dios ha puesto en nuestro camino para que nos guíe haciendo cabeza.
Son pinceladas de la homilía que dibujó León XIV en su celebración eucarística con que inauguraba unos días de retiro y descanso de su primer verano en Castel Gandolfo, hace unos días de este año de gracia de 2025. En esa misa, el Papa León celebraba más que una eucaristía. Era una celebración simbólica llena de gracia por ser la que había sido prevista para mayo de este año como toma de posesión de su nombramiento como cardenal por parte del Papa Francisco, pero que no ha podido ser hasta ahora, y que finalmente ha coronado como primer contacto con esa sede episcopal suburbicaria de Albano Laziale, cerca de Roma, aprovechando un momento de descanso y cercanía.
¿A qué vienen estas palabras? Apuntemos que, por muy importante y reclamado que sea el tiempo de retiro, muchos no pueden descansar. Su vida es un no parar, no tienen un respiro. Se cuecen en cuerpo y alma con hijos o enfermos graves a su cargo, que les reclaman todo su activo más valioso, que es el tiempo (con el agravante del sufrimiento permanente, no exento de responsabilidad); otros, están enfermos ellos, y viven sumidos en el vicio, la droga, la depresión, las enfermedades mentales o las discapacidades físicas más o menos invalidantes; hay también entre nosotros otros más discretos, que no disponen de un mínimo sobrante que les permita sufragar lo que para otros es parte asumida de su día a día, pero que para ellos es un extra. Tú no lo dirías, porque se superan día y noche haciendo siempre buena cara para que tú puedas sonreír. Pero los hay. ¿Qué diremos? ¡Hay tanto sufrimiento en el mundo, y no podemos vivir?
Con perspectiva
Cierto es que muchas de las circunstancias críticas y alarmantes que muchas personas malviven a nuestro alrededor son consecuencia de sus malas obras, de su alejamiento de Dios, de su malicia. No te vengues, hermano, mi hermana del alma, ni justifiques tu falta de ayuda bajo la típica excusa de “ya tiene a su familia”, “él se lo ha ganado”. Podrías ser tú. Porque es cierto también que muchos de ellos han reconducido su vida hacia Dios y permanecen silenciosamente purgando su pecado, y es moral que Dios esté reclamando tu aportación a esa ayuda que no llega (la cual falta de compromiso es agravante de tu parte de culpa), tantas veces por egoísmo, envidia y soberbia.
Por otro lado, hay que destacar que también hay muchos que sufren la injusticia social reinante en nuestros días. Circunstancias terribles que les vienen impuestas por un orden social y un desorden mafioso criminales que comprometen su dignidad y su miseria, que someten al ser humano en unas historias escritas con sangre que claman justicia, que un día −aunque deban esperar a llegar al Cielo−, ciertamente, deberán ser consoladas; y lo serán desfilando por delante de nosotros, que seremos relegados a los últimos peldaños. “Los últimos serán los primeros, y los primeros, los últimos” (Mt 20,16).
Abramos los ojos. No todo es Jauja. La vida es suficientemente variopinta como para que llame nuestra atención y nos impulse a la acción, a la petición y ofrecimiento de perdón, a compartir esa vida nuestra que tantas veces maldecimos como para llegar a revelarnos contra Dios, quejosos de nuestra “mala suerte”, de nuestra soledad o miseria.
Es cierto. Cegados como vamos por el corrosivo ambiente reinante, no observamos que nuestra vida nos ha sido regalada y la disfrutamos si la aceptamos como es y no nos obcecamos en cómo podría ser, aunque debemos luchar por ello; abiertos a la realidad de la existencia, siempre, siempre, siempre, si abrimos los ojos con el corazón amante, descubriremos a nuestro alrededor vidas mucho más difíciles, sangre y lágrimas que, en contraste con nuestras escasas penas (más grandes o más pequeñas, pero sobrellevaderas), deberían hacernos exclamar: “¡Oh, Dios! ¡Gracias por la vida!”. Ahí radica nuestra dignidad en Dios y la de los que nos rodean. (Continuará).
Twitter: @jordimariada
La vida es suficientemente variopinta como para que llame nuestra atención y nos impulse a la acción, a la petición y ofrecimiento de perdón, a compartir esa vida nuestra que tantas veces maldecimos Compartir en X









