«Para novedades los clásicos», reza la acertada observación del gran escritor español de la generación del 98, Don Miguel de Unamuno.
El aforismo goza de una sencilla explicación -por más que el pensamiento moderno se empeñe en querer innovar y no es otro que la obra de los autores clásicos ha abordado aquello que podemos definir como la filosofía perenne, indagando sobre las preguntas existenciales del hombre. Y cristianismo mediante, con la patrística y escolástica como estandartes para su estudio, la existencia de Dios y el sentido de la vida por Él dada, fueron algunos de los grandes temas sobre los que reflexionaron nuestros antepasados.
Hecha esta pequeña introducción nos referiremos a otro rasgo característico de la sociedad (más no ya comunidad) moderna que se observa en la Argentina en particular y en el actual (mal llamado) Occidente en general. Y nuestro punto de apalancamiento serán citas de pensadores clásicos.
En este caso hablamos del descenso del hombre a sus más básicos instintos; no solo carnales (con los «derechos de bragueta» con los progresistas presurosos a definirlos como «derechos humanos»; vgr: ideología de género; aborto, sino también a todo aquello que tenga que ver con la «cultura» del goce; la búsqueda del placer como fin último. Como sentido de la vida. Tal; una definición aproximada del hedonismo reinante.
Y lo observamos tanto en un pueblo embrutecido (de esto se trata cuando una Nación confunde pasiones con virtudes), como en su aparente sempiterna dirigencia democrática.
Por citar solo un ejemplo; y hay miles, reproducimos palabras de un político argentino sobre «la agenda»:
«Creo que hay que ir por el feminismo, el ambientalismo. Tenemos que pensar qué significa la buena vida y otros temas de agenda, como la reivindicación del goce, el tiempo libre, el disfrute».
Huelgan las palabras. Sobra la degradación.
¿A qué agregar? ¿Cómo explicarlo? Y es aquí donde aparecen los clásicos.
Decía Aristóteles en su Ética a Nicómaco que existen tres formas de vida; yendo de la degradante a la virtuosa: «De esta forma, los que corresponden a la especie más vulgar, suelen identificar el bien y la felicidad con el placer, y esta es la razón por la que se entregan a una vida licenciosa». A este modo de vida, los completa el Estagirita con los superiores; siendo estos, la vida política y la vida contemplativa.
Si bien esto bastaría para colocar al atento lector «in situ», nuestro terruño nos llama y no podemos prescindir de lo que el Padre Castellani escribía sobre el tema.
En su difícil obra «De Kirkegord a Tomas de Aquino», el cura dirá:
«Las tres vidas de Aristóteles son la vida pueril o superficial (vulgar), luego la vida de acción (política), y la vida intelectual (contemplativa). En tanto que los tres planos o tramos de la vida según Kirkegord son: el estético, el ético y el religioso. Los dos primeros planos coinciden con las dos primeras vidas de Aristóteles; el tercero difiere: «estadio religioso» en vez de «vida contemplativa». ¿Qué ha pasado? Ha pasado entremedio los dos el Cristianismo» (…) La definición puede ser esta: vida estética es la vida superficial, centrada sobre las facultades inferiores, centrada bajo el signo del placer; vida ética es la centrada sobre la voluntad o el entendimiento práctico; bajo el signo del deber; y vida religiosa es la centrada sobre la Fe».
Que Occidente; Argentina -como parte de tal- se encuentre en el estadio más bajo y rudimentario, es responsabilidad de nuestras castas gobernantes. Por eso sentencia Castellani; «La política hoy no puede remediar nada en Argentina. El mundo de hoy está lleno de hombres tan agitados como monos en jaula, la jaula no se ve, la llevan adentro, como monos nuevos, inhabilitados, recién metidos».
PS: «El hombre vive según los sentidos o según el intelecto; si lo primero, tenemos la vida pueril o epicúrea; si lo segundo, el intelecto se divide en práctico o especulativo; de donde «vida de acción», o sea «civil» o bien, vida de contemplación, o sea «intelectual»; o más exactamente «espiritual»». (Santo Tomas de Aquino)
PS2: «Nisi deus salvet».




