Hay actos que, sin proponérselo, se convierten en signo de algo más grande. Ocurre cuando la belleza se une a la fe, cuando la gratitud se transforma en testimonio.
Así fue la entrega de los VIII Premios Religión en Libertad 2025, celebrada en el Aula Magna de la Universidad San Pablo CEU, donde la Fundación Nueva Evangelización para el Siglo XXI, editora y promotora de Religión en Libertad —medio líder de la prensa católica en España, dirigido por Álex Rosal—, volvió a reunir lo mejor de la Iglesia viva: personas e iniciativas que evangelizan desde la ciencia, la música, la televisión, la cultura o la caridad.
A pesar de la lluvia persistente que caía sobre Madrid, la gala contó con una gran afluencia de público.
Era como si el pueblo de Dios se negara a quedarse en casa: la fe, cuando es agradecida, vence al mal tiempo. La noche del 29 de octubre no premiaba trayectorias ni cifras, sino algo más alto: la audacia de los que, en medio del ruido, siguen creyendo que el Reino de Dios se construye aquí y ahora, con humildad y esperanza.
Un acto que señala misión
El periodista Álex Navajas, veterano en estas lides, y Leticia Ponce, patrona de la Fundación, fueron los maestros de ceremonias de una velada sobria y luminosa.
En el estrado, el profesor Alfonso Bullón de Mendoza —presidente del CEU y de la ACdP— recordaba con emoción que conoció a Kiko Argüello en ese mismo aula hace más de dos décadas. Aquel encuentro, convertido en anécdota, servía de prólogo perfecto para una noche en la que la Providencia parecía tener el guion escrito.
El obispo José Luis del Palacio, misionero curtido en el Perú, abrió el acto con una oración que sonó más a envío que a protocolo. Invocó la llamada permanente a salir, a llevar el Evangelio donde nadie lo espera. Y todo lo que vino después fue la confirmación de esa llamada.
Marta Sanz Lovaine: el coraje de mirar a Cristo
Hubo un momento en que la gala se detuvo. No porque se apagara el micrófono, sino porque habló alguien con fuego en los ojos. Marta Sanz Lovaine, periodista y creadora de Transformados, subió al escenario con la serenidad de quien ha visto un milagro. No habló de sí misma, ni siquiera de sus documentales —como El deseo de Dios—, sino del Cristo vivo y resucitado que transforma el corazón humano.
“Antes de actuar, conoce a Cristo”, exhortó. Y su voz, temblando por momentos, sonó como un eco del Evangelio de Bartimeo: “Hijo de David, ten compasión de mí”. Su gratitud fue para los jóvenes que dan testimonio en el Día del Orgullo, para quienes se atreven a amar la verdad. En ella, la fe no era discurso, sino carne y sangre.
Fertilitas: ciencia al servicio de la vida
El siguiente galardón recordó que la santidad también puede llevar bata blanca. Miguel Gabián, presidente de Fertilitas, habló de ciencia y oración como quien pronuncia dos nombres del mismo amor. Ocho años de trabajo, más de 1.200 embarazos, 2.500 matrimonios acompañados: cifras que se vuelven rostros, lágrimas y vida.
“Esta ciencia no sustituye a la naturaleza: la sirve”, explicó. La naprotecnología, dijo, une la precisión del ecógrafo con la fe en el Creador. Frente a una biotecnología que destruye para producir, Fertilitas cura para engendrar. En un mundo que ve en el hijo un proyecto, ellos lo ven como un don.
Misericordia: el Evangelio en los márgenes
La historia de Misericordia es una parábola moderna. Romain y Reina de Chateauvieux fundaron en Chile una comunidad que evangeliza desde la pobreza compartida. Hoy sus hogares se extienden a Argentina, Francia, Estados Unidos y, por fin, a España, en la Cañada Real.
Recogió el premio María Luisa Poblete, profesora chilena que habló con dulzura firme: “La pobreza más grande es no conocer a Dios”. Detrás de esa frase late toda una teología. Su misión no es asistencial, sino eucarística: llevar la ternura de Cristo a los barrios donde la violencia y la desesperanza han hecho su nido. No son ONG, sino comunidad. No dan limosna, sino presencia.
Instituto San Mateo: una educación con alma
En un mundo que reduce la escuela a rendimiento y datos, el Instituto San Mateo, dirigido por Horacio Silvestre, apuesta por lo verdadero, lo bello y lo bueno. Un bachillerato público con alma humanista, un pequeño milagro de libertad en la educación.
“Combatimos la deshumanización con las artes liberales”, explicó su director. Y lo hacen con la valentía de quienes saben que la excelencia académica no está reñida con la sabiduría. En su intervención agradeció a los impulsores originales —Regino García-Badell, Esperanza Aguirre, Lucía Figar—, pero sobre todo recordó a San Mateo, el recaudador convertido en apóstol: símbolo de esa conversión intelectual y moral que toda enseñanza verdadera persigue.
Kiko Argüello: el silencio del profeta
El Premio Especial del Año fue para Kiko Argüello, laico, artista, evangelizador, iniciador del Camino Neocatecumenal. Subió despacio, saludó con ternura y no dijo una palabra. Traía preparado un mensaje, pero prefirió el silencio. Tal vez porque, a los 86 años, las palabras sobran cuando la vida ya ha hablado por ti.
En su mirada había algo del fuego primero, aquel que encendió en las chabolas de Palomeras y que hoy arde en 300.000 comunidades de 135 países. A su lado, el padre Mario Pezzi y Ascensión Romero completaban el retrato de una obra que ha llevado a millones de hombres y mujeres a redescubrir la fe.
No hubo discurso, pero sí testimonio: el de un hombre que hizo del arte un camino y del camino, una sinfonía de almas.
EWTN: evangelizar desde la pantalla
En un tiempo dominado por algoritmos y trivialidad, EWTN España, dirigida por José Carlos González-Hurtado, demuestra que también la televisión puede ser altar. Cinco años en el país, 450 millones de hogares alcanzados en 140 países, 30 idiomas, 24 horas de emisión diaria: una epopeya moderna sostenida por donativos y fe.
“Madre Angélica nos enseñó a decir sí a la Providencia”, recordó. En su intervención, González-Hurtado insistió en que aún hoy, el 80% de los hogares españoles siguen viendo televisión: “Aprovechemos ese canal para llevar a Cristo donde más falta hace”. La tecnología, en sus manos, se convierte en púlpito.
Matina: cuando la alabanza se hace música
El cierre llegó con el Coro Gospel Libertad, dirigido por Matina, artista convertida, que confesó con humor y emoción: “Cuando te llama el Jefe, no puedes decir que no”. Su música, nacida de la fe, hizo vibrar el Aula Magna. Cantaron el Santo con un ritmo de cielo que llenó de palmas y sonrisas los bancos.
Matina pidió apoyo para la música católica, “porque la música toca el corazón”. Y es verdad: cuando el alma canta, evangeliza sin discursos. El Espíritu soplaba entre las voces blancas del coro, como si dijera, una vez más, que la alegría es también un deber cristiano.
Un mismo fuego
Al terminar la gala, uno tenía la sensación de haber asistido no a una entrega de premios, sino a una procesión de carismas: la palabra, la ciencia, la caridad, la belleza, la educación, la música. Cada uno encendiendo su vela en el mismo fuego.
En tiempos donde el cristianismo parece replegarse, estas iniciativas muestran que el Reino sigue avanzando —silencioso, humilde, obstinado— allí donde alguien dice sí a Dios.
Quizá eso sea lo más revolucionario hoy: no renunciar a la esperanza.
Porque mientras haya hombres y mujeres dispuestos a mirar al Cielo y seguir construyendo aquí abajo, la Iglesia no estará en retirada, sino en misión.





