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Geopolítica educativa (VI)

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Se acerca Navidad. ¿Lo sabías? ¡Seguro que sí, vuelven los anuncios de juguetes y regalos insustanciales! ¿Es esto la vida? Un gastar por gastar y regalar por regalar… objetos superfluos que solo se acumulan en nuestros espacios minúsculos, extensión de nuestra alma vacía de propósito y de sentido. ¿Te has parado a pensar, hermano, mi hermana del alma, que la vida es algo más que escurrir el bulto con pesantez, y que el regalo no debe ser excusa para autoafirmar nuestro ego en crisis?

Vayamos más allá. ¿Para qué regalar? ¿Tiene sentido? ¿Damos amor o nos hacemos querer? ¿Has regalado algo en tu vida que sea para ayudar al que cojea, sin reafirmar tú tu propia voluntad de prevalecer como salvador del mundo? Porque los hay que te exigen que les hables al sentimiento, pero no al corazón. La consecuencia no puede ser sino una vivencia mucilaginosa que nada tiene con el amor y la verdad. Para vivir, eso es, para dar y recibir un amor auténtico, hay que vivir el Amor basado sobre la Verdad. Vivir es Amar. Con mayúsculas. Y desde allí, construir, no un “ámame porque te lo digo yo” previo al ubicuo “si te he visto no me acuerdo”.

No te engañes. Porque todo amor humano (si es sano) es reflejo del Amor con que Dios nos ama, que por ello nos ha creado. O debería serlo, pues la experiencia nos demuestra que mamamos demasiado habitualmente en nuestra educación −desde que dejamos de mamar del pecho materno− la que no es sino una exigencia de ser lo que el otro (padres, hermanos, profesores, tenderos…) proyecta sobre ti, como reflejo de su propio universo que te retiene cautivo de sus fantasmas, que solo son imaginación de tu mente ausente. ¿Te has fijado en aquellas personas que usan el regalo no para esculpir, sino para manipular? Se nota cuando dejan de regalar porque sienten que no te tienen ahí, que te has evaporado de su universo imaginado.

Esencia del regalo y su porqué

El regalo puede ser otra cosa, y la educación también. Para que funcione un buen regalo y para que la educación robustezca la personalidad que exprese la esencia de la persona a quien educamos (y no la fatuidad de nuestras propias evanescencias), es necesario, como decimos, que sean vehículos de algo que previamente es fundamental que exista: amor. Un amor sano, no pringoso ni pegajoso de chicle de imberbe infante baboso. El regalo puede ser inocente o estratégico, pero si no es alimentado por el amor verdadero, su efecto no será sino inoperante en quien regala y en quien es regalado. Más aún, falseará la relación toda.

Piénsalo bien, hermano, mi hermana del alma. Quizás detrás de la puerta tienes a alguien que está llamándote con su silencio y que espera el mejor regalo que se puede dar en vida: tu amor. …Pero para eso, primero deberás vivir el Amor. Y el Amor solo se aprehende si se vive (no si se dice que se vive) en Dios, pues “Dios es Amor” (1 Jn 7,8).

Ahí le tienes. Dios viene ya. Ese es el sentido de la Navidad, en que celebramos el gran regalo de Dios a la Humanidad: su Hijo unigénito, que nace pobre para morir como criminal (tu Hermano del alma), sin dejar de ser libre. Porque −fíjate bien− la libertad se encuentra cuando uno vive desprendido (de amores falsos y verdaderos: de todo) y ama de verdad. Eso solo se aprende con la buena educación, que enseña a vivirlo; pues, aun con muchos y buenos modales, no sirve si no se vive, y así empalaga. ¿Estás preparado para (esta) Navidad? Piénsalo antes de regalar… o el por qué no regalas. Si no, no será más que otro bluf que empaña tu vida.

Geopolítica educativa (V)

Twitter: @jordimariada

Quizás detrás de la puerta tienes a alguien que está llamándote con su silencio y que espera el mejor regalo que se puede dar en vida: tu amor Compartir en X

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