
A propósito de los asesinados en Valdepeñas, se echa en falta alguna biografía de Félix Torres Ruiz, al que alguno califica como «especie de Pol-Pot» manchego.

Antes de la reseña biográfica sobre los mártires del día, me parece necesaria una nota de sorpresa sobre la aparentemente nula investigación de la persecución religiosa en Valdepeñas, por la que me interesé tras oír unos relatos -que no he podido contrastar- cuando investigaba El Tren de la Muerte.
Martín Miguel Rubio Esteban, tras las consabidas afirmaciones -que le dan un aire de «neutralidad»- de que tales crímenes se cometieron en ambos bandos por igual y aún demás de que la Iglesia incitó al odio (lo cual no puede probar) y de que en las declaraciones de testigos sobre torturas probablemente hay exageración (lo que obviamente tampoco puede probar), es el único relator que encuentro de algunas de las torturas cometidas con los 80 eclesiásticos o religiosos asesinados en esa localidad, crímenes de los que supone responsable al alcalde Félix Torres Ruiz, al que califica de «especie de Pol-Pot» (manchego, añado).
La documentación de la Causa general da fe de que fueron asesinadas 179 personas de la localidad y 117 forasteros, lo cual suma 296 y, si los sacerdotes y religiosos son 80 -cosa que no he comprobado-, indica que más de una cuarta parte (27%) de las víctimas pertenecían a esa categoría. En ninguno de esos 296 casos se indica quién los mató, y en el resumen que se hace en el Estado 3 (foto arriba) se mencionan las torturas a dos sacerdotes y se viene a decir que los principales culpables ya han sido castigados, pero que, no obstante, si se requiere, se pueden dar nombres de más implicados.
El resto de la documentación se centra en investigar lo sucedido a los dos sacerdotes mencionados, pudiéndose concluir que a D. Jesús Gigante le cortaron los genitales, pero nadie confirma que enterraran vivo a D. Manuel Marcos Sánchez. De modo que puede concluirse que el Estado 3 actuó como árbol que esconde el bosque, pues parece claro que los casos de torturas fueron muy abundantes, para botón del muestra el caso del sacerdote Juan Pedro García-Sotoca, a quien sacaron los ojos y la lengua, y le partieron un brazo. A cualquiera podría parecer evidente que entre tres o cuatro no se ejecutan 300 asesinatos, pero con tanto que había que investigar en la posguerra, se diría que se pasó por alto.

Los seis mártires nacidos un 24 de enero

El martes 22 de julio llegó a la casa central de Madrid una vaga noticia de que los padres y hermanos de la comunidad de Hortaleza habían sido apresados por los rojos, y que dos habían sido asesinados a tiros, como efectivamente sucedió. Ante esa incertidumbre el H. Catalán pidió permiso al superior para ir a Hortaleza y ver si podía hacer algo en su favor. Al despedirse dijo: “Voy con la bendición de Dios a enterarme de nuestros hermanos de Hortaleza, y determinado a confesar altamente mi fe si sale el caso, que con seguridad me saldrá. Si no vuelvo, no se preocupen de mí, sino canten un Te Deum al Señor en acción de gracias, porque me habrán martirizado y estaré en el Cielo”.
A la entrada de Hortaleza, junto a lo que entonces era el convento de la Sagrada Familia, arrebatado a las religiosas y convertido en centro marxista, le dieron el alto, le preguntaron a dónde iba, él dijo la verdad, le reconocieron como fraile y sin más delito lo mataron por la espalda, con un tiro certero en el cráneo.
Ocho beatos entre los innumerables mártires de Valdepeñas
Pedro Buitrago Morales, de 53 años y natural de La Solana (Ciudad Real), coadjutor de Santa Cruz de Mudela, fue martirizado el 19 de agosto de 1936 en el cementerio de Valdepeñas (Ciudad Real) y beatificado en 2007 junto con ocho compañeros de martirio (incluyendo un laico muerto más tarde).
En Santa Cruz de Mudela (Ciudad Real), el 20 de julio de 1936 pusieron guardia al Colegio de San José, fundado por Rosario Laguna, para que no pudieran salir los cinco hermanos de La Salle que lo regentaban. Al día siguiente, un grupo de milicianos asaltó el colegio y los religiosos fueron conducidos a la cárcel.
Con ellos se reunieron el 3 de agosto los tres sacerdotes de la localidad. Félix González Bustos, de 33 años, se había ordenado en 1927 y en 1934 se trasladó a Santa Cruz de Mudela para sustituir al párroco enfermo. Fue detenido junto con sus coadjutores Justo Arévalo Mora -de 67 años, ordenado sacerdote en 1895- y Pedro Buitrago Morales, que ordenado en 1907 llevaba 20 años en este cargo y al llegar el nuevo párroco sustituyó a Arévalo como capellán del colegio de San José. Los llevaron al depósito de cereal -el pósito- convertido en cárcel, donde estaban los hermanos de las Escuelas Cristianas y, desde el 2 de agosto, el maquinista ferroviario Álvaro Santos Cejudo.
Un compañero de prisión declaró que “los milicianos sentían por los religiosos un odio especial, diferente al que tenían hacia los seglares les hacían barrer las calles, los obligaban a limpiar con las manos los pozos de los baños, insultándoles continuamente, exponiéndolos al público escarnio, provocando los insultos del pueblo hacia ellos. En estos malos tratos incluían al seglar Álvaro Santos Cejudo. Les obligaban también a correr durante tres o cuatro horas en el patio, hasta que caían extenuados”.
Los sacerdotes y religiosos fueron sacados de la prisión la noche del 18 de agosto y fusilados de madrugada en el cementerio de Valdepeñas. Los lasalianos eran: Isidro Muñoz Antolín (hermano Ladislao Luis, de 20 años), Antolín Martínez Martínez (hermano Dámaso Luis, de 21), Valeriano Ruiz Peral (hermano Julio Alfonso, de 24), Remigio Ángel Olalla Aldea (hermano Agapito León, de 33) y Urbano Corral González (hermano Josafat Roque, de 36).
Otros mártires nacidos un 24 de enero

Timoteo Valero Pérez, de 35 años y natural de Terriente (Teruel), ingresó en el noviciado de los Terciarios Capuchinos (amigonianos) en Godella en 1917, haciendo la profesión perpetua en 1925 y ordenándose sacerdote en 1928. Estaba en la Escuela de Reforma de Santa Rita, de Madrid, cuando fue ocupada por milicianos el 22 de julio.
Se refugió en casa de la costurera del colegio y luego en la de su hermano Roberto, donde fue arrestado el 14 de septiembre y llevado a la checa de Fomento, de donde fue sacado a fusilar en Vicálvaro. Fue beatificado en 2001 con los mártires valencianos; según el buscador de mártires de la Conferencia Episcopal, está enterrado en el cementerio de Vicálvaro y su fiesta se celebra el 22 de septiembre. El registro del cementerio de Vicálvaro (en la Causa general, legajo 1508, expediente 4, folio 53), recoge para ese día el hallazgo de dos cadáveres de hombres sin identificar de los que se hizo foto; es de suponer que en alguna gestión de la causa de beatificación se comprobó que Valero era uno de ellos.

Ana María Aranda Riera (14 de octubre de 1936).

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