Contexto:
En el Evangelio de Marcos (Mc 10,35-45), luego del tercer anuncio de la Pasión y resurrección (Mc 10,32-34), se presentaron a Jesús los hijos de Zebedeo y le dijeron: «Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir». Él les dijo, «¿Qué quieren de mí?» Respondieron, «Concédenos que nos sentemos uno a tu derecha y otro a tu izquierda cuando estés en tu gloria.» (Mc 10,35-37). El otro evangelista que narra el relato es Mateo (20,20-28), con una modificación al inicio nos dice que es la madre de Santiago y Juan la que le hace la petición a Jesús. Sin embargo, Jesús le responde es a los hijos (Mt 20,22-24) por lo que se deduce que fueron los dos discípulos quienes verdaderamente hicieron la petición. En el relato de Mateo se menciona a la madre de los dos discípulos, sin embargo no se dice quien es, solamente que es la esposa de Zebedeo. En la Biblia se mencionan dos: Salomé, la primera, que es hija de Herodías, con su primer marido Herodes Filipo, fue la que danzó ante Herodes el tetrarca y, habiéndole éste prometido con su juramento que le daría lo que quisiera, bajo instigación de su madre, Herodías pidió la cabeza de Juan el Bautista (Mt 14, 3-11); la segunda es la esposa de Zebedeo y madre de los dos apóstoles, Santiago el Mayor y Juan. Salomé fue una de las mujeres que asistió como testigo a la crucifixión (Mt 27,56) y figura entre las que, por la mañana del día de la resurrección, llevaron especies aromáticas al sepulcro de Jesús (Mc 16,1). La otra modificación en el relato de Mateo es la expresión “en tu reino” (Mt 20,21), mientras que en Marcos se alude “en tu gloria” (Mc 10,37). En el medio ambiente se esperaba que el reinado del Mesías precediese aquí a la fase final del Reino de Dios. Esto es lo que piden (Hch 1,6). Sin embargo, parece aludir a la parusía (Mc 8,38; 13,26).
La incomprensión de los discípulos, su mente cerrada para no captar el mensaje de Jesús, está marcada por un crescendo continuo, su osadía de pedir jerarquía en el Reino hace que Jesús les diga: “«Ustedes no saben lo que piden. ¿Pueden beber la copa que yo estoy bebiendo o ser bautizados como yo soy bautizado?» (Mc 10,38). Para llegar a la gloria del Mesías, hay que pasar primero por el sufrimiento y la muerte. ¿Serán capaces ellos de beber el cáliz del dolor supremo? (cf. Is51,17.22, Jer 25,15, Mt 26,39; Jn 18,11). Sin titubear, los discípulos responden que sí (Mc 10,39). Los dos hermanos no son sólo ambiciosos, sino también valientes.
Jesús entonces les dice: “Pues bien, la copa que yo bebo, la beberán también ustedes, y serán bautizados con el mismo bautismo que yo estoy recibiendo” (Mc 10,39). Jesús les promete entrar en el Reino, pero también los sufrimientos que tendrán que soportar por el anuncio del Evangelio. Santiago fue decapitado por Herodes Agripa en el año 44 (Hech 12,2), por su parte Juan murió de forma natural, pero conoció persecuciones, cárceles y exilio (cf. Hech 4,3; 5,40; Ap 1,9), incluso, según una antigua leyenda, conocida ya desde tertuliano, dice que se salvó milagrosamente del martirio, saliendo ileso de una olla de aceite hirviendo donde lo habían arrojado.
El otro objetivo de la petición aparte de entrar en el Reino es “sentarse uno a su derecha y otro a la izquierda”. El estar sentados a la derecha y a la izquierda significa estar al mismo lado del jefe. Después de él, ser las personas más importantes, algo así como la figura de un primer ministro. A esta pretensión Jesús responde: “pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me corresponde a mí el concederlo; sino que es para quienes están preparados” (Mc 10,40). La petición que hacen los discípulos es exclusiva del criterio Dios y no es cuestión de méritos.
La perícopa (Mc 10,41-45; cf. Mt 20,24-28; Lc 22,24-30) es común en los tres sinópticos, pero se encuentra en contextos distintos y también tiene diferencias contextuales. Los paralelos son Mateo y Marcos, Lucas se aleja algo de ellos en muchos aspectos, sin embargo, las diferencias no son tales que obliguen a admitir dos episodios distintos, generalmente se acepta que se trata de un mismo conjunto de logia, pero trasmitido en dos tradiciones distintas.
Marcos nos relata la indignación de los otros discípulos contra Santiago y Juan por sus peticiones: “Cuando los otros diez oyeron esto, se enojaron con Santiago y Juan (Mc 10,41). Jesús aprovecha la oportunidad para expresar su pensamiento sobre el poder político y sobre el sentido autentico de autoridad: “Como ustedes saben, los que se consideran jefes de las naciones actúan como dictadores, y los que ocupan cargos abusan de su autoridad”. (Mc 10,42). En Mateo y Marcos los gobernantes son llamados “jefes” y su gobierno es calificado como de tratar despóticamente a sus súbditos, en Lucas, los gobernantes son llamados “reyes”. Las palabras de Jesús son una crítica cruel al despotismo y del abuso de poder. Jesús no es ningún anarquista. El no condena la autoridad en sí misma; al contrario, la considera necesaria para una recta convivencia humana por eso dijo: “Al César las cosas del César, y a Dios lo que corresponde a Dios” (Mt 22,21). Jesús sabe también que el despotismo es la forma más común que asume el poder político. Muchas veces la autoridad hace “lo que se le antoja” (cf. Mc 9,13; 6,17-29).
La conclusión de Jesús con respecto a las peticiones de los dos discípulos y que sirve para todos luego del momento de enfado es que: “El que quiera ser el más importante entre ustedes, debe hacerse el servidor de todos, y el que quiera ser el primero, se hará esclavo de todos. Sepan que el Hijo del Hombre no ha venido para ser servido, sino para servir y dar su vida como rescate por muchos” (Mc 10,43-45). Dos expresiones bien importantes de destacar en la conclusión final de Jesús es:
a) Hijo del Hombre: El origen de la expresión se encuentra en dos tradiciones. Una se remonta a Ezequiel (2,1; cf. Sal 8,5; 80,18). La otra tradición es de tipo apocalíptico y el mejor representante es Daniel (7,13: Ap 1,13; 14,14). A partir de entonces, esta expresión se repite constantemente para dirigirse al profeta, en el libro de Ezequiel es en donde más se repite (92 veces). En los Evangelios, el Señor se da a sí mismo este título (78 veces). Jesús opta por este título no solamente para afirmar su fraternidad con los hombres sino también que lo define como un representante típico de la humanidad, “el último Adán” , el “segundo hombre” venido del cielo, en tanto que el primero era de la tierra ( 1 Cor 15,45.47), el cabeza de la nueva raza salvada por su sacrificio (Rom 5,12-19). Cristo recibe el nombre de “Hijo del Hombre” en relación con toda la raza, en tanto que “Hijo de David” es su nombre en relación con Israel, e “Hijo de Dios” es su nombre divino. En Marcos la expresión la encontramos 14 veces (2,10; 2,28; 8,31; 8,38; 9,9; 9,12; 9,31; 10,33; 10,45; 12,19; 13,26; 14,21; 14,41; 14,62).
b) Servir: del gr. “douleuô”, que es “estar sometido a un dueño”, en los Evangelios denota la sumisión fiel a Dios (Rm 6,22; 1 Ts 1,19), a Cristo (Rm 14,18; 1 Co 7,22; Gal 1,10; Ef 6,6; Col 3,24), a la Ley de Dios (Rm 7,25), a una potencia mala (Rm 6,6; 8,21; Gal 4,38). Los cristianos deben hacerse esclavos de los demás (Mt 20,27; Mc 10,45; Gal 5,33).
Jesús da la clave de su Buena Noticia y afirma que en el servir se encuentra el rescate (Mc 10,45; Mt 20,28; Lc 1,68; 1 Tim 2,6) de la persona humana. Ese es el compendio de su doctrina.
Actualización:
Es bien interesante recordar que para que Dios nos conceda lo que le pedimos debe estar de acuerdo a su voluntad, no a la de nosotros. El concederle a Santiago y Juan un puesto a cada uno en su reinado solo le corresponde a Dios y no a sus intenciones egoístas.
El mundo muchas veces nos enseña lo mismo, que tenemos siempre que ocupar los primeros puestos, que nadie es más importante que nosotros y que solamente importa mi pensamiento y lo que “yo” diga. Sin embargo Jesús nos deja una hermosa enseñanza y nos dice: “El que quiera ser el primero que se haga sirviente de los demás” (Mc 10,44).
Jesús destaca la importancia del “servir”, del entregarse por los demás, aun cuando no seamos correspondidos en amor es más importante dar que recibir. El ejemplo lo dio el mismo Jesús que se entrego por cada uno de nosotros y le pagamos crucificándolo en la cruz, con todo y eso fue capaz de decir: “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34).
Orlando Segundo Carmona (Venezuela),
Licenciado en Administración de Empresas y Teología, y diplomado en Ciencias Bíblicas