La fábula de Esopo de esta semana, La mujer intratable, nos habla de algo que viene a cuento también en nuestros días: la incomunicación, el cómo en una sociedad globalizada e intercomunicada nos falta lo más esencial, el conocer e interesarnos de verdad por lo más esencial de las personas.
|
La mujer intratable
“Tenía un hombre una esposa siempre malhumorada con todas las gentes de su casa. Queriendo saber si sería de igual humor con los criados de su padre, la envió a casa de éste con un pretexto cualquiera.
De regreso después de unos días, le preguntó el marido cómo la habían tratado los criados en casa de su padre, y ella respondió:
-Los pastores y los boyeros sólo me miraban de reojo.
-Pues si tan mal te miraban, los que salen con los rebaños al despuntar el día y no vuelven hasta el empezar la noche, ¿cómo te mirarían todos aquellos con quienes pasabas el día entero?”.
|

En la sociedad de la globalización, en la que todo es global, genérico, al grosso modo, despersonalizado, los seres humanos, que seguimos siendo individuos, detectamos y apreciamos los detalles individuales, personales. ¿De cuántos amigos y familiares conozco lo que más les gusta, sus aficiones cinematográficas, su pueblo de nacimiento? En los detalles se juega el éxito de la amistad, del matrimonio, de la familia, y si no nos interesamos por cultivar esta delicada planta, el tiempo la mata demasiado pronto.
Pequeños signos nos señalan grandes cosas, y débiles luces nos muestran secretos ocultos



