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Sobre las lecturas en la escuela

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Cada año, a principio de curso se reaviva la discusión acerca de las lecturas escolares. Y no pocas veces suele reducirse a posturas antagónicas e irreconciliables, según como le vaya o le haya ido la feria a cada uno en su casa. Lo cierto, es que la realidad es mucho más compleja y no cabe en esas posturas polarizadas en las que nos afincamos.

Y es que cuando hablamos de lectura es casi irremediable no dejarse abducir por el gusto y la afición o el disgusto y el rechazo en nuestras diatribas.

Y es lógico porque, como dice Antonio Basanta, leer es como amar: pura emoción[1], pero esto mismo nos resta objetividad en nuestros razonamientos.

Para hablar de las lecturas escolares, conviene conocer el contexto en el que se dan y entender que, aunque sea lectura, no es del todo comparable a la que puede darse en otros contextos. Por tanto, si queremos realmente abordar la cuestión con honestidad, habrá que tener en cuenta distintos factores y atender a los matices.

La selección de lecturas en la escuela responde —o debería hacerlo— a un Plan Lector, Plan de Fomento de la Lectura o Plan de Lectura del Centro, que implica a toda la comunidad educativa. Este plan, que es un documento con acceso público, es «un proyecto que, partiendo de la situación real del centro, requiere ser programado con objetivos, estrategias, acciones, tiempos y responsables»[2].

Los objetivos de la lectura en la escuela, concretados en este plan, van más allá del fomento del gusto por la lectura.

Este es uno de ellos, pero es tarea propia e ineludible de la escuela el promover el desarrollo de la competencia lectora: la decodificación, la interpretación, la comprensión lectora, la mejora de la expresión oral, escrita y multimodal… en definitiva, de la capacidad de acceder al conocimiento en todas las áreas y, por tanto, al mundo, a su presente, a través de la lectura, aunque no sea esta la única vía para hacerlo, pero sí de las principales.

Cuando hablamos de lectura en la escuela y del desarrollo de la competencia lectora, no hablamos solo de literatura. Es preciso trabajar las convenciones propias de cada tipo de texto: expositivos, narrativos, descriptivos, argumentativos, literarios, periodísticos, publicitarios… así como su relación e integración con otros lenguajes (gráfico, visual…).

Por otro lado, en la asignatura de Lengua Castellana y Literatura, en concreto, se trabaja el desarrollo de la competencia comunicativa, que asume el desarrollo de la competencia lingüística (gramática, ortografía, vocabulario…), la sociolingüística (cultura en la que se da la lengua, relaciones sociales, sabiduría popular, variedades de la lengua…) y la pragmática (la consideración de la lengua usada en distintos contextos y lo que ello conlleva).

Es decir, que en el estudio de la cultura que alberga la lengua, es preciso dar a conocer y leer a los autores que la han cultivado y hecho grande con su literatura.

El Plan Lector incluye diversas actividades para fomentar la competencia lectora y el placer de leer, más allá de las lecturas obligatorias: lectura individual y colectiva, lecturas obligatorias y escogidas, lectura en voz alta en el aula, lecturas guiadas para potenciar la comprensión lectora de distintos tipos de texto, biblioteca de aula, actividades lúdicas, encuentros con autores, visitas a la biblioteca del centro o a bibliotecas públicas, organización y asistencia a actos literarios en el centro y fuera del mismo, participación en certámenes literarios, clubes de lectura, reseñas y recomendaciones en distintos formatos, sesiones con las familias… Y todo ello, como decimos, en relación con todas las materias del currículo, actividades y planes del centro (Plan de Convivencia, Plan de Atención a la Diversidad, Plan de Acción Tutorial…) y en consonancia con el Proyecto Educativo del Centro.

Como vemos, el criterio del gusto y del placer de leer se nos queda muy corto para abordar el tema en la escuela, por más que nos empeñemos en reducirlo a eso.

Citas como la de que «el verbo leer no soporta el imperativo. Aversión que comparte con otros verbos: el verbo “amar”…, el verbo “soñar”…»[3] resultan tan populares como faltas de adecuación al contexto escolar, por más que el autor de la misma haya sido profesor de instituto.

El placer de la lectura no es el objetivo principal de la lectura en la escuela —aunque debe procurarse activamente, por supuesto—, sino que se busca de manera solidaria con el desarrollo de la competencia lectora[4]. El placer por la lectura sobrevendrá más bien de manera inferida de todas esas actuaciones incluidas en el Plan Lector —y debidamente planteadas—, que, como hemos apuntado, incluye a toda la comunicad educativa, también a la familia. La familia, de hecho, o los clubes de lectura de amigos, por ejemplo, sí son contextos absolutamente propicios para la lectura por placer. De ahí la importancia de promoverla también en casa, como hemos propuesto en artículos anteriores.

¿Que el planteamiento del sistema educativo es mejorable? Sin duda alguna. ¿Que sería muy bueno que el fomento del gusto por la lectura tuviera más peso en la carga horaria de nuestros hijos? Totalmente de acuerdo. ¿Que hay centros que, a pesar de las dificultades, tienen planes lectores geniales? Los hay. ¿Que también hay profesores que, además de las dificultades del sistema, reman solos o con apoyos muy escasos por parte de la comunidad educativa? Cierto también, y no son pocos.

Por todo ello, sería fantástico que, en lugar de sostener polémicas estériles, consideremos la realidad escolar en toda su riqueza de matices y circunstancias y colaboremos con los centros de nuestros hijos —desde casa, pero también en la escuela— para que estos puedan disfrutar del Plan Lector que merecen.

[1] Basanta, Antonio. Leer contra la nada. Ediciones Siruela. Madrid, 2017.

[2] Ministerio de Educación, Formación Profesional y Deportes, Fundación Germán Sánchez Ruipérez y Raquel López Royo. Guía para la elaboración de un Plan de fomento de la lectura 
en un centro de Educación Primaria y Guía para la elaboración de un Plan de fomento de la lectura en un centro de Educación Secundaria.

[3] Pennac, Daniel. Como una novela. Anagrama. Barcelona, 2024 (edición original: París, 1992).

[4] Ministerio de Educación, Formación Profesional y Deportes, Fundación Germán Sánchez Ruipérez y Raquel López Royo. Op. Cit.

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