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Cómo fomentar la lectura en casa

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Estamos ya en la cuenta atrás para las vacaciones escolares. Que los días de verano tienen el doble de horas —por lo menos— es algo que cualquier madre o padre de familia pueden constatar de forma empírica sin necesidad de estudios científicos más elaborados que avalen la tesis.

Eso es así y se puede comprobar en cualquier casa, especialmente en aquellas en las que se disfruta de la vitalidad y el dinamismo de los escolares o se brega con su apatía e inactividad.

Lectura

Entre las muchas cosas que nos gustaría que hicieran (¡ay, esas listas…!) ocupa uno de los primeros puestos la lectura. Es habitual —aunque siempre hay excepciones— que, cuanto más pequeños, más receptivos se muestran a nuestras propuestas; sin embargo, también lo es que, según avanzan en edad, distintos factores —tanto propios como ajenos— hacen que esa buena costumbre quede relegada a pesar de nuestros desvelos, incluso en lectores que han sido habituales.

Seguramente, este alejamiento será pasajero y, de nuevo con la edad, volverán al terreno sembrado. No hay que cejar en el empeño.

Como decimos, los factores que propician el desinterés por la lectura pueden estar determinados por las características y circunstancias propias de cada uno de los lectores, pero también por factores externos como son el entorno familiar, la escuela y la sociedad.

¿Qué podemos hacer nosotros en el entorno familiar, que es lo que nos atañe directamente? Por supuesto y, como veremos, brindarles buenas lecturas. Pero vamos a ver que, además, podemos fomentar el gusto por la lectura con prácticas en las que tal vez no hemos reparado o no hacemos suficiente hincapié, pero que son fundamentales y muy efectivas.

Buenas prácticas

En primer lugar, antes de leer, es necesario hablar mucho en casa. Conversar en familia es muy bueno para muchas cosas, también para fomentar la lectura.

Leer no es un acto natural, es un proceso complejo que requiere de disciplina y dominio de uno mismo, pero también del conocimiento suficiente de la lengua y del mundo como para decodificar los textos, comprenderlos e interpretarlos según los contextos.

En las conversaciones entre padres e hijos, entre hermanos… accedemos al mundo a través de la mirada de los que nos rodean, con otras experiencias, con otros enfoques, con otra manera de expresarse, lo cual nos permite conocerlo mejor y acercarnos después a los textos con un bagaje de conocimientos mucho más amplio que el del lector que no se ha beneficiado de esas conversaciones.

Esto facilita mucho la comprensión lectora que, a su vez, favorece la ampliación progresiva de conocimientos a través de la lectura y hace que el esfuerzo realizado para llevar a cabo la acción compleja de leer compense y merezca la pena.

En segundo lugar, es preciso, como en el resto de tareas educativas, conocer y ser conscientes del mundo en el que viven nuestros hijos, que no es el nuestro. De nuevo, con los pequeños, esta tarea resulta más sencilla y asequible y se complica, posteriormente, con los adolescentes.

Sin embargo, precisamente por ello, es indispensable acometerla. Necesitan herramientas para desenvolverse en el mundo en el que viven, no para aquel en el que nos gustaría que vivieran o para el que recordamos como bueno con el filtro idealizador del paso del tiempo.

El que tenga a adolescentes cerca sabrá que, por lo general, no participan de manera espontánea del mundo ni de las referencias culturales de los adultos (y esto no es patrimonio exclusivo de nuestra época…).

Por tanto, para conseguir atraerlos, debemos hacer el esfuerzo, a pesar de la falta de tiempo y por más pereza que nos dé, de acercarnos a conocer su mundo y sus referencias para acompañarlos desde ahí a lo que creemos les va a hacer bien; en este caso, las buenas lecturas.

El esfuerzo para el encuentro se ha de dar por ambas partes ya que, de lo contrario, tiene visos de fracasar. Este acercamiento amable entre mundos ha de ser tema ineludible de nuestras conversaciones familiares. Como dice Antonio Basanta en Leer contra la nada, “el mejor regalo que los padres podemos hacer a nuestros hijos es el de tiempo y palabras”.[1]

Otro manera de fomentar la lectura en nuestros hijos debería ser darles ejemplo. Han de vernos leer y, si es en papel, mejor. Con la tableta o el móvil siempre les quedará la duda de si estamos respondiendo correos, consultando las noticias o scrolleando en Instagram. ¡Que no les quepa duda!

Proporcionarles buenas lecturas, rodearlos de buenos libros, como hemos dicho, es primordial. Para seleccionarlos, podemos recurrir a la propia experiencia de lectura o bien a reseñas y recomendaciones de personas expertas con las que compartamos criterios educativos.

Es importante tener en cuenta, más allá de la edad, el nivel de competencia lectora de cada uno para encarar las exigencias del texto en cuanto a vocabulario y gramática, al contenido y a la manera de abordarlo.

Leer en voz alta es algo que nos sale espontáneamente con los pequeños pero que abandonamos según van creciendo y, sin embargo, no deja de ser beneficioso a cualquier edad.

Si bien es cierto que en la adolescencia supone un reto mayor por razones evidentes, merece la pena buscar el modo y el momento para hacerlo con ellos. No esperemos que acojan la idea con entusiasmo de primeras, elijamos los textos y planteémonos objetivos alcanzables. Nos sorprenderemos.

Para terminar, hablar acerca de lo leído y compartir reflexiones en familia sobre las lecturas de cada uno aumenta la comprensión de los textos y fomenta la curiosidad y el interés.

El hecho de exponer en voz alta las propias conclusiones ayuda a ordenar y clarificar el pensamiento y nos permite traer a colación cuestiones que interesan, preocupan, que se quieren comentar y que, de otra manera, tal vez nos resultaría más difícil hacerlo.

Estas reflexiones promoverán una mirada al mundo a la luz de los principios que queremos transmitirles y les permitirán ir forjando el criterio con el que se conducirán a lo largo de su vida.

“Saber leer, poder leer, querer leer es el lema que ha de guiar nuestra labor. Y nuestro entusiasmo”.[2]

Instagram de la autora: @enversoyprosa

[1] Basanta, Antonio. Leer contra la nada (Biblioteca de Ensayo / Serie menor nº 66) (Function). Kindle Edition.

[2] Basanta, Antonio. Leer contra la nada (Biblioteca de Ensayo / Serie menor nº 66) (Function). Kindle Edition.

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