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¿Algo ha cambiado? Bienvenido 2025. Una nueva mirada

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La madrugada del 1 de enero de 2025 se despliega sobre la ciudad con una quietud engañosa. Las calles lucen un brillo apagado, con el eco de cohetes y petardos extinguiéndose poco a poco en la distancia.

Las guirnaldas aún cuelgan de algunas farolas, y las aceras están salpicadas de confeti aplastado, cristales de botellas vacías y el rumor del año que se ha ido.

La gente se pregunta, como cada vez que el calendario salta un dígito: ¿algo ha cambiado? ¿Algo más allá de una cifra distinta?

Algo nuevo

En un rincón, pegado a un cajero automático, una figura se despereza envuelta en un saco de dormir que hasta hacía pocos días no poseía. Se trata de un hombre sin hogar, antaño cubierto por cartones, que ahora atesora un saco regalado, de segunda mano, pero cálido, como si de un refugio silencioso se tratase.

El frío de enero sigue siendo intenso pero hay algo distinto en el hombre del cajero. Quizás no sólo en su aspecto externo, pues el tiempo en la calle no respeta arrugas, pero sí en la forma en la que se repliega dentro de sí mismo. Tiene un saco de abrigo, un regalo invernal, un detalle. Un cambio inadvertido que nadie conoce, excepto él mismo.

Nadie habría dicho que entre las celebraciones de Nochevieja y la resaca del Año Nuevo habría espacio para la ternura.

Y, sin embargo, hace unos días, unos jóvenes se pararon a su lado. No solo le dejaron un el saco, sino que le hablaron, le dieron café caliente. Le miraron.

En un hombre no aseado, vislumbraron a una persona de mirada intensa y un pasado digno.

Le recordaron, sin saberlo, a otros tiempos mejores. Fue una charla breve, entre el ruido de las fiestas navideñas, los villancicos y el jaleo de las calles. Pero allí estuvo. El presente, el pasado, el café caliente, el saco y una nueva mirada.

Hoy es 1 de enero de 2025 y que aquellos jóvenes no han salvado el mundo con saco y su termo de café, es cierto. El hombre sigue durmiendo en la calle y luchando por su pan diario. Pero algo, en un rincón remoto de su alma, ha descubierto nuevamente su dignidad.

El amanecer de 2025 encuentra a la ciudad con el pulso ralentizado. La Navidad nos recuerda que Dios vino al mundo hace mucho tiempo, para hacerse hombre y traer paz, amor y salvación. Pero en las calles, entre el bullicio y el miedo social al futuro, eso puede parecer una historia perdida entre las luces y las fiestas. Quizá sea así, o quizá no.

Lo bello del misterio es que permanece escondido pero expectante, esperando ojos que sepan ver.

Una nueva mirada

El hombre sin hogar disfruta con su saco sobre los hombros. Podría haber sido un gesto insignificante, una simple fuente de calor. Pero es más que eso. En esta mañana del 1 de enero, ya no hay cohetes ni celebraciones, no hay abrazos eufóricos y todo poco a poco vuelve a la rutina. Pero con un solo objeto —un saco de dormir— se ha abierto una esperanza en su tragedia, una pequeña luz en la indiferencia. Ya no es solamente un sintecho, un indigente.

Ahora hay alguien que lo ha mirado a los ojos, lo ha reconocido como persona y lo nombrado digno.

En ese reconocimiento, en ese instante imperceptible, radica el cambio.

No es el tipo de cambio que mueve montañas o llena titulares. No reducirá el drama social, no acabará con los problemas políticos, no dará trabajo a miles de personas.

Tampoco le garantizará al sin techo una vida de confort. Pero es un cambio real.

Un cambio que habita el alma del ser humano, donde la humanidad logra infiltrarse pese a las heridas y desánimo. Un cambio inadvertido a ojos del mundo, pero que existe. Existe. Y, al existir, regala una tenue esperanza en el calendario recién estrenado.

¿Qué nos traerá el año nuevo?

Tal vez las mismas calles, los mismos problemas laborales…. Sin embargo, los jóvenes voluntarios saben que han logrado algo. Han abrazado el corazón de un desconocido. Tal vez esa noche el hombre sin hogar haya dormido un poco mejor. Tal vez, al despertar, se sienta algo menos inservible.

Y así, en esta mañana del 1 de enero de 2025, podemos preguntarnos: ¿Algo ha cambiado? La respuesta, imprevisible y sutil, nos susurra que sí. Pues el mundo ha cambiado de año pero no ha dado un vuelco. Las calles son las misma. Pero en el interior de una persona, con un rostro concreto, y gracias a otras personas, algo se ha movido.

Un detalle. Una esperanza suave. Y con esa novedad, de algún modo, el año se estrena cada día. Bienvenido 2025.

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