En una reciente entrevista con el medio suizo kath.ch, el Cardenal Gerhard Müller fue preguntado por el sacerdocio de las mujeres. Ante esta pregunta, el cardenal reafirmó la enseñanza perenne de la Iglesia Católica al declarar que «es sacramentalmente imposible» ordenar mujeres al sacerdocio.
Destacó que es un «error» que las mujeres piensen que pueden ser «llamadas» al Orden Sagrado. Esta postura subraya la continuidad de la tradición eclesiástica respecto a la ordenación sacerdotal exclusiva para hombres.
Gran error
Cuando se le preguntó si las mujeres podían ser «llamadas» al sacerdocio, Müller respondió enfáticamente que «Cristo, como fundador de este sacramento, no puede contradecirse a sí mismo.» Añadió que «sería ilógico que Dios llamara a mujeres a un rol que contradice la naturaleza del sacramento». En este sentido, las mujeres que sienten tal vocación estarían cometiendo un error, según el cardenal.
Durante la entrevista, Müller, quien fue el jefe de la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF), explicó que la cuestión de las «sacerdotisas» no depende de aspectos emancipatorios y sociológicos, sino de cómo Jesucristo instituyó el sacramento del Orden Sagrado.
Afirmó que el sacramento del matrimonio, que es la unión indisoluble entre un hombre y una mujer, sirve como analogía para entender por qué solo los hombres pueden ser ordenados. Según Müller, «Jesús llamó a los apóstoles y del ministerio apostólico surgieron los oficios de obispo, presbítero y diácono, los cuales están simbólicamente ligados a la masculinidad».
El sacerdote representa a Cristo, el esposo de la Iglesia
El cardenal destacó que, en su masculinidad, el sacerdote representa a Cristo, el esposo de la Iglesia, que es su esposa. Subrayó que la Iglesia, como esposa de Cristo, no puede ser representada por un hombre, ya que es femenina y María, la Madre de Dios, es su arquetipo. De este modo, la naturaleza del sacramento requiere que solo un hombre pueda representar a Cristo en relación con la Iglesia.
Müller también respondió a las críticas sobre la supuesta igualdad de los sexos promovida por el Concilio Vaticano II, explicando que la igualdad fundamental de todas las personas en su relación con Dios no contradice las diferencias esenciales creadas por Dios entre hombres y mujeres. Según él, estas diferencias son parte del plan divino y no pueden ser relativizadas.
En cuanto a los intentos de ordenar mujeres, como los eventos en el Danubio en 2002 donde varias mujeres fueron «ordenadas» como sacerdotisas, Müller fue claro en su condena, calificándolos de «provocación indigna del sacramento del Orden Sagrado» y afirmando que dichas ordenaciones son inválidas por no cumplir con los requisitos internos del sacramento.
Müller, en sus declaraciones, reafirmó la enseñanza establecida por el Papa Juan Pablo II en su carta apostólica Ordinatio Sacerdotalis de 1994, que declara que es ontológicamente imposible que las mujeres sean ordenadas.
El Cardenal Müller, durante su intervención, defendió con firmeza la tradición católica sobre la imposibilidad de la ordenación de mujeres, resaltando la coherencia de esta enseñanza con la naturaleza sacramental y la voluntad divina manifestada en la Revelación.