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Declaración de e-Cristians: ¿Responden los partidos políticos actuales a la concepción cristiana? Un texto para la reflexión

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La primera parte de la respuesta es “no” por tres razones: porque su práctica no persigue en primer término el bien común sino el interés partidista, porque no son constructores de concordia que constituye una condición necesaria para que la democracia funcione, sino que buscan ante todo el descrédito de los adversarios. También porque asumen o promueven fines que son objetivamente contrarios a la concepción cristiana.

Hechas estas afirmaciones, hay que matizarlas para que no queden reducidas a un simple rechazo frontal que no sería constructivo. Porque la cuestión debe situarse en un contexto concreto: la debilidad del Pueblo de Dios en la mundanidad. La identidad católica resulta muchas veces difuminada, y el sentido de pertenencia a la Iglesia sujeto a semejantes criterios que los que rigen en la secularidad desvinculada para identificar el bien. “A mí me gusta o no me gusta”, “me favorece o perjudica”, en los que están ausentes la razón objetiva, el amor de donación, la caritas, y con él, el deber y el compromiso.

En este contexto el voto católico más que responder a la libertad de conciencia política del votante responde a una falta de coherencia y compromiso con su propia fe, más que responder al pluralismo responde a la diáspora, como ya advertía Juan Pablo II.

En este marco de referencia siempre es posible extraer algunos rasgos católicos de la mayoría de los partidos, y otorgarles un carácter determinante. La presunción de justicia social por parte del PSOE fue durante mucho tiempo la justificación de su preferencia para muchos católicos, hoy ya menos evidente. Al igual que algunos grupos pueden ver en la preocupación por los más débiles y los inmigrantes de Podemos, un rasgo profundamente cristiano. Pero ambos partidos, tienen una agenda política de confrontación con la Iglesia, y con principios decisivos de la concepción cristiana sobre la vida humana, su naturaleza, su antropología, y su dimensión relacional fundamental como es el matrimonio y la filiación, el derecho de los padres a la educación, la no injerencia ideológica del estado, exclusión del hecho religioso del espacio público fruto de un laicismo concebido no como neutralidad del estado, sino como ideología de la misma que promueve la increencia. Todos estos aspectos caracterizan a ambas formaciones.

El PP, tras abandonar las referencias cristianas en su etapa de gobierno, a pesar de ser el partido mayoritario entre los católicos, puede recuperar algunas reivindicaciones desde la oposición. Sus rasgos políticos más relevantes en relación con los católicos pueden encontrarse en la confianza de que no cambiara las reglas de juego del estado aconfesional que establece la Constitución y la obligación de colaborar con la Iglesia, que la misma especifica, así como el derecho de los padres a la educación, que configura la base de la escuela concertada. Por otra parte, mantuvo intocada toda la legislación Zapatero, y ha dejado que continúe escandalosamente congelado en el Tribunal Constitucional, el recurso contra la ley del aborto que el mismo PP presentó. El PP tiende a ser “católico” en la oposición y “liberal” en el gobierno.

De Ciudadanos es difícil destacar ningún rasgo que se alinee con la doctrina cristiana, sus posicionamientos en los campos clave tienden a clonar los del PSOE sólo que más amortiguados en su gesticulación.

Ciertamente VOX defiende la familia y la libertad de educación, aunque este punto no marca una diferencia radical con el PP. La diferencia clara y rotunda se da en otros dos aspectos ciertamente importantes: la defensa de la vida, muy aburrida en el PP y la oposición a la perspectiva de género, que les confiere un carácter único en el panorama español. Pero simultáneamente plantea unos grandes objetivos frontalmente contrarios a la doctrina social de la Iglesia. Su oposición a la Unión Europea los alinea con las posiciones contrarias a la unidad portadora de la paz europea. Hay un suicidio europeo que es el demográfico, pero hay otro que sería el desmantelamiento de la Unión y la recuperación de los estados nacionales de tan desastroso recuerdo, también para la Iglesia. Cabe recordar en este punto a San Juan Pablo II y su exhortación apostólica Eclesia in Europa. La solución no pasa por destruir la Unión Europea sino para transformarla en el marco de una Unión que exprese mejor el principio de subsidiariedad. Algo parecido puede decirse de su planteamiento sobre la inmigración que tal como está formulado busca en el radicalismo, los votos de los que perciben la inmigración como un peligro, y sólo como tal, y que cree que sólo con expulsiones y cerrando fronteras ya basta. Es un enfoque alejado de los evangelios, de la doctrina social de la Iglesia y directamente contrario al magisterio del papa Francisco. Su voluntad de erradicar el sistema autonómico y volver al centralismo es obviamente contraria al principio de subsidiariedad, y al de participación de la doctrina social de la Iglesia.

ERC ha mantenido habitualmente una agenda abiertamente contraria a la agenda católica. La legislación que se ha producido con su apoyo o por iniciativa suya, lo constata. Los actuales proyectos del consejero de enseñanza, Josep Bargalló, sobre la clase de religión y el concierto de las escuelas diferenciadas son exactamente iguales a los que formula el gobierno del PSOE. El PDeCAT, en su evolución desde la original Convergencia, ha ido asumiendo cada vez más la agenda de la perspectiva de género desde una ontología de partido liberal. El último paso definitivo que ha llevado a cabo, aumentando la semejanza con ERC, es abandonar la defensa de la escuela diferenciada. Su proyecto no presenta ninguna diferencia sustancial con lo que puedan ofrecer los socialistas, Ciudadanos y Podemos en su concepción antropológica de la persona de respeto a los derechos de los padres y perspectiva de género.

La debilidad del sujeto católico, sus continuas derrotas mirando hacia otro lado, lo hace propenso a buscar salvadores políticos. Es un error decisivo que ya ha tenido graves costes en el pasado. La Iglesia, el pueblo de Dios, debe salvaguardarse por sí mismo en el orden secular. Y esto sólo es posible si de una vez da y gana la batalla cultural, y es capaz de promover una visión política de la respuesta, porque sólo desde esa posición marcará la pauta política a los partidos.

En la política catalana y española de momento no se percibe ningún líder político de primera línea que sea capaz de manifestarse como lo hizo Angela Merkel en sus recientes declaraciones en la Universidad de Berna, donde afirmó que la única manera de recuperar la paz y la estabilidad es volver a Dios, a la Biblia, a la religión, y abandonar este liberalismo pragmático que está hundiendo el mundo en conflictos insalvables. Esta es la cuestión de fondo.

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