Después de años con un tipo de interés al cero por ciento, el Banco Central Europeo (BCE) cambia radicalmente su hoja de ruta. El organismo monetario retrasa la primera subida de tipos hasta finales de 2019, en lugar de finales del verano como estaba previsto. Por otro lado, la institución ha anunciado nuevas inyecciones de liquidez a largo plazo para que la banca canalice ese dinero a las familias y empresas en forma de préstamos
La revisión a la baja de las previsiones de crecimiento son uno de los motivos por los que ha hecho extremar la prudencia del organismo europeo. Seis décimas para este año, desde el 1,7% anunciado en diciembre hasta el 1,1% de este jueves; además, baja también los pronósticos para 2020 hasta el 1,6% (frente al 1,7% anterior) y mantiene los de 2021 en el 1,5%.
Reduce también las previsiones de inflación, que estaban en el 1,6% y cambian ahora al 1,2% en 2019, al 1,5% en 2020 (1,7% antes) y al 1,6% en 2021 (frente al 1,8%). Una de las razones, tal y como ha explicado Draghi en la rueda de prensa posterior a la reunión de la entidad en Fráncfort, es que el aumento de los salarios tardará más tiempo en trasladarse a los precios de consumo, «aunque se está produciendo», ha dicho.
No obstante, el BCE ha dado un respiro a la banca con el anuncio de nuevas subastas de liquidez. Estas inyecciones a largo plazo (TLTRO-III) para la banca empezarán en septiembre de 2019 y terminarán en marzo de 2021, cada una con un vencimiento de dos años. Las subastas se realizarán de forma trimestral y se dividirán, previsiblemente, en seis operaciones diferentes, una por trimestre.
Parte de las razones para esta nueva TLTRO reflejan los problemas de refinanciación que la banca europea, y en particular la del sur, va a afrontar los próximos dos años cuando deba amortizar TLTRO anteriores (unos 720.000 millones de euros todavía pendientes a finales de 2018) y refinanciar emisiones de bonos bancarios anteriormente emitidos, al tiempo que mantener el flujo de nuevo crédito que, en enero, fue negativo.
El mercado reaccionó al anuncio de nuevas subastas de liquidez comprando deuda y bolsa europea de forma generalizada (poco duró este movimiento por el desplome posterior de la banca), y vendiendo euros. Los activos se movieron de inmediato, nada más conocer la noticia, pero la reacción no fue desmedida, reflejando que la noticia no pilló totalmente por sorpresa a los mercados, que parecían haber descontado ya al menos una parte de esta reacción del BCE.