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El testigo de la huella

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El cometido redactor publicante no profesional me impide invertir tiempo en razonar, analizar y verificar si los títulos de mis escritos son originales. Éste lo es, pues dicho al revés (la huella del testigo) no lo es. Las huellas son testimoniales del paso de alguien, animales aparte. En un sentido amplio una huella va más allá de la plasmación de una pisada física por parte de alguien. En la vida todos dejamos huella. O eso pensamos. ¿Conscientes de que somos testigos? Si somos testigos seguro que dejamos huella. ¡Si lo referimos! Si somos testigos del Evangelio dejamos huella cristiana ante el prójimo aunque no lo digamos. Esta huella testifica nuestra identidad cristiana. Basta recordar a personas allegadas ya fallecidas que nos impactaron por su ejemplo de vida cristiana.

 

No hay que entrar en comparaciones de huella con nadie. La parábola de los denarios ¿la tenemos presente? Recordemos que quien recibe menos es quien renuncia a ser testigo. Entierra el don recibido. Y quien recibe más corresponde a lo recibido. Al igual que quien no recibe tanto. Ambos corresponden al cien por cien. Nuestras actuaciones por simples que sean, si son consonantes con nuestra identidad, testifican nuestras huellas. Hay personas que despistan pues testifican según sopla el viento a modo de veletas. Se dejan influir sin al menos cierto amor propio al criterio propio.

 

Si el criterio propio se moldea con la preparación de la denominada formación, difícilmente te la cuelan dándote gato por liebre. Formación no es decir amen sin más a lo que alguien expone con elocuencia. ¿Vd. lee? ¿Qué lee? ¿Vd. estudia? ¿Qué estudia? ¿Vd. está al loro de todo? Yo la verdad no. ¿Vd. sabe expresar y expresa? Yo lo intento sin afirmaciones gratuitas y hablando de lo que sé o conozco. Repaso antes de publicar. Y a veces no he publicado algo determinado después de escribirlo.

 

En algunos temas he recurrido a libros que tengo y que he leído. En otros son reflexiones en voz alta. Reflexiones ya presentes en mi interior que plasmo por escrito para el lector que me lee. ¿Plasmo? Lo intento pues nunca sé o casi nunca sé si mis palabras son las más adecuadas y si el tema planteado interesa al lector. El lector – Vd.- muchas veces me lee desde su teléfono móvil y no tiene tiempo para redactar y publicar un comentario. Ser testigo es dejar huella de nuestras actuaciones identitarias al servicio del Evangelio. ¡No sólo yo, Vd. también!

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