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En el fondo de la ideología

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Es necesario indagar en el origen del pensamiento políticamente correcto y anticientífico que se nos intenta imponer. Detrás del mismo hay intereses no sólo ideológicos, sino también económicos y geoestratégicos. En la magna operación de ingeniería social a la que estamos siendo sometidos interviene de manera relevante George Soros, pero no es el único.

José Antonio de Castro ha escrito un libro llamado “Soros Rompiendo a España”.

El mismo autor ha escrito otro: “No sólo es Soros”, donde profundiza en la imposición paulatina de esta tendencia en las instituciones internacionales y menciona las fundaciones que financian esta acción. Carlos Astiz, sobre el mismo tema, ha escrito “El Proyecto Soros”. La intervención de Soros a nivel internacional. Recientemente, el portal indio de noticias WION se ha ocupado del tema.

Pero Soros es realmente un agente muy activo de una tendencia mucho más fuerte. De lo que se trata es de la pugna entre dos concepciones del mundo y de la forma óptima de convivencia, la de los globalistas contra la de los nacionalistas.

Hablando grosso modo, los globalistas son aquellos que tienen negocios a lo largo y ancho del mundo y se identifican poco con una nación en particular. Les molestan las identidades nacionales y religiosas, que consideran obsoletas y fuente de conflictos y guerras. Piensan que, si todos los humanos fuéramos racionales y tolerantes, la paz en el mundo sería duradera y la felicidad estaría al alcance de todos. Los nacionalistas se sienten más arraigados en un país y se sienten obligados a luchar por su bienestar y el de aquellas personas con las que se identifican. Los primeros se benefician de la libre circulación de capitales y mercancías y son los grandes ganadores del cambio tecnológico. Entre ellos está Biden (y también los Clinton, Obama, etc.), mientras que entre los segundos está Trump. Soros es un elemento destacado de los globalistas.

Como vemos, no se trata de izquierdas y derechas, porque Trump es millonario.

La ideología globalista intenta imponer en todo el mundo una moral universal de tipo utilitarista, que tiene que ver con los ideales masónicos cosmopolitas del siglo XVIII. También se incluye en ello el control de la población mundial, disociando el sexo de la reproducción. En ese complejo ideológico aparece también una insatisfacción con la naturaleza humana y un deseo de hacerla de nuevo, supuestamente mejor. Ya que el llegar a conseguir esos fines se ve como el logro de realizar el paraíso en la tierra, cualquier medio para conseguirlo es bueno, porque se trataría del bien máximo al que se puede aspirar, la solución de todos los problemas de la humanidad. Estamos ante una utopía comparable a la utopía comunista, aunque diferente, pero que es capaz de mover y motivar a las personas. A los ojos de muchos, se trata de un fin que justifica los medios.

Los globalistas acusan a los nacionalistas de irracionales y de tener miras estrechas, mientras que los nacionalistas acusan a los globalistas de ser egoístas, sin arraigos y de que se enriquecen sin escrúpulos. Por parte de los cristianos, se apunta a que no tienen en cuenta el pecado original.

Probablemente ambas posturas, globalistas y nacionalistas, contienen algo de verdad y de lo que se trata es de discernir dónde estaría lo positivo de cada una. Al Papa se le acusa de globalista, pero leyendo lo que dice y sus encíclicas (sobre todo Laudato Si y Fratelli Tutti) se puede llegar a una conclusión mucho más matizada, aunque no me atrevo a darla por definitiva.

El Papa se pronuncia claramente contra el aborto y a favor de la familia, cosa que no encaja con la mentalidad globalista dominante. Está a favor de que haya una especie de gobernanza mundial, porque, de hecho, el mundo está muy interconectado y lo que se hace en un lugar afecta a muchos o a todos, aunque vivan en lugares distantes. Donde no hay orden, reina la anarquía y la ley del más fuerte. Eso es lo que sucede hoy en día en el mundo y ya vemos que estamos al borde de una guerra mundial por lo menos en dos lugares del mundo (Ucrania y Taiwán). Haría falta alguna autoridad (que la ONU no tiene) que sirviera de árbitro y unas reglas válidas para todos.

Está claro que estamos ante el peligro del Leviatán (gobierno tiránico), que Hobbes veía como mal menor necesario para escapar de la anarquía. El Papa, sin embargo, propone una gobernanza respetuosa con las particularidades de los pueblos y con el principio de subsidiariedad.

En cuanto a la inmigración, es un punto que tiene varios aspectos. A muchos les asusta la de musulmanes, porque se les considera difícilmente integrables y en muchos de ellos existe una mentalidad conquistadora. Pero Europa está envejeciendo y es beneficioso para España tener inmigración de Hispanoamérica y de Europa del Este. Elon Musk, manejando cifras, está hablando de colapso poblacional, sobre todo en un país como China, donde no consiguen hacer remontar la natalidad y se les viene encima el envejecimiento de la población.

Me parece que estos son puntos en los que los católicos deberíamos profundizar, a fin de tener respuestas pensadas frente a las posturas extremas.

De lo que se trata es de la pugna entre dos concepciones del mundo y de la forma óptima de convivencia, la de los globalistas contra la de los nacionalistas Clic para tuitear

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1 Comentario. Dejar nuevo

  • Antonio De la Torre Luque
    15 febrero, 2022 14:06

    Interesante artículo.
    Pero estoy más de acuerdo con la acusación de los globalistas al nacionalismo que viceversa, llamando a aquellos «egoístas». Les podrían llamar ambiciosos, pero egoísmo sería precisamente el del nacionalismo que, sólo se mira su ombligo y pone barreras.

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